Salud y tebeos

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(Winsor McCay)
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domingo, 10 de marzo de 2013

El Cubri

En los años setenta del siglo pasado, durante el tardofranquismo y la transición, aparecieron en distintos medios ilustrados unas viñetas inquietantes y fuertemente políticas. Estaban firmadas por un nombre también inquietante: El Cubri.

Igualmente, El Cubri se mostraba ilustrando panfletos y carteles políticos, portadas de libros, folletos y publicaciones varias y a través de historietas con sentido hipercrítico.

Con el tiempo iríamos descubriendo que ese nombre misterioso cubría la colaboración de dos dibujantes (Saturio Alonso y Pedro Arjona) y un guionista (Felipe Herández Cava). Por otra parte, parece ser que El Cubri era un modo castizo de homenajear al cineasta Stanley Kubrick.

Y así, en el terreno de la ilustración, El Cubri suponía un trasunto de lo que en el mundo del arte figurativo suponían otros nombres como el Equipo Crónica y el Equipo Realidad.


Eran años de búsqueda y de exploración, de confluencia entre estilos, de entender que la poesía y el arte eran armas cargadas de futuro.


 El que parte y reparte se queda con la mejor parte (1975) es un álbum que recoge lo mejor del tebeísmo político creado por El Cubri en la primera mitad de la década de los setenta pasados. Había una clara voluntad de compromiso por parte de estos autores en la línea de entender la historieta como un vehículo de denuncia y de transformación social.

Sin embargo, tal vez debido a la evolución de los acontecimientos en nuestro propio país (tras las elecciones constituyentes de 1977) y más allá de él (con el advenimiento del tatcherismo y de la era Reagan), tal vez debido a un ahondamiento en la mirada de estos autores y a una modificación de sus circunstancias personales, tal vez debido a las influencias en el cómic hispano de otros medios como el cine y la novela de la serie negra, o seguramente debido a la confluencia de todos esos factores individuales y colectivos, más algunos otros, el hecho es que hacia finales de aquella década y comienzos de los ochenta El Cubri sorprendió a sus seguidores con unas nuevas series de historietas aparentemente alejadas de la abierta denuncia política, aunque sin duda aún cargadas de intencionalidad.


Mucho se ha escrito y opinado acerca de un supuesto abandono de sus primeros planteamientos por parte de El Cubri y de su apuesta en favor de unos parámetros más comerciales. Que el cielo los juzgue por ello. Lo cierto es que la historia del cómic en español ganó al enriquecerse con la mirada desencantada de estos lúcidos creadores.


12.03.2013

El tándem El Cubri (reducido a Felipe Hernández Cava y Pedro Arjona) permaneció en activo hasta mediados de los años 80, tras pasar por las páginas de revistas como Triunfo, Cuadernos para el diálogo, Cambio 16, Por Favor, o La Codorniz. Su última colaboración fue la tira semanal El hombre invisible en el diario El País. En épocas recientes, Arjona y Hernández Cava, que coincidieron colaborando en la realización de algunos documentales, han rescatado el seudónimo en diversas ocasiones (los libros colectivos 11-M. Once miradas y Guadalajara será la tumba del fascismo).

Entre otras producciones, el equipo realizó obras memorables como Cadáveres de permiso, Sombras, Francografías, Tal como éramos, Luis Candelas...

Sin embargo, rastreando en la red todavía encontramos Pecios, una serie de microvídeos mordientes de los últimos años y realizados por El Cubri.



15.03.2013

Sombras, de El Cubri (Cava y Arjona) es un volumen que recoge doce historietas de cuatro páginas cada una, además de un apéndice de bocetos titulado "Sombras inacabadas", un interesante prólogo de Hernández Cava (guionista del equipo) y un epílogo. La primera edición, que ofrece las cinco primeras entregas de la serie, es de 1983. La segunda, que aquí comentamos, es de 2004.

Está en la línea de Sueños de plomo y Cadáveres de permiso, dos historias de El Cubri protagonizadas por el detective Peter Parovic. Es decir, Sombras se inscribe en el universo de la serie negra. Lo hace además con mayúsculas, pues estamos ante un exponente en nuestro país del cómic que bebe directamente del cine y la literatura, un tanto a la manera de Muñoz y Sampayo y su Alack Sinner

Las referencias cinematográficas, literarias, jazzísticas, urbanas y ambientales de Sombras inciden en cada viñeta y emergen para el lector atento a través de una economía expresiva concisa, exacta y precisa. Diríase que incluso se escucha la música de jazz mientras los ojos y la mente se deslizan por entre las viñetas de las historias que componen el libro. 

El blanco y negro riguroso de Sombras excluye los grises. Solo hay contrastes muy acusados entre los dos extremos, sin gama cromática interpuesta. Las viñetas de este libro recuerdan así a las xilografías de Masereel.


 El cine está muy presente en Sombras. Los títulos de referencia son muchos. No obstante, en este sentido, escribe Hernández Cava en el prólogo:

Pero si hoy tuviéramos que quedarnos con un solo nombre del celuloide de entre los miles que se agazapan detrás de cada viñeta ése tendría que ser el del director de fotografía Russell Metty, cuya manera de tratar las sombras en planos geométricos nos abrió, especialmente a Pedro, un horizonte ilimitado.

De he hecho, el volumen que comentamos se cierra con un exhaustivo epílogo dedicado a la filmografía de Russell Metty.

Respecto al giro que supuso Sombras en la trayectoria de El Cubri y a la innovación que aportó en la intrahistoria del cómic de aquí, Cava escribe lo siguiente:

"Sombras", lo hemos dicho muchas veces, fue vista por algunos como una traición a nuestros postulados de historieta política, una suerte de concesión al mercado. Pero la realidad era muy distinta. Surgió, a partes iguales, del interés por explorar los instantes más codificados de ese género y del amor por una narrativa que tantas alegrías nos regaló generosamente. Y el citado mercado, al que se suponía que estábamos rindiendo finalmente pleitesía, tardó su tiempo en hacernos un hueco.