Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 30 de marzo de 2019

Surrealismo y acción realizativa

Fermín Solís (n. 1972) publicó en 2008 (y luego en 2009) el tebeo Buñuel en el laberinto de las tortugas. Ahora, en 2019, ha publicado una nueva edición, relacionada con el estreno en cine de la película de animación que versiona el cómic. Los trasvases de un medio a otro a menudo se coimplican; así, en la nueva edición en papel, Solís ha optado por el color, en consonancia con la textura del filme. Es probable que algo se gane con esta nueva edición coloreada, pero de lo que no cabe duda es de que también algo irreparablemente se pierde respecto a la edición anterior, en blanco y negro. En cualquier caso, la narración de Buñuel en el laberinto de las tortugas coincide en cualquiera de sus versiones, si bien las diferencias formales entre unas y otras pueden incidir en la recepción del discurso. 


"El laberinto de las tortugas" es una metáfora referida, en principio, a un territorio físico. La historia que nos cuenta Fermín Solís en su obra tiene que ver con el rodaje del filme Las Hurdes (Tierra sin pan), llevado a cabo por Buñuel y su equipo ―Pierre Unik, Éli Lotar, Ramón Acín― entre abril y mayo de 1932. Uno de los aciertos de esta historia, a mi juicio, estriba en que invita al lectoespectador a reflexionar acerca de los límites, si es que los hay, entre el realismo y el surrealismo. En alguna ocasión me he referido al término 'superrealismo' como designador de una visión de la realidad que engloba contenidos y esquemas conscientes e inconscientes, de manera que el surrealismo sería al fin una versión omniabarcante u omnímoda de lo real. El surrealismo complementa el realismo como Buñuel a Galdós, a pesar de la diferencia pragmática que los separa. Por decirlo de algún modo, en términos de filosofía del lenguaje, si bien ambos pueden coincidir en su pretensión constatativa, realismo y surrealismo difieren en otro propósito, esto es, en la pretensión realizativa ―o performativa― que caracterizó al surrealismo bretoniano compartido en sus inicios por Buñuel. En el movimiento surrealista de los años veinte y treinta del siglo pasado hay una llamada a la acción, revolucionaria y directa, con todas las reservas que esta expresión, 'acción revolucionaria directa', conlleva. Los surrealistas recogieron la consigna épater le burgeois que cundió entre simbolistas y estetas franceses (Baudelaire, Rimbaud) e ingleses (Wilde) de finales del XIX. Su compromiso ("el surrealismo al servicio de la revolución") se cifró, antes de la afiliación y abandono del partido comunista francés por algunos de ellos (Breton, Aragon, Eluard, Péret), en una celebración del acto revolucionario... o del escándalo. Es lo que se esconde tras la boutade de Breton según la cual el gesto surrealista más simple consiste en salir a la calle revólver en mano y disparar al azar contra la gente, pero también tras el acto de Buñuel vestido de monja. En términos de nuevo de la filosofía del lenguaje, las emisiones performativas pueden ser afortunadas, pero también desafortunadas.

Una fuente imprescindible para acceder a Luis Buñuel, que sin duda Fermín Solís conoce, es Mi último suspiro, la autobiografía dictada por el director de cine a Jean-Claude Carrière y publicada en 1982 (hay una edición de 2018). De un modo genérico, el surrealismo atraviesa toda esta obra, igual que atraviesa toda la vida del cineasta aragonés. Pero además Buñuel dedica  un  capítulo de este libro al surrealismo específicamente comprendido entre 1929 y 1933, período al que corresponden las tres películas que componen la primera etapa del director: Un chien andalou, La edad de oro y Las Hurdes (Tierra sin pan), aunque el comentario sobre este último título lo realiza Buñuel en un capítulo posterior al específico del surrealismo. Un perro andaluz y La edad de oro se inscriben netamente en el panteón surrealista. La filiación de Las Hurdes (Tierra sin pan) es menos transparente. La exacerbación del realismo en esta película le confiere una tintura superrealista.


Del rodaje en sí de Las Hurdes apenas habla Buñuel en su libro, con lo que el relato de Fermín Solís en Buñuel en el laberinto de las tortugas es en realidad una elaboración del historietista extremeño, aunque siempre a partir de unos indicios documentados. Y es aquí, en esta circunstancia, donde se encuentra lo mejor de esta historieta, ya que mientras por un lado se plantea en ella la (im)posibilidad de plasmar artísticamente una realidad como tal sin contar con la realización del autor, por otro lado esta práctica de Solís conecta con la llevada a cabo por el propio Buñuel en el rodaje de Tierra sin pan. No se trata tanto de que deba de haber o no manipulación, sino de que sin manipulación ―sin intervención― autoral no habría resultados artísticos, documentales o no, ficticios o no ficticios. 



miércoles, 20 de marzo de 2019

Sento en El Prado. Por amor al arte

En ciertas ocasiones la autocomplacencia no solamente es justa, sino también necesaria. Es lo que se percibe ante el último tebeo de Sento Llobell, Historietas del Museo del Prado. Autocomplacencia plenamente justificada. El Museo del Prado cumple en 2019 doscientos años, y a los fastos de la celebración se suma este nuevo trabajo del reconocido historietista valenciano. 


"Por amor al arte". Es otra forma de sintetizar el sentido de estas historietas y del volumen entero de Sento. El Museo del Prado es una de las joyas del patrimonio nacional español, una joya repleta de joyas. Uno de sus múltiples valores, sin embargo, se encuentra fuera de sus muros; en concreto, en el imaginario común a los tantísimos amantes del museo... y en el corazón de cada uno de ellos. En este tebeo, la estrategia de Sento se ha orientado a transmitir mediante lo que tan bien sabe hacer, historietas, ese amor compartido por el Museo del Prado. Y lo hace desde una perspectiva tan castiza y costumbrista como corresponde, primero, a ese templo madrileno que es la pinacoteca del Prado; y, segundo, al arte de los tebeos predominantes en el segundo tercio del siglo pasado, un arte que Sento actualiza en cada entrega, incluso en ese cómic tan serio que es su Dr. Uriel. Es la caricatura como palabra mayor al servicio de la narración y sus significados, justamente lo contrario de lo que sería una narración al servicio de la caricatura sin más. 

Desde este planteamiento, la ficción atañe más a la técnica de representación que a su contenido. Todas las historietas reflejan acontecimientos reales vinculados al museo, incluida la sorprendente noticia del incendio de 1891. El propio Sento protagoniza con su familia una de las historietas, la cual transcurre en una de las extenuantes colas de espera ante la antológica de Velázquez de 1990. Y así sucesivamente, hasta completar las siete historietas que conforman el libro al estilo del más puro tebeo, como ya dijimos. Hay ficción, eso sí, contenida en el prólogo, firmado por Etelvino Gayangós, conserje perpetuo de la pinacoteca que actúa como testigo de lo que se narra. Hay en fin, también lo hemos dicho, complacencia por el Museo del Prado y autocomplacencia por ser un bien común y de cada uno. Y un desmedido amor por el arte.

Historietas del Museo del Prado invita a su vez a reflexionar sobre el valor y la importancia de los bienes públicos, a diferencia de los privados. Pero esa es otra historia, no del todo ajena a estas historietas de Sento. 


viernes, 8 de marzo de 2019

El Noi del Sucre, historia gráfica

Lluís Juste de Nin acaba de publicar en Trilita Edicions El Noi. Vida i mort d'un home lliure. El libro continúa la serie Cròniques a llapis, iniciada por De Nin en 2007 con Montecristo 1941 ―tras la omniabarcante Els Nin. Memòries a llapis d'una família catalana (2004)―, serie mantenida por el autor a razón de una nueva entrega cada año. Tal y como viene siendo habitual desde el título de 2016: Andreu Nin. Seguint les teves passes, el volumen de 2019, El Noi, es ya la cuarta entrega de la serie que aparece publicada en dos versiones lingüísticas, una ―la original― en catalán y otra ―traducida por Tània Juste― en castellano. Y tal y como viene siendo habitual también desde entonces, 2016, El Noi reafirma el abandono por parte de Juste de Nin del formato anterior, en el cual combinaba hábilmente novela e historia en lenguaje gráfico, para insistir más en el lado puramente histórico del guion, si bien con las pertinentes licencias en segundo plano. 

Uno de los atractivos de El Noi coincide con el hilo conductor de este tebeo, que no es otro que el proyecto de De Nin de responder a la pregunta sobreimpresa en la cubierta del tomo: "¿Quién fue El Noi del Sucre?". Supongo que para una gran mayoría (historiadores, eruditos, sindicalistas, cenetistas y afines aparte), potenciales lectores o no de este libro, la figura del anarquista histórico Salvador Seguí (1886-1923), apodado El Noi del Sucre, es absolutamente desconocida o, como mucho, objeto de vagas referencias. Solamente por eso ya es recomendable este trabajo. Divulga un periodo conflictivo y da a conocer un personaje real e influyente, aunque sometido a la trituradora de ese artefacto perverso que es el olvido histórico. Pura historia gráfica ofrece de nuevo De Nin en El Noi. Material para profesores de secundaria, lectores impenitentes, políticos concienciados o aficionados curiosos. 

No obstante, tratándose de Juste de Nin, el análisis de su última obra no se quedará seguramente ahí. Ha de haber algo en la figura de Salvador Seguí, en sus planteamientos estratégicos y tácticos, en su forma de actuar, valioso para De Nin y que justifique la insistencia y las repeticiones históricas que el autor lleva a cabo en El Noi. Unas repeticiones que acentúan la importancia de lo acontecido en el primer tercio del siglo XX para comprender no ya el resto del siglo pasado, sino también lo que llevamos del presente en nuestro país.


El Noi. Vida i mort d'un home lliure representa un montón de referencias históricas de primer orden. Destacan, resumiendo mucho, el origen de Solidaritat catalana (curiosamente a raíz de la chispa encendida por un chiste gráfico de Junceda en 1905) por un lado, y el nacimiento de la CNT (en 1910, a partir del sindicato Solidaridad Obrera) por otro lado, en la Barcelona de Ferrer i Guàrdia y su Escuela Moderna y, por contrapartida, del pistolerismo. Ambos acontecimientos, el de 1905 y el de 1910 recogen cada uno movimientos y fuerzas preexistentes; pero a la vez trazan fines tan aparentemente divergentes como lo son la creación de un Estado nuevo... frente a la abolición de todo Estado. Sin embargo, independientemente de su más que (im)probable convergencia (teórica) en la hora final ―en el vértice de la Historia―, ambas metas pueden coincidir en la comprensión de los medios, en la vía de emancipación. (Una prueba histórica, por cierto, de que la convergencia de fines aludida es posible la proporciona Juste De Nin cuando muestra en El Noi la sintonía personal de Salvador Seguí con Lluís Companys y con Francesc Macià respectivamente).

En mi lectura, encuentro que el interés actual por El Noi del Sucre se lo proporciona a De Nin más la vía de aquel que su fin. «La emancipación... no se conseguirá ni con palabras llenas de viento ni con pistolas». Es la vía de Seguí. Es también la vía por la que apuesta, me parece, De Nin. Nos encontramos ante uno de los tebeos de la ilusión, solamente contrarrestado por la ilusión del tebeo. (Continuará.)

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