Esto de la obra abierta no es un invento reciente.
En 1898 fue publicada simultáneamente en Londres y en Nueva
York The Turn of the Screw, de Henry James, conocida entre nosotros como
Otra vuelta de tuerca.
Probablemente, esta novela es el paradigma contemporáneo de
obra abierta en el terreno de la ficción. Las interpretaciones de lo que en
ella se narra son múltiples. ¿Es una novela de fantasmas? ¿Es una descripción
del horror provocado por la mente enferma de una institutriz? ¿Es una muestra
de los monstruos que produce la represión sexual? ¿Es una ensoñación
neogótica?¿Es una superfetación burlona de los relatos victorianos? ¿Es una
simple broma literaria? El estilo peculiar de Henry James, irónico y ambiguo a
la vez, permite varias sugerentes lecturas de su evanescente prosa.
Más arriba, a propósito de la Recherche de Proust, ya
expuse mi escaso por no decir nulo interés por leer adaptaciones a cómic de obras
literarias, si bien manifestaba aquella excepción.
Sin embargo, lo que tengo ahora entre manos es una verdadera
curiosidad. Se trata de una secuela de Otra vuelta de tuerca. Es un
cómic que se inicia justamente donde acaba la novela de James. Su autor es Keko
(José Antonio Godoy, n. 1963). Y su título es La protectora.
01.04.2013
Keko explora en La protectora el lado oscuro. El
reverso victoriano que revela Mr. Hyde. El mismo que veíamos al comentar
From Hell.
Otra vuelta de tuerca puede ser leída como la
justificación fantasmática de un crimen, el que cometió la institutriz (que no
tiene nombre en la novela, como para engrandecer su figura) sobre el niño
Miles.
[Aprovecho para hacer un inciso acerca de la moda de los
spoilers. Entiendo que la novela de James es suficientemente conocida, hay
además un puñado de películas al respecto. Y si no lo fuese, esta puede ser una
ocasión para ir conociendo la historia. Y además, esta es solo una lectura
entre varias de la novela.]
El relato de la institutriz está poblado de fantasmas. Por
eso The Turn of The Screw es considerada una novela inaugural. Abrió una nueva era en eso que se ha dado en denominar género de
fantasmas.
Y eso da mucho juego para los artistas como Keko, quien en
La protectora escarba entre los fantasmas y consigue el logro: que sea
el lector quien aporte sus propios fantasmas para la consecución del relato.
La sociedad victoriana, londinense en particular, coincidía
con la sociedad vienesa, al menos temporalmente. La Viena del doctor Freud.
Ahora bien, mientras Freud desveló la sexualidad de un modo magistral, los
victorianos la encerraron en burdeles y en sitios peores, sometiéndola además a
una brutalidad como la que expresa el caso de Jack.
Seguramente, Freud la clavó cuando descubrió la naturaleza
sexual de nuestra energía vital. Y las formas de ordenarla con ayuda de los
mecanismos de defensa, entre los que se encuentra la racionalización. Freud
abrió también el inconsciente a la conciencia, poblándolo de contenidos e imágenes
que pueden ser fuente inconsciente de fantasmas o imágenes fantasmáticas, valga
la redundancia.
De este modo, el relato de la institutriz puede ser leído
como una racionalización (mecanismo de defensa) para justificar una muerte de
la que es responsable. El hecho de que el mecanismo se llame racionalización no
significa que lo irracional no pueda irrumpir en el relato. Vía libre para los
fantasmas. Más aún, ¿estará ella ciertamente loca, o es una verdadera maestra
en el arte de la racionalización?
La naturaleza sexual de los fantasmas de la institutriz, uno
de ellos en particular, es evidente en la novela.
Fantasmas, sexualidad reprimida y crimen. En plan mansión
victoriana. Una combinación fructífera que Henry James aportó al tiovivo
cultural y de la que el dibujante y escritor Keko nos muestra una inquietante
versión en viñetas en La protectora.
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El lado oscuro que bordea los límites de la representación
del sujeto compromete el orden constituido, o tal vez lo sostiene dialéctica o
antagónicamente, en cuanto alude al mal y a su representación.
Cuando el mal aludido es encapsulado en una noción absoluta,
el Mal, y además se le inviste como principio ontológico dinámico y fundante,
pasa a ser un elemento transcendental de la lucha entre el Bien y el Mal.
Fácilmente, esta díada agónica o lucha entre contrarios sirve para alimentar
religiones, herejías, sectas. En unos casos, como en el maniqueísmo, la lucha
entre Bien y Mal es constitutiva y constituyente; es estructural, no tiene
solución. En otros casos, como en el gnosticismo, es una lucha que se resuelve
cuando vence finalmente el Bien.
Ya vimos en otro post la virtualidad que encierra la gnosis
para un cierto tipo de narrativa y en particular para las artes visuales
dinámicas como el cine (especialmente el de aventuras arquetípicas) o
secuenciales como el cómic.
Igual que Santiago Valenzuela en su serie del capitán
Torrezno, también Keko recurre en su guión de La protectora a la gnosis.
Y lo hace introduciendo en el relato a los carpocracianos, una secta gnóstica
fudada por Carpócrates de Alejandría en los primeros siglos de nuestra era.
Esta referencia a una secta oculta o liga de caballeros
victorianos que actúan en un Londres de oscuridades, atrocidades y sombras
sitúa este trabajo de Keko muy cerca de From Hell.
La lectura que interpreta Otra vuelta de tuerca como
una racionalización à la Freud, elaborada por una institutriz que
justifica fantasmáticamente la muerte de un niño, permite superar una
cosmovisión en la que el mal fuese un elemento transcendental, en el sentido de
que sin él no podría existir la realidad. Es una lectura que si no resuelve el
conflicto, es en última instancia esperanzadora, pues da a entender que en
situaciones naturales normales no cabrían esas deformaciones fantasmáticas y
fantasmagóricas de lo que hay.
De todas formas, es manifiesto que el mal da más juego para
la industria del arte y del entretenimiento que el bien.
La protectora es notable también gráficamente. El
blanco y negro, la técnica del claroscuro vanguardista de Keko resalta la
intensidad de los diferentes puntos de vista.