La vis filosófica y metafísica de Max no solo se
muestra en sus personalísimas historietas. Es un interés cuajado por la ya
importante serie de pequeñas monografías que el dibujante ha ido editando desde
hace años en colaboración con la profesora de filosofía Maite Larrauri.
Me refiero a la colección Filosofía para profanos, de
la cual han aparecido hasta la fecha nueve volúmenes y que será completada con
otros tres más. Los títulos publicados son:
El deseo según Gilles Deleuze, (2001).
La sexualidad según Michel Foucault, (2001).
La libertad según Hannah Arendt, (2002).
La guerra según Simone Weil, (2002).
La felicidad según Spinoza, (2004).
La potencia según Nietzsche, (2005).
La amistad según Epicuro, (2007).
El ejercicio según Marco Aurelio, (2009)
La educación según John Dewey, (2012)
Son unos libros ilustrados que muestran el valor de la filosofía
como portadora de sentido para orientar la vida de los que se acerquen a ella.
No se trata, entonces, de una filosofía académica y analítica para
especialistas, sino de, remedando el lenguaje de Kant, una filosofía en sentido
mundano que conecta con los intereses y, más en concreto, con el deseo de
cualquier ser humano.
Seis años después de Bardín, Max ha publicado
Vapor.
Se trata de un tebeo cargado de ironía. Algo así como una
broma metafísica. Ante una aparente búsqueda de la esencialidad, medio en serio
medio en broma, Max apunta a trascender el significado de la frase: Be
water, my friend. Mejor que ser agua, parece que nos dice, será ser vapor.
La esencialidad se presenta en Vapor también
formalmente, mediante una simplicidad en los trazos y en las viñetas que se
muestran, no obstante, cargadas de significado.
Curiosamente, el protagonista del relato, un tal nick (por
Nicomedes) a mí me ha recordado a Gustavo, uno de los primeros personajes de
Max.
A pesar de su brevedad, o acaso por ello, Vapor es
una buena divagación.
El reconocimiento oficial del noveno arte en España se
produjo cuando el Ministerio de Cultura instituyó el Premio Nacional del Cómic,
que se concede anualmente a una obra de autor español publicada el año anterior
al del galardón.
Fue 2007 el año en que se concedió por primera vez. La obra
premiada fue Hechos, dichos, ocurrencias y andanzas de Bardín el
Superrealista (2006), de Max (nombre de guerra de Francesc Capdevila, n.
1956).
No estoy seguro de que sea sencillo escribir un comentario
sobre Bardín el Superrealista. Es en todo caso un libro impactante. En
ochenta escasas páginas, Max consigue introducir al lector-contemplador de la
obra en un universo plenamente surrealista que trasciende la imaginación.
La primera plancha del libro, titulada "Guía oficial a
la fenomenología Bardín", presenta magistralmente las claves y los
referentes surrealistas que animan esta singular obra:
A propósito del término "surrealismo", se nos
recuerda en Bardín que aquel procede del francés surréalisme,
cuya traducción exacta sería "sobre...", "supra..." o
"súper..." "...realismo", es decir, una mirada artística
que otearía por encima de la realidad. Sin embargo, en español el surrealismo
se asoció a un movimiento reivindicativo del subconsciente y se entendió más a
manera de "sub-realismo". No obstante, lo de arriba y lo de abajo no
se excluyen en el panorama de los surrealistas. La visión del subconsciente es
una supravisión.
El su(pe)rrealismo un poco castizo que dibuja y escribe Max
en Bardín es plenamente reconocible entre nosotros. No solamente por la
presencia en la historia del perro andaluz, el homenaje a Buñuel, el escenario
daliniano, el personaje llamado Cirlot, las pesadillas y demás situaciones
oníricas y otras tantas sugerencias de aquella vanguardia que aparecen en la
obra.
Se trata también del surrealismo inherente a los personajes
e historietas que poblaron los tebeos de nuestra infancia, especialmente los de la escuela Bruguera y TBO y que no cabe duda
de que dejaron unan huella indeleble en la formación del dibujante Max. Una
influencia, la de esos tebeos, visible también en las aventuras de Peter Pank.
Incluso cuando Bardín se pone metafísico, el aire de
aquellos tebeos se manifiesta.
Otras influencias más modernas e internacionales se
advierten en Bardín el Superrealista, como la de Chris Ware o la de Jopo
de Pojo, el personaje creado por Joost Swarte. No en vano tiene fama Max de ser
un autor esponja.
Sin embargo, quería destacar yo aquí que el superrealismo de
Bardín no es meramente importado. Conecta y mucho con aquellos famosos tebeos
de nuestra infancia.
Uno de los factores que han contribuido a darles credibilidad y valor a las novelas gráficas actuales inspiradas en biografías es el serio trabajo de documentación subyacente a las mismas.
Además, bucear entre los datos disponibles de la vida de alguien con el propósito de reconstruir y hacer pública esa vida supone una suerte de identificación con el biografiado, hasta el punto de anhelar en ocasiones visitar los escenarios y ambientes en que transcurrieron los hechos contados.
Así pues, no es extraño que Alfonso Zapico haya confeccionado en formato de cómic un personalísimo cuaderno de viaje: La ruta Joyce, el cual supone un complemento perfecto de Dublinés, la biografía que el historietista asturiano dedicó al escritor irlandés.
La ruta Joyce narra un personal recorrido por las cuatro ciudades principales en que transcurrió la vida de James Joyce: Dublín, Trieste, París y Zúrich. Es también algo así como la crónica de una experiencia interior, en la que Zapico desvela sus pasos y andanzas siguiendo las huellas de Joyce a través de una propia llamada.
El libro está escrito con la misma frescura y desenfado que la biografía de Joyce. Lo mismo que en ésta, prevalece la humanidad ante todo. Cabe decir que es un tono que a mí me ha recordado al que usa el canadiense Delisle en sus crónicas también tebeísticas.
Entre unas cosas y otras, leer cómics actualmente se está convirtiendo en una interesantísima fuente de información por acopio de datos. Una fuente gozosa, por cuanto en ella se combinan los elementos estéticos o figurativos con los narrativos.
La biografía se consolida como uno de los géneros
prioritarios en el campo de la novela gráfica
Puede que se trate de una moda, pero lo importante no es
eso.
Si es cierto que el cómic es un arte popular donde los haya
-aunque yo tengo mis dudas, al menos por lo que se refiere a España, donde
tantas cosas salen caras-, la moda de escribir biografías dibujadas servirá
para que muchos personajes interesantes por sí mismos o por sus obras, poco
conocidos por el gran público, pasen a ser accesibles y tal vez inciten al
lector a interesarse por ellos y, si es el caso, por sus obras.
Tal sucede con el escritor irlandés James Joyce, por cuya
biografía, Dublinés, ha recibido Alfonso Zapico este año el premio
nacional de cómic.
Joyce es un autor de primer orden en la literatura del siglo
XX. Su novela Ulysses (1922) marcó un hito de tal envergadura que hoy se
celebra anualmente y no solo en Dublín todos los 16 de junio lo que se denomina
el "Bloomsday", en honor al nombre del protagonista y a la jornada
completa en que se enmarca esta novela de Joyce.
Con todo, Ulysses es un libro controvertido y de
difícil lectura. Más accesible al lector común es el libro de relatos
Dublineses (1914), donde la prosa de Joyce se atiene a unos registros
más usuales. El último relato de este libro, "Los muertos", dio pie
al monumento cinematográfico que fue la última película de John Huston.
Finalmente, con Finnegans Wake (1939), novela
absolutamente ilegible para muchos, Joyce dejó la prosa inglesa en un nivel prácticamente
inconmensurable.
Pues bien, el tebeo de Zapico nos acerca con frescura,
desenfado y sentido del humor a este oscuro y a la vez luminoso escritor que
fue James Joyce.
Y como digo al principio, bienvenido sea Dublinés si
consigue rebasar el interés por Joyce más allá de los joyceanos.
Manfred Sommer describió a Will Eisner como "el Orson
Welles del cómic". De un modo más preciso, el periódico USA Today se
refirió a The Spirit como "el Ciudadano Kane de los cómics".
En ambos casos se están poniendo en paralelo, por un lado,
la importancia que tuvo Orson Welles -especialmente con su película Citizen
Kane (1941)- a la hora de mostrar las posibilidades expresivas del lenguaje
cinematográfico a través de su sintaxis; y, por otro lado, la importancia que
tuvo Will Eisner para fijar las posibilidades expresivas del noveno arte.
Siendo el caso, como fue, que estas posibilidades gráficas y formales de la
historieta fueron exploradas por Eisner sobre todo mediante su gran creación a
manera de serie: The Spirit (1939-1952).
Tanto es así, que el libro teórico o pedagógico de Eisner:
El cómic y el arte secuencial está plagado de ejemplos e ilustraciones
procedentes de su The Spirit.
Por otra parte, o más bien por la misma, con la Iglesia
hemos topado, as usual:
Dos foros integristas alertan de que la ficción pretende
"lavarles el cerebro a los niños para que piensen que el estilo de vida
homosexual es normal y deseable"
Indignación ultracatólica porque solo un superhéroe de
cómic ha rechazado asistir a la boda gay de los X-Men
El cómic entendido también como crónica con trasfondo
polìtico, pero esta vez realizado de un modo cómico y caricaturesco, es el que
ofrece Quai D'Orsay, cuyo subtítulo es Crónicas diplomáticas.
Hasta ahora han salido dos volúmenes de estas crónicas
centradas en el Quai D'Orsay, que es el nombre popular que recibe en París el
ministerio de asuntos exteriores francés, debido al barrio en que se encuentra
su sede.
Los protagonistas son reconocibles, aunque aparecen con los
nombres cambiados.
Además de proporcionar entretenimiento y alguna risa,
Quai D'Orsay da información muy interesante acerca de los entresijos de
la política internacional y del funcionamiento de un importante ministerio del
ramo, el francés, con toda su corte de asesores, secretarios, responsables y
escribientes al servicio de su titular, el ministro.
Los dibujos, un tanto rabiosos, son de Cristophe Blain. El
guion corre a cargo de Abel Lanzac, pseudónimo tras el que se esconde un
exconsejero de Dominique de Villepin, exministro de exteriores francés y
personaje importante de este cómic.
Así pues, nos encontramos con un producto específico de la
BD francesa. Las historietas están basadas en hechos reales y cuentan con
ironía cómo se cuecen en las alcantarillas ministeriales los comunicados
políticos, entre otras cosas.
Dado el éxito que está teniendo en Francia esta serie, se ha
anunciado ya el rodaje de una película sobre Quai D'Orsay.
La distinción que suele hacerse entre literatura de ficción
y de no ficción, sin dejar en ambos casos de ser literatura, ha llegado también
a los cómics. De este modo encontramos en los estantes tebeos que son de
ficción y otros tantos que no lo son, siendo en todo caso tebeos.
Desde luego el empleo del arte secuencial para reflejar
situaciones reales es mucho más reciente que aquel cómic puramente de ficción
que predomina desde los orígenes de este arte.
Vamos viendo que los cómics de no ficción pueden ser
biográficos y también autobiográficos. De los que han salido hasta ahora en
este hilo, Nietzsche y Pasolini pertenecen al primer grupo,
mientras que Blankets, por ejemplo, forma parte del segundo.
También vimos que hay un paso más allá en la creación de historietas
cuando el cómic se convierte en reportaje periodístico o crónica de
acontecimientos reales. Es el caso de Joe Sacco.
En esta última corriente, la del cómic entendido como fuente
de información periodística, aunque más de estilo blog, se inscribe el
canadiense Guy Delisle (n. 1966), autor de, por ejemplo, Crónicas de Jerusalén.
Delisle se inscribe en la corriente de periodismo gráfico de
algún modo ajemplarizada por Joe Sacco. Ambos dan cuenta mediante viñetas de
una cruda realidad invisibilizada para la mayoría a pesar de los reportajes
clónicos de la televisión y de la prensa escrita. Esta es una de las sorpresas que
ha revelado el cómic en los últimos años: la posibilidad de ser un fiel testigo
de lo que sucede en lugares recónditos y conflictivos.
Sin embargo, los estilos de Sacco y Delisle son diferentes,
si bien ambos dibujan a partir de experiencias sensoriales vividas. Mientras
que el primero realiza reportajes estilo gran periodismo, el canadiense utiliza
un enfoque más personalizado, más de bloguero.
Acabo de encontrar en internet una comparación entre Sacco y Delisle que
no está mal. La copio:
Crónicas del absurdo: Delisle y Sacco
Leí uno detras de otro Palestina. En la Franja de Gaza (Joe
Sacco, Planeta DeAgostini, 2001), Notas al pie de Gaza (Joe Sacco, Mondadori,
2010) y Crónicas de Jerusalem (Guy Delisle, Astiberri, 2011). Ambos son un
acercamiento al conflicto enquistado entre israelíes y palestinos, ambos me
gustaron mucho, pero ambos son desde muchos puntos de vista rádicalmente
distintos. Algunas notas:
1. En muchos aspectos leer a Delisle y a Sacco es como
enfrentar un soneto de Garcilaso y otro de Góngora, o para ser más exactos –y
así ya voy desvelando mis preferencias–, uno de Garcilaso y otro de un imitador
de Góngora: claridad frente a oscuridad, sencillez y densidad. Casi el locus
amoenus frente a la selva tormentosa.
2. Confróntense ambas páginas, elegidas casi al azar:
(Hay dos imágenes
respectivas de Sacco y de Delisle)
La de Sacco (derecha) no respira, no hay huecos, es un
prodigio de aprovechamiento del espacio para recargarlo de información tan
relevante como agotadora; la de Delisle está llena de fugas de luz, de blancos,
de silencios que también transmiten.
3. El planteamiento de ambos define el resultado final:
Sacco es periodista, profesional de la información, y su objetivo es elaborar
un reportaje completo, exhaustivo, busca activamente y urga y excaba. Delisle
es un turista, curioso, hábil, pasmado y dispuesto a integrarse en la sociedad
que le acoge. Una crónica periodística frente a un diario de viaje.
4. Sacco y Delisle son a la vez autores y personajes, soy
consciente: hablo de ambos.
5. El maltés es sarcástico y el canadiense irónico.
6. La figuración de los dos dibujantes es paródica, pero
mucho más agresiva la de Sacco, y más fotográfica a un tiempo.
7. El canadiense es cívico, el maltés político.
8. Y la visión de ambos es complementaria: Sacco nos ayuda a
entender el conflicto político, bélico y civil: la trágica y desigual guerra
constante y sin futuro entre palestinos e israelíes; Delisle nos da una visión
más amable, más de la vida cotidiana de ciudadanos que sufren el conflicto más
secundariamente, pero que lo apoyan, confrontan y padecen. Y ambos dibujan
historias de lo que se vislumbra como la zona más absurda del planeta.
Yo añadiría que la mirada de Delisle está mucho más cerca de
Marjane Satrapi, la autora de Persépolis. Hay cierta ironía y sentido
del humor en su denuncia, lejos de la crudeza de Sacco.
Antes de Dublinés, que ha supuesto el Premio Nacional
de este año para Alfonso Zapico, este joven autor (n. 1981) publicó Café
Budapest (2008).
De alguna manera, la juventud de Zapico se refleja tanto en
el planteamiento como en la resolución de Café Budapest. Pero esto no
significa que estemos ante una obra ingenua o asaz inmadura.
Hace falta cierta valentía para escribir una historia que
transcurre mayormente en el Jerusalem de 1947. El Holocausto era reciente y por
decisión mayoritaria de Naciones Unidas se produjo el "reparto" de
los territorios palestinos, con el bienintencionado propósito de otorgar a
Israel un Estado propio. Por aquel entonces, aquellos territorios estaban
controlados por las fuerzas del Reino Unido. En Jerusalén convivían católicos,
ortodoxos, judíos y musulmanes en relativa paz y armonía. La creación del nuevo
Estado de Israel dentro del mismo territorio se reveló de inmediato como una
suerte de caramelo envenenado. Las fricciones entre unos y otros fueron a más hasta
el punto de que en 1948 el ejército "inglés" abandonó aquella zona,
librando a su suerte a los habitantes de Palestina enfrentados según las
distintas confesiones respectivas. Un auténtico polvorín que perdura hasta
nuestros días.
Con este enmarañado trasfondo, Alfonso Zapico escribe y
dibuja una historia de relaciones familiares, amigables y sinceras. Describe así
un momento fugaz que plantea una convivencia posible entre distintos humanos,
una convivencia basada en la simpatía compartida antes que en otras instancias
religiosas o políticas. Es algo así como el buen vivir espontáneo a la sombra
de un café acogedor. Y animado por la música de un violín tocado por un joven
protagonista.
Café Budapest es la segunda obra importante de un
sorprendente autor asturiano que seguramente dará que hablar en el mundo del
cómic, el tebeo, la historieta.
Antonio Altarriba (n. 1952) es catedrático de literatura
francesa en la universidad del País Vasco. Sin embargo, es más conocido por su
faceta de escritor de novelas, crítico y guionista de tebeos.
Kim (Joaquim Aubert Puigarnau, n. 1941) es un dibujante de
historietas, cuya creación más popular es el personaje Martínez el Facha,
habitual en la revista El Jueves desde 1977 hasta el presente.
Ambos recibieron en 2010 el "Premio Nacional de Cómic
de España" que otorga el Ministerio de Cultura. El motivo de este premio
fue la novela gráfica El arte de volar, con guion de Altarriba dibujado
por Kim.
Esta obra ha sido considerada una de las cumbres de la
historieta realizada en España.
El arte de volar es ante todo una novela gráfica. En cuanto
novela, predomina en ella la narración: es la historia de una vida en el
contexto de la España del siglo XX. En cuanto gráfica, es una sucesión de
imágenes cargadas de mordacidad realista y un tanto caricaturesca. De hecho,
El arte de volar se inscribe en esa tradición tan española del realismo
agrio y acaso agrario, en el cual la realidad deviene símbolo de corte onírico.
Es también, obviamente, una novela política. No puede dejar
de serlo, en la medida en que contar una vida en la España del siglo XX supone
unos escenarios marcados: el final de una monarquía instalada en un país de
miseria y caciques, el advenimiento de la esperanzada II República, el golpe de
Estado fascista y la consecuente Guerra Civil, el combate de los milicianos
anarquistas, el exilio de los republicanos y la segunda guerra mundial, la
autarquía triste y sórdida del franquismo, la denominada transición a la
democracia...
Estos no son escenarios huecos o vacíos. En ellos se
desarrollaron a la vez que se frustraron muchísimas vidas. Una de ellas fue la
de Antonio Altarriba López, el padre del escritor de la novela que comentamos.
Una vida, común y propia a la vez, que sirve de paradigma de tantos héroes
anónimos y silenciados por las circunstancias aquellas.
Probablemente, el maltés de origen Joe Sacco (n. 1960) es el
mejor exponente de lo que hoy en día podemos entender como síntesis de cómic y
periodismo.
Su libro Reportajes es lo que el título indica. Son
seis reportajes, publicados en distintos medios periodísticos y en diferentes
años, en los que se combinan el relato y las viñetas de un modo efectivo.
Los lugares elegidos por Sacco para realizar su trabajo de
reportero son Palestina, Malta (respecto a la inmigración africana), India (en
torno a la casta de los intocables), Irak, el Cáucaso (la situación de las
mujeres en el conflicto checheno) y La Haya (el Tribunal Penal Internacional
para la ex Yugoslavia).
Se trata de escenarios conflictivos en los que Sacco evita
la equidistancia para dar voz a los sin voz. Más que tratar de inquirir en las
causas de los conflictos, el autor se representa a sí mismo haciendo preguntas
y consultando a una de las partes, normalmente la de los desfavorecidos.
Si se me permite un burdo juego de palabras, diré que Joe
Sacco da por saco.
Consciente de que el formato historieta o tebeo puede ser
más atractivo que las desgastadas imágenes clónicas de la televisión o que los
encorsetados y abstractos artículos escritos, Sacco muestra a los lectores una
cruda realidad a menudo invisibilizada, aunque no invisible. Y es una realidad
que molestará a más de uno.
A la hora de realizar su tarea, un dibujante de cómic -un
dibujante a secas- ha de tomar más decisiones prácticas que un escritor o un
fotógrafo. Hay menos implicación, por así decir, del autor en su obra cuando
escribe o fotografía que cuando dibuja. El asunto es que este hecho trae
consigo el problema de la subjetividad asociada al periodismo en viñetas, lo
cual no deja de ser un aspecto parcial del problema más general concerniente a
la validez del periodismo realizado a través de cómics.
A modo de prefacio para su libro Reportajes, Joe
Sacco escribe un texto titulado "¿Un manifiesto?". En él plantea
ambos problemas, el de la validez y el de la subjetividad del periodismo en
tebeo.
El problema de la validez se descarta por sí solo. Es más,
yo añadiría que esta forma de ejercer la profesión de contar lo que sucede
supone una revitalización del propio periodismo. El reportero de cómic dibuja
una realidad que percibe por él, no a través de agencias de noticias o de
gabinetes de prensa. Eso sí, siempre que su trabajo esté presidido por la
veracidad.
En cierto sentido, esta forma de ejercer el periodismo me
recuerda a los artistas que repentizan en una acuarela una escena tomada en
directo de una corrida de toros. Y también me recuerda a los dibujantes que
abocetan o incluso detallan una escena en los tribunales de justicia. La
veracidad, en todo caso, se les supone.
En cuanto a lo segundo, el problema de la subjetividad
presente en el periodismo en general y en la prensa dibujada en particular deja
de ser eso, un problema, si se entiende que lo que importa en el informe o
relato es ante todo la veracidad o sinceridad del reportero. Por decirlo de
otro modo, la subjetividad es inherente a la actividad periodística y
narrativa, y más aún en el caso de emplear el dibujo como medio de expresión,
según vimos arriba.
En este respecto, Joe Sacco cita en su ¿Un Manifiesto? una
frase del célebre periodista estadounidense Edward R. Murrow (conocido entre
nosotros por ser el protagonista de la película de 2005 Good Night and Good
Luck, dirigida por George Clooney):
"Todos somos prisioneros de nuestras propias
experiencias. No podemos eliminar los prejuicios, pero sí
reconocerlos."
O también, como afirma Joe Sacco en otro sitio, el asunto se
reduce a lo siguiente: "Puede que no sea objetivo, pero intento ser
honesto".
El proceso de adquisición de la mayoría de edad del noveno
arte fue simultáneo a una evolución en la mirada de sus artífices: dibujantes y
guionistas o ambas cosas en uno.
De un modo natural, esta mirada se fue concretando en una
progresiva fijación en la realidad. Los héroes y superhéroes planos y el maniqueísmo
del bien y del mal de los inicios fueron sustituidos por un acercamiento
realista a unas situaciones en las que ya no hay buenos ni malos de un modo
absoluto, ya que todos en última instancia somos varias cosas a la vez.
Junto a la línea subjetivista del ojo privado que revela una
personalidad a través de historias más o menos íntimas, aunque con proyección
universalizada, irrumpió en el mundo del cómic otra línea más comprometida con
los acontecimientos históricos y sociales, particularmente conflictivos. El ojo
público, es decir, el enfoque periodístico, aportó una nueva mirada y, sin
dejar de lado el subjetivismo inherente a toda re-creación humana, dio pie a un
nuevo desarrollo en el terreno de la historieta.
Me estoy refiriendo al nuevo periodismo gráfico o, más
concretamente, al empleo del cómic como una nueva forma de periodismo.
A grandes rasgos, entonces, según vamos viendo, diferentes tendencias contribuyeron a que el cómic dejara
de ser "una cosa de chicos" y adquiriera su definitiva mayoría de
edad.
Todo ello tuvo lugar a finales de los cincuenta y en la
década de los sesenta pasados, cuando tantas novedades incidieron en la
realidad.
En América, el tebeo underground (Crumb, Green) introdujo
las libertades temática y narrativa junto con el elemento autobiográfico. El
Will Eisner que surgió a partir de Contrato con Dios recogió esta
influencia.
En Europa, por su parte, el proceso fue, por así decir, más literario. Lo veremos.
La historieta de Oesterheld dio a la aventura un significado
humanista, moral, existencialista. En
ese sentido, renovó la literatura ilustrada de género. Corto Maltés y Frank
Cappa representan un nuevo tipo de héroe surgido de esa renovación.
En el cómic español de la década de los ochenta pasados no
todo fue postmodernidad y grafismo vanguardista.
A Manfred Sommer (1933-2007) le debemos la creción del
personaje Frank Cappa y su magnífica serie de relatos dibujados.
Frank Cappa, el personaje creado por Manfred Sommer, es un
reportero de guerra. Una amiga suya lo define en una viñeta como una mezcla de
Robert Redford y Charlton Heston. Se lo puede encontrar en conflictos bélicos
en África, en Vietnam, en Nicaragua, en Afganistán. O en ambientes exóticos de
Brasil. Incluso en Utopía, un pueblo canadiense fronterizo con EEUU, donde pasó
su infancia y adolescencia.
Las historias de Frank Cappa pertenecen al género de
aventuras. Sin embargo, a pesar de que la mayoría transcurran en escenarios de
guerra, no se trata de una recreación de las viejas Hazañas Bélicas. Más bien
al contrario.
Manfred Sommer (nacido en San Sebastián de padre alemán y
madre andaluza, criado y educado en Barcelona y fallecido en Cartagena)
perteneció, igual que su amigo Carlos Giménez, a esa generación de niños de la
guerra comprometida acaso más existencial que políticamente. Y como enunció
Jean Paul Sartre, el existencialismo es un humanismo. Hay por tanto humanismo a
raudales en las historias protagonizadas por Cappa escritas y dibujadas por
Sommer.
Este humanismo se refleja no solo en los planteamientos y
desenlaces de los argumentos, sino también en el enfoque de los cuadros, el
realismo de las viñetas, el trazado de los personajes; en definitiva, en la
mirada de Manfred Sommer.
Una mirada renovadora, contemporánea, expresada a través de
un depurado clasicismo formal. Así es la propuesta de Sommer y de su gran
creación, el reportero Frank Cappa.
Y bueno, pasando por H. G. Oesterheld llegamos a Hugo Pratt,
el creador del emblemático Corto Maltese.
La primera aventura del intrépido marinero apareció en 1967
en el nº 1 de la revista italiana Sgt. Kirk.
Previamente, Hugo Pratt -nacido en Rimini aunque veneciano
por decisión- había vivido unos trece años en Buenos Aires (entre 1949 y 1962).
Allí trabajó para diferentes editoriales y se relacionó con un puñado de
artistas e ilustradores argentinos. De todos ellos, el que más influyó en Pratt
fue Oesterheld. De hecho, Hugo Pratt colaboró con Oesterheld en tres series de
historietas que han pasado a su vez a la historia. Los tres títulos son:
Sargento Kirk (1952),
Ticonderoga (1957-1958)
y Ernie
Pike (1957-1959),
Oesterheld es a veces considerado como el primer guionista
puro de cómics. No sé si será cierto. El caso es que en su fructífera relación,
Pratt dibujaba y Oesterheld guionizaba, si bien la relación entre ellos no fue tan sencilla.
Hay una cofradía invisible y creciente de lectores encandilados
con El Eternauta.
No es para menos.
11.10.2012
El Eternauta es un cómic argentino de finales de la
década de los cincuenta pasados, cuando predominaban los tebeos de aventuras
por entregas en cuadernillos coleccionables con formato apaisado.
El guion es de Héctor Germán Oesterheld (1919-1978?) y los dibujos
de Francisco Solano López (1928-2011).
El interrogante en la fecha de muerte de Oesterheld indica
un hecho brutal. Fue uno de los miles de desaparecidos durante la dictadura que
entre 1976 y 1983 atemorizó a los argentinos bajo el nombre de Proceso de
Reorganización Nacional. En 1977 Oesterheld fue secuestrado por los militares
-cuando sus cuatro hijas habían sido ya desaparecidas- y supuestamente lo
asesinaron en 1978.
Este dato es muy significativo, pues aporta a la historia de
El Eternauta lecturas que enriquecen su valor ya de por sí singular.
Dejo una foto de Oesterheld con su mujer y sus cuatro hijas
que desaparecieron en la dictadura además de él.
12.10.2012
El Eternauta comenzó a publicarse el 4 de septiembre
de 1957 como suplemento semanal de la revista Hora Cero. Ese día, el 4
de septiembre, fue elegido en 2010 por el Senado argentino como "día de la
historieta". Esto indica la trascendencia que tiene El Eternauta en la
intrahistoria de los ciudadanos argentinos.
En 1969 se publicó una nueva versión de El Eternauta. El
guion seguía siendo de H. G. Oesterheld, pero ahora las ilustraciones las
aportó Alberto Breccia.
Después, en 1976, Oesterheld y el dibujante Solano se
unieron de nuevo para componer El Eternauta. Segunda parte.
El caso es que entre la primera versión de El Eternauta y la
posterior de 1969 más la continuación de la historia en 1976 habían sucedido no
pocos acontecimientos que modificaron la realidad contemporánea. Y en ese
periodo se había producido también la declarada politización de Oesterheld y su
afiliación al partido de Los Montoneros.
Todo ello sirve para explicar los cambios que se perciben en
el tono de la historia y en algunos detalles de estos dos trabajos posteriores
de Oesterheld. Y sirve también para que se puedan hacer sublecturas políticas
ya en la primera versión de El Eternauta.
De hecho, hay una frase de Oesterheld que se cita a menudo y
que encabeza varias ediciones actuales de El Eternauta:
...el único héroe válido es el héroe "en
grupo", nunca el héroe individual, el héroe solo.
Y en efecto, no hay un héroe individual que destaque en El
Eternauta. El héroe es el grupo de supervivientes.
Pero aunque la política pueda subyacer a todo texto y por
tanto también a la primera versión de El Eternauta, esta obra contiene una
posibilidad de lecturas que van más allá de la estricta política entendida como
manifestación de las correlaciones de fuerzas dentro de una nación y de las
diferentes naciones entre sí.
15.10.2012
Este video es un pequeño documental sobre H. G. Oesterheld y
El Eternauta. Interviene su esposa, auténtica superviviente de una experiencia
personal de tragedia griega. Contiene información sobre lo que supuso
Oesterheld en historia del cómic no solamente argentino.
16.10.2012
También es factible una lectura de El Eternauta en
clave analítica.
La historia revela una pesadilla total. Recoge los
fantasmas, las angustias, ansiedades y delirios de una clase media atemorizada
por las incertidumbres. La guerra fría, la crisis económica, las alteraciones
medioambientales, el universo desconocido, la imprevisión del futuro de los
hijos, la falta de un sentido claro y definido en la vida individual y
colectiva... Todo ello subyace en la primera parte de El Eternauta (la segunda
está más claramente definida por un carácter mesiánico y redentor).
Los fantasmas de esa clase media que es el sujeto de esta
historia adoptan formas muy singulares. Son los cascarudos, los manos, los
hombres-robot, los gurbos. Y por encima de todos están los ellos. Son los que
controlan la invasión y a los que los demás fantasmas obedecen. Vienen a ser
algo así como el mal absoluto.
Lo más interesante es que los ellos no aparecen
representados, no tienen una forma definida. Su presencia es inferida, pero no
manifiesta. Esta es una de las claves del éxito de los mejores relatos de
terror. El mal se presiente, se intuye, pero no tiene figura reconocible
(Lovecraft, p. e.).
Al denominarlos así, "los ellos", Oesterheld -no sé
si a propósito o por casualidad- recogió un término freudiano de primer orden,
pues la existencia del "ello" es el fundamento del psicoanálisis. El
ello, el id, no se conoce por sí, sino a través de sus manifestaciones.
Es el inconsciente. Y como Freud enunció, los sueños son la vía privilegiada de
acceso al inconsciente.
Y como venimos diciendo, Oesterheld y Solano plasmaron en
El Eternauta una fantasía onírica de pesadilla, en la cual se revela
algo así como el inconsciente colectivo de una clase media atemorizada. Los
ellos serían una evocación. La del inconsciente incontrolado que asusta.
Mas también hay goce en los sueños. Aunque sea un goce
trágico, como el que late en la lectura de El Eternauta.
Es más que probable que El Eternauta sea causa y efecto a la
vez del interés de los argentinos por el psicoanálisis. Aunque esto último que
digo es una generalización especulativa.