Leíamos tebeos de un modo tan natural y espontáneo como los
niños de hoy juegan con sus consolas. Los que la tienen, claro. Porque popular
popular de verdad sí que era la cultura de kiosco.
Yo estuve muchos años sin leer cómics. Hasta que un día cayó
en mis manos Persépolis:
Decir que este libro fue una revelación para mí sería
exagerado. Pero sí que me reconcilió con un medio que tenía olvidado. Y me
abrió nuevas perspectivas mentales al tiempo que disfrutaba leyéndolo.
Me sorprendió que Persépolis era obra de una mujer y
además muy joven. Veía ahí frescura, pero sobre todo talento. El negro
dominante en las viñetas se ajusta a la narración de unos hechos que no tenían
que haber ocurrido. Irán, la vieja Persia, retrocedió a finales del siglo XX a
la época medieval. Marjane Satrapi, la autora del cómic, refleja el sentir de
una niña que ama la libertad y junto con su familia siente nostalgia de su vida
anterior a la revolución islamista. Tal vez lo mejor del relato es cómo se
combinan en él la tristeza y a la vez la esperanza. Y es que Persépolis,
no se sabe muy bien cómo, transmite optimismo a pesar de su negrura. Eso sí que
es arte.
La misma Satrapi codirigió una película del mismo título estrenada en
2007. Fue premiada en Cannes y nominada en otros certámenes. En otro post
diremos algo acerca del cómic en su relación con el cine, o viceversa.
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