Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 26 de junio de 2022

Vidas cruzadas (8). Joséphine Baker


En el conglomerado o tejido de vidas cruzadas que el cómic biográfico va tejiendo acerca de las relaciones entre las culturas políticas y artísticas del siglo XX, a través de sus personajes, no puede faltar esta enorme biografía de Joséphine Baker. Se trata del tercer volumen, inédito hasta ahora en nuestro país, de los cuatro que hasta ahora Catel Muller y José-Louis Bocquet (Catel & Bocquet) han dedicado en cada caso a la biografía de una mujer relevante, tras centrarse previamente en Olympe de Gouges y en Kikí de Montparnasse, y posteriormente en Alice Guy. Los epílogos de los cuatro volúmenes cuentan con un nutrido apéndice biográfico que relata las vicisitudes de los personajes que aparecen en ellos (que no son pocos) y de sus cruces con la protagonista. 


Respecto a Joséphine Baker, no creo que sea un oxímoron afirmar que su vida es una especie de vanguardia mainstream, por cuanto en ella encontramos reflejados muchos de (por no decir todos) los motivos artísticos y políticos que alimentaron el siglo pasado, más o menos asimilados algunos en nuestro siglo, o en vías de asimilación ―siendo optimistas― los otros. Por un lado hallamos cómo conectó con las vanguardias artísticas europeas y la fascinación de estas por la negritud y el primitivismo, También se encuentra el antisegregacionismo que compartió desde su vuelta a Estados Unidos, su activismo en favor de los derechos civiles, la fundación de su familia: "la tribu arcoíris", su defensa de la igualdad en la diferencia. Por otro lado está su éxito sin parangón en París, su lucha a favor de la Resistencia francesa, su reconocimiento unánime al final entre un público de toda índole, los funerales de estado con que fue despedida, su consideración final ejemplar. 

No podía, desde luego, faltar este cómic en nuestra serie de Vidas cruzadas. 


jueves, 16 de junio de 2022

¿Discurso de la servidumbre voluntaria?

Hay una pregunta que late no solo en el corazón de las tinieblas, sino también en la periferia del colonialismo. Su formulación es muy simple: ¿Cómo es posible que unos pocos dominen a una población sumamente mayoritaria? Es una pregunta, formulada ya a mediados del siglo XVI por Étienne de la Boétie, que no se limita a la situación colonial, aunque es en este contexto donde se manifiesta con mayor crudeza. 


«Éramos más poderosos que ellos. ... Descalzos y sin nuestros brazos ... no hubieran durado ni un minuto aquí.»
Son tantas las capas de composición y de lectura que Pere Ortín ―con su guion― y Nzé Esono Ebalé ―con su arte― despliegan en Diez mil elefantes, que resulta difícil recogerlas en una breve entrada de blog. Probablemente la menos amable, por no decir antipática, es la que se centra en el discurso de la servidumbre voluntaria, pero es que a mí me ha parecido que es lo que sobresale ante la belleza que encierra este "artefacto cultural y narrativo", que es como describe este tebeo Pere Ortín en su epílogo. Un tebeo, sí, que le da la vuelta a los tebeos de la época colonial, franquista en este caso. 

La inversión se manifiesta en primer plano por la voz del narrador, que es la del sometido ¿voluntariamente? 
«Pero creo que no debimos dejar que nos dijeran lo que teníamos que hacer. Si lo pienso bien hoy, diría que fuimos cobardes.»
Es la voz que examina y escruta. Y que pone en evidencia. Lo que pasa es que acaba disolviendo la historia en el mito: el de los diez mil elefantes. Es un mito que sirve para impulsar el relato interior del tebeo ―y que enlaza al amo con el esclavo―, pero también el relato que construye el lector en su imaginario. En otro lugar [aquí] me referí al colonialismo belga en el Congo, al papel del mito en el imaginario ilustrado y a su tratamiento en algunos tebeos (Hergé, Tirabosco y Perrisin, Schrawen). 

Quizás el colonialismo español (en África) haya encontrado su tebeo gracias a Ortín y Esono (Un día vi 10.000 elefantes es también un documental de 2016 guionizado por Pere Ortín). Enlaza, desde luego, con nuestro imaginario: las colonias españolas aprendidas en la infancia (Río Muni y Fernando Poo, hoy Guinea Ecuatorial), los cromos de Vida y Color, los anuncios de ColaCao. Es, pese a su belleza formal (como la del lugar que describe) un tebeo doliente. Sin duda, porque es "una historia basada en hechos reales". Tan real y doliente como puede ser el discurso de la servidumbre voluntaria. 


domingo, 5 de junio de 2022

La sublimación compartida

Este fin de semana, Silvia Hernando firma en Babelia el siguiente artículo:


El artículo coincide en el tiempo con la aparición en nuestro idioma de Seguir dibujando, un tebeo de la francesa Coco (Corinne Rey) publicado originalmente en 2021. Es una coincidencia que no pasa de ahí. El malestar es una constante de la civilización, como constantes son los medios para sublimarlo: arte, filosofía, literatura, ciencia, religión, viajes, gastronomía… (la cultura es causa, pero también efecto del malestar) El artículo de Silvia Hernando trata de escritoras y escritores que convierten su trastorno en objeto directo de la narración, y considera que se trata de una novedad (poco menos que una moda, tal y como lo plantea) en literatura. Pero en materia de cómic, qué les voy a decir, llevamos ya años con este asunto, conscientes de que el cómic es un arte visual, además de narrativo, que goza de los beneficios de la sensorialidad


El tebeo de Coco tiene su origen en una experiencia extremadamente traumática, para nada infantil: la matanza llevada a cabo por dos islamistas enmascarados el 7 de enero de 2015 en las dependencias de la revista Charlie Hebdo en París. Fue un horrible atentado perpetrado directamente contra dibujantes y humoristas gráficos (aunque las víctimas excedieron ese marco). Los miembros de la redacción de Charlie ―o dibujantes cercanos a ella― que por diferentes motivos no sucumbieron en la masacre deben sobrellevar esa experiencia traumática, es una circunstancia vital que les acompaña. Seguir dibujando, pues, se inscribe en un conjunto de cómics cuyo origen se encuentra en aquella brutalidad: Catharsis (2015), de Luz (Rénald Luzier), autor que quedó a las puertas de la redacción el día del atentado; La levedad (2016), de Catherine Meurisse, quien llegó tarde a la reunión de los lunes porque el despertador no sonó; Si Dios existe (2015), de Joann Sfar, testimonio honesto de un dibujante allegado, y ahora el cómic de Coco, redactora que abandonó la reunión previamente y tuvo la desgracia de tropezarse a la salida con los terroristas que la obligaron a que les facilitase el acceso a la sede de Charlie Hebdo

"Hay algo insoportable en la belleza" (Coco)

Por diversas razones, Seguir dibujando remite de algún modo a La levedad (puede que una de esas razones sea la práctica coetaneidad de Coco y Meurisse, con solo dos años de diferencia entre ambas). No para compararlas en su calidad, al menos en mi caso, pues creo que son las dos absolutamente completas en su singularidad. A mí me ha interesado ver de qué distinta manera subliman una y otra el trauma común. 

"He vivido una muerte en mi interior: la de la levedad" (Coco)

Por decirlo de algún modo, Coco se centra más en el proceso traumático mismo, en su lucha con él, mientras que Meurisse representa en su obra diferentes medios de sublimación (finalmente, la belleza y el arte [aquí]). En Coco, en cambio, es el dibujo mismo la tabla de salvación... el dibujo asociado al buen rollo de la revista (pese a las inevitables discusiones) y de Cabu en particular. 

"No lo puedo aceptar" (Coco)

Coco nos regala, así, un hermoso libro dibujado, hermoso a pesar de la dureza del motivo del trauma y del doloroso proceso de liberación. De paso, nos recuerda la importancia de los valores de la laicidad, de la sátira, del inconformismo, de la risa, de la celebración de la vida. Valores, en fin, indisociables de la revista Charlie Hebdo

Los que no sabemos dibujar sublimaríamos un trauma, si fuese el caso, escribiendo. Mientras tanto, seguiremos leyendo tebeos.