Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 11 de junio de 2023

Metaimagen y autorrepresentación como estrategia

Es una estrategia ingeniosa la que Javier Marquina ―en el guion― y Rosa Codina ―a cargo del arte― mantienen en Cómo salvar la industria del cómic sin tener ni puta idea, un álbum en el que predominan la metaimagen y la autorrepresentación, tanto aplicadas al negocio del tebeo en España como a los propios autores de esta obra en concreto. 

Es obvio en primer lugar que algo de idea sí que tienen Marquina y Codina, como se demuestra a lo largo del álbum. El reclamo, con todo, es el reclamo. Ahora bien, lo de cómo salvar una industria, cualquier industria (sea o no cultural: qué decir por ejemplo de quienes se entregan al arte dramático) es harina de otro costal. Bien mirado, es esta una cuestión permanente en cualquier actividad cuyo funcionamiento se basa en la adquisición o el consumo de los bienes elaborados. En el ámbito que nos ocupa, ni siquiera el tebeo francófono o el angloamericano se escapan de la revisión continua de sus planteamientos, ya que es una revisión que se encuentra en el núcleo de la dependencia del mercado. Ahora bien, ahora bien... Javier Marquina y Rosa Codina se refieren en todo momento a la industria del cómic en nuestro país, una industria y un mercado que se encuentran muy lejos de lo que ocurre en otros países como Japón, Francia o Estados Unidos.  


Aunque en ocasiones se pudiera confundir en este libro el humor (más o menos gore algunas veces, postapocalíptico otras, claramente irónico y listo siempre) con la autocomplacencia, no es esta, desde luego, la que predomina en el tebeo, lo que sería a fin de cuentas absurdo. La estrategia de ambos autores, como digo, estriba en autodibujarse como representantes de la situación autoral para ofrecer una metaimagen (una imagen a través de las imágenes del tebeo) de la situación de la industria aquí. Ficción y no ficción se funden en Cómo salvar la industria del cómic sin tener ni puta idea en la medida en que, primero, toda historieta es una ficción añadida al mundo, como lo es toda autorrepresentación, pero, en segundo lugar, el objeto directo de este libro, el asunto que se trata, no es para nada ficticio, sino que es una certera metaimagen de cómo funciona el tinglado editorial y autoral en nuestro país. El enfoque de este asunto por parte de Codina y Marquina es abiertamente externalista: informa de la situación del mercado. Es por tanto coherente en extremo la estrategia de la autorrepresentación, puesto que la cosa consiste en vender ejemplares a toda costa. Y es que hablamos, a fin de cuentas, de una historieta (un producto que a priori ha de captar la atención del lector), bien que centrado en la industria del tebeo. 


Lo que sí que prevalece en Cómo salvar la industria del cómic sin tener ni puta idea es que la pasión es lo que mueve esta historia. Yo no sé si la industria se salvará de sí misma, pero sí tengo claro que mientras haya gente que proyecta su deseo en las historietas, como lo son los autores (Antonio Altarriba y Laura Pérez Vernetti firman sendos prólogos de este libro)... y los lectores (sin los cuales estaríamos ante un lenguaje privado, el del autor), el cómic, de un modo u otro, se encuentra a salvo... por mucho que se insista en que el infierno está lleno de buenas intenciones.