La actitud underground se manifestó tímidamente en España en
las postrimerías del franquismo y ya sin cortapisas tras la muerte del
dictador. El fenómeno coincidió, pues, con el ansia de liberación que vivía un
país deseoso de sacar a la luz lo reprimido. Como cuando se descorchan botellas
de champagne, cava o lambrusco previamente agitadas, el desparramamiento fue
inevitable. En todos los órdenes de la vida social, cultural y política hubo
más de un exceso. Era el precio a pagar por tanta represión acumulada.
Desde una perspectiva más amplia, el momento español se
insertaba en un contexto internacional (todavía no era global) de mutaciones
diversas. El orden instaurado tras la segunda guerra mundial se vio alterado
cuando una nueva generación de entonces jóvenes, nacidos en general a partir de
1945 -aunque algunos antes-, irrumpió en escena demandando unos modos de vida diferentes a los
entonces establecidos. La década de los sesenta fue prodigiosa en cuanto a
contestación y pronunciamientos juveniles. Eso sí, allende los Pirineos, salvo
exiguas excepciones de aquí.
Y después de lo de Vietnam y la defensa de los derechos
civiles; las flores de Berkeley; las represiones de Praga y de Budapest; la
revolución cultural de Mao; el mayo en París y el pop londinense; después de
todo eso, ya en la década de los setenta, fue cuando surgieron actitudes aún
más rompedoras, sobre todo tras 1973, año en que, con la crisis del petróleo,
se hizo evidente que el progreso a ciegas podía extinguir a la humanidad. El
fenómeno punk, las Brigadas Rojas, la antipsiquiatría, el nuevo movimiento
ecologista, la reivindicación y puesta en práctica de la vida entendida como
experimento (experimentación con nuevas sustancias, con nuevas concepciones de
la sexualidad, de la convivencia, hasta de la alimentación) -una
radicalización, en fin, en la ampliación de lo posible-, mostraron que el
sistema había generado por sí un antisistema. Y es cuando se empezó a utilizar
esa expresión, los antisistema, para referir a los que abiertamente se oponían
a los regímenes instaurados durante la guerra fría.
A mediados de los setenta, entonces, el cocido español
bullía en una olla a presión que finalmente no estalló, pero sí fue abierta con
el caldo aún hirviendo.
Así se puede observar que, en los ámbitos de la historieta y
de la ilustración, el underground sesentero de Crumb, Green, Shelton y
Spiegelman, entre otros, se manifestó entre nosotros con unas características
peculiares, dada también la idiosincrasia de nuestro país.
28.01.2014
Makoki, de Gallardo y Mediavilla y Gustavo, de
Max son dos personajes emblemáticos del cómic underground español. Ambos
salieron a la luz en 1977. Y colaboraron en alguna ocasión. Y ambos
compartieron ese tipo de viñeta arrebatada, salvaje, canalla y cachonda,
políticamente ácrata y psicosocialmente enrabiada que es específica de una
modalidad del tebeo underground no solo de aquí. Aunque bien mirado, no es difícil
darse cuenta de que esta modalidad gráfica y narrativa hunde sus raíces en el
tebeo tradicional español, sobre todo el de la escuela Bruguera. Solo que
Makoki y Gustavo aportaron unos referentes políticos impensables en los tebeos aquellos.
Otro realizador de comix o cómic underground español de
finales de los setenta pasados fue Nazario. A través de su personaje Anarcoma y
de otras historietas afines, Nazario mostraba un campo de batalla, por así
decir, hipersexualizado, pretendidamente provocador y transgresor. Su estilo era
igual de arrebatado, salvaje, canalla, cachondo, ácrata y enrabiado que el de
los dos anteriores.
Pero no todo el comix español de finales de los setenta
pasados tenía ese matiz antisistema. Más amable, festiva, juguetona,
mediterránea y un tanto fallera fue la actitud underground -contracultural
entonces- de Javier Mariscal en aquellos años. El trazado de sus Garriris
parece sacado sin más de las tiras de George Herriman.
El caso es que Nazario y Mariscal comparten, junto a los
hermanos Farriol y otros tres o cuatro dibujantes más, el honor de haber
conseguido publicar en 1974, tras secuestro y proceso judicial absolutorio, el
que es considerado primer tebeo underground de la historieta española: El
Rrollo Enmascarado
No obstante, tras esa primera absolución, el comix español
padeció un buen número de expedientes, sanciones, etc., en aplicación de la
conocida como "Ley de Prensa de Fraga", que no quedó derogada hasta
la promulgación de la Constitución de 1978.
En este enlace de Tebeosfera se cuenta el Nacimiento y primeros pasos de El Rrollo Enmascarado:
Como veíamos en otros posts, a este primer tipo de cómic underground
en nuestro país se le aplicó la etiqueta "línea chunga". Sin embargo,
si bien este rótulo puede ser útil en un momento inicial del estilo de un autor
en concreto, como es el caso de Max, es un marchamo inservible para
caracterizar una obra entera.