El cine y el western (y el psicoanálisis, por cierto)
nacieron de la mano con el siglo XX y lo cubren por completo, nouménica y
fenoménicamente.
El siglo XXI parece que va por otros derroteros, lo cual
confirma que cada centuria tiene su propia especificidad.
Uno de los grandes guionistas de tebeos de aventuras del
siglo XX fue Jean-Michel Charlier (1924-1989). Hemos visto que Charlier creó
junto con el dibujante Jean Giraud dos
series del oeste: Blueberry y Jim Cutlass. La primera de ellas,
mucho más extensa y extendida, consiguió demostrar definitivamente que existe
una poética del cómic tan sólida y sugerente como pueda ser la poética del
cine, en esta ocasión circunscribiendo las artes al género western.
Charlier creó otra serie adscribible a este género, esta vez
dibujada por un español afincado en Francia, el asturiano Víctor de la Fuente (1927-2010). Se
trata de Los Gringos.
Una vez más, Charlier inició la serie, pero no la culminó.
De los seis episodios que componen Los Gringos, solo escribió los dos
primeros (Viva la
Revolución y Viva Villa). Posteriormente, Guy Vidal
se ocupó de guionizar los cuatro restantes (Viva Adelita, Viva
México, Viva Blueberry y Viva Zapata). Del dibujo y la
ilustración de la serie completa se encargó De la Fuente.
La mera enumeración de los títulos que conforman Los
Gringos instala al lector en el marco en que se desenvuelven los hechos, la
revolución mexicana -y sus principales protagonistas- durante el segundo
decenio del pasado siglo. Los gringos no son otros que dos jóvenes
estadounidenses ("del otro lado de Río Grande") que se ven
involucrados a su pesar en los acontecimientos narrados. No obstante, los dos
gringos solo son la ocasión para el despliegue visual (De la Fuente ) y narrativo
(Charlier y Vidal) que se ofrece al lector.
Lo que prevalece en Los Gringos es la acción, la
aventura. El ritmo vertiginoso que Charlier imprimía a sus guiones arrastra la
historia sin tregua o descanso para el lector. Guy Vidal estuvo a la altura, si
bien se percibe un talento distinto en su escritura. En ambos casos, el
entretenimiento aparece fuertemente asentado en la documentación y la fidelidad
histórica, de modo que en más de un sentido Los Gringos viene a ser un
fresco deleitoso de la
Revolución mexicana. Esta circunstancia, unida a la importancia
que en esta historieta adquieren la gasolina y el motor de explosión (avioneta,
automóvil) y la ametralladora en detrimento del caballo y la pistola, mas
-razón determinante- la ausencia de un héroe o antihéroe caracterizado como
tal, lleva a poner en cuestión que Los Gringos sea ciertamente un
western.
Eso es lo de menos, me parece. Los escenarios, los
personajes, las acciones y sobre todo la épica implícita, convierten esta serie
en un magnífico regalo para los degustadores del género del oeste.