Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

jueves, 28 de marzo de 2013

La protectora

Esto de la obra abierta no es un invento reciente.


En 1898 fue publicada simultáneamente en Londres y en Nueva York The Turn of the Screw, de Henry James, conocida entre nosotros como Otra vuelta de tuerca.


Probablemente, esta novela es el paradigma contemporáneo de obra abierta en el terreno de la ficción. Las interpretaciones de lo que en ella se narra son múltiples. ¿Es una novela de fantasmas? ¿Es una descripción del horror provocado por la mente enferma de una institutriz? ¿Es una muestra de los monstruos que produce la represión sexual? ¿Es una ensoñación neogótica?¿Es una superfetación burlona de los relatos victorianos? ¿Es una simple broma literaria? El estilo peculiar de Henry James, irónico y ambiguo a la vez, permite varias sugerentes lecturas de su evanescente prosa.

Más arriba, a propósito de la Recherche de Proust, ya expuse mi escaso por no decir nulo interés por leer adaptaciones a cómic de obras literarias, si bien manifestaba aquella excepción.

Sin embargo, lo que tengo ahora entre manos es una verdadera curiosidad. Se trata de una secuela de Otra vuelta de tuerca. Es un cómic que se inicia justamente donde acaba la novela de James. Su autor es Keko (José Antonio Godoy, n. 1963). Y su título es La protectora.


01.04.2013


Keko explora en La protectora el lado oscuro. El reverso victoriano que revela Mr. Hyde. El mismo que veíamos al comentar From Hell.

Otra vuelta de tuerca puede ser leída como la justificación fantasmática de un crimen, el que cometió la institutriz (que no tiene nombre en la novela, como para engrandecer su figura) sobre el niño Miles.

[Aprovecho para hacer un inciso acerca de la moda de los spoilers. Entiendo que la novela de James es suficientemente conocida, hay además un puñado de películas al respecto. Y si no lo fuese, esta puede ser una ocasión para ir conociendo la historia. Y además, esta es solo una lectura entre varias de la novela.]


El relato de la institutriz está poblado de fantasmas. Por eso The Turn of The Screw es considerada una novela inaugural. Abrió una nueva era en eso que se ha dado en denominar género de fantasmas.

Y eso da mucho juego para los artistas como Keko, quien en La protectora escarba entre los fantasmas y consigue el logro: que sea el lector quien aporte sus propios fantasmas para la consecución del relato.

La sociedad victoriana, londinense en particular, coincidía con la sociedad vienesa, al menos temporalmente. La Viena del doctor Freud. Ahora bien, mientras Freud desveló la sexualidad de un modo magistral, los victorianos la encerraron en burdeles y en sitios peores, sometiéndola además a una brutalidad como la que expresa el caso de Jack.


Seguramente, Freud la clavó cuando descubrió la naturaleza sexual de nuestra energía vital. Y las formas de ordenarla con ayuda de los mecanismos de defensa, entre los que se encuentra la racionalización. Freud abrió también el inconsciente a la conciencia, poblándolo de contenidos e imágenes que pueden ser fuente inconsciente de fantasmas o imágenes fantasmáticas, valga la redundancia.

De este modo, el relato de la institutriz puede ser leído como una racionalización (mecanismo de defensa) para justificar una muerte de la que es responsable. El hecho de que el mecanismo se llame racionalización no significa que lo irracional no pueda irrumpir en el relato. Vía libre para los fantasmas. Más aún, ¿estará ella ciertamente loca, o es una verdadera maestra en el arte de la racionalización?

La naturaleza sexual de los fantasmas de la institutriz, uno de ellos en particular, es evidente en la novela.

Fantasmas, sexualidad reprimida y crimen. En plan mansión victoriana. Una combinación fructífera que Henry James aportó al tiovivo cultural y de la que el dibujante y escritor Keko nos muestra una inquietante versión en viñetas en La protectora.



01.04.2013


El lado oscuro que bordea los límites de la representación del sujeto compromete el orden constituido, o tal vez lo sostiene dialéctica o antagónicamente, en cuanto alude al mal y a su representación.

Cuando el mal aludido es encapsulado en una noción absoluta, el Mal, y además se le inviste como principio ontológico dinámico y fundante, pasa a ser un elemento transcendental de la lucha entre el Bien y el Mal. Fácilmente, esta díada agónica o lucha entre contrarios sirve para alimentar religiones, herejías, sectas. En unos casos, como en el maniqueísmo, la lucha entre Bien y Mal es constitutiva y constituyente; es estructural, no tiene solución. En otros casos, como en el gnosticismo, es una lucha que se resuelve cuando vence finalmente el Bien.

Ya vimos en otro post la virtualidad que encierra la gnosis para un cierto tipo de narrativa y en particular para las artes visuales dinámicas como el cine (especialmente el de aventuras arquetípicas) o secuenciales como el cómic.

Igual que Santiago Valenzuela en su serie del capitán Torrezno, también Keko recurre en su guión de La protectora a la gnosis. Y lo hace introduciendo en el relato a los carpocracianos, una secta gnóstica fudada por Carpócrates de Alejandría en los primeros siglos de nuestra era.

Esta referencia a una secta oculta o liga de caballeros victorianos que actúan en un Londres de oscuridades, atrocidades y sombras sitúa este trabajo de Keko muy cerca de From Hell.

La lectura que interpreta Otra vuelta de tuerca como una racionalización à la Freud, elaborada por una institutriz que justifica fantasmáticamente la muerte de un niño, permite superar una cosmovisión en la que el mal fuese un elemento transcendental, en el sentido de que sin él no podría existir la realidad. Es una lectura que si no resuelve el conflicto, es en última instancia esperanzadora, pues da a entender que en situaciones naturales normales no cabrían esas deformaciones fantasmáticas y fantasmagóricas de lo que hay.

De todas formas, es manifiesto que el mal da más juego para la industria del arte y del entretenimiento que el bien.

La protectora es notable también gráficamente. El blanco y negro, la técnica del claroscuro vanguardista de Keko resalta la intensidad de los diferentes puntos de vista.



viernes, 22 de marzo de 2013

Trazo de tiza

Aparentemente, Trazo de tiza, de Miguelantxo Prado (n. 1958), es un cómic alejado de las historias de la serie negra, existencialistas, bélicas y urbanas que hemos ido viendo en los últimos posts. Pero ya digo que solo aparentemente. Las pesadillas tienen muchos escenarios. Y algunos pueden ser tan bellos como las viñetas de esta historia de Prado.


Y es que la paleta de colores no debe adormecer al lector hasta el punto de hacerle ignorar lo que se cuenta.

24.03.2012
"Y así, el mundo, el universo todo, queda aquí dividido en dos por este trazo de tiza en mitad del Océano."

Trazo de tiza (1993) es un cómic postmoderno. El mero año de su publicación es un indicio, aunque no suficiente y mucho menos necesario. Su categoría de postmoderno le viene dada por su misma concepción, ejecución y factura. Es una obra abierta, en la que el autor cuenta unos hechos aparentemente banales -si bien enmarcados en un escenario muy bello- e intercala algunas pistas que pueden permitir al lector encontrar diferentes lecturas de esos hechos y del relato entero. Son esas lecturas que aporta el lector las que enriquecen la obra, que pasa de este modo a tener una estructura abierta.

Unas de las pistas que ofrece el autor son citas culturales: Borges, Bioy Casares, Tabucchi... A mí me parece que la principal para "entender" esta historia es la referencia a La invención de Morel, de Bioy Casares. Otras pistas son gráficas, ofrecidas en alguna viñeta. Si alguien tiene tiempo e interés por acceder a un análisis universitario de este cómic, puede leer en el siguiente enlace un artículo titulado Intertextualidad y metaficción en "Trazo de tiza" de Miguelantxo Prado:


De todas formas, quiero insistir en que no es preciso tanto culturalismo para disfrutar Trazo de tiza. Una simple lectura lineal de la historia ofrece al lector como mínimo un goce sensorial proporcionado por los encuadres, las perspectivas y sobre todo el tratamiento del color de Miguelantxo Prado.


Es evidente la influencia del impresionismo en las viñetas de Prado. Por ejemplo, Edgar Degas.


Siquiera sea por razones estéticas, también postmodernas, la reciente edición de Trazo de tiza se cierra con una página de homenaje a Hugo Pratt.


Por cierto, si este tebeo de Miguelantxo Prado no ganó en su momento el Premio Nacional del Cómic, supongo que sería porque en 1994 ese galardón no existía. Sin embargo, fue oficialmente más que reconocido cuando la FNMT le dedicó una serie de sellos de Correos.



lunes, 18 de marzo de 2013

Las serpientes ciegas

Más allá de su participación en El Cubri, el talento como guionista de Felipe Hernández Cava (n. 1953) quedó revalidado con Las serpientes ciegas.

En esta ocasión, Cava contó como ilustrador o dibujante de su historia con Bartolomé Seguí (n. 1962). El resultado de esta colaboración fue un cómic de impecable factura y justamente premiado.


La afinidad de Hernández Cava con el género o subgénero de la serie negra se vio con claridad en los trabajos de El Cubri desde finales de los setenta.

La expresión "serie negra" tiene su origen en las novelas de Carroll John Daly, Dashiell Hammett y Raymond Chandler, inspiradoras de una literatura específica, difícil de conceptuar, aunque reconocible. Dichas novelas fueron publicadas en la colección Série Noire de la editorial Gallimard y en la revista Black Mask estadounidense.

 En realidad, lo característico de la Serie Negra de Gallimard era el color de sus portadas, esto es, el negro. A partir de ahí, sesudos estudios y especulaciones intentan determinar cuáles son exactamente las características de la serie negra. Yo soy partidario de utilizar al respecto la definición ostensiva. Mostrar, por ejemplo, una novela de Hammett y decir: esto es.

Varios grandes realizadores de cine de los años cuarenta y cincuenta pasados se inspiraron en este tipo de literatura y llevaron a cabo un buen número de películas que forman el imprescindible "cine negro", bien conocido por los seguidores del séptimo arte. Es materia de otro hilo deshilvanar el meollo de esta gran tradición cinematográfica que llega hasta nuestros días.

Por cierto, la influencia del cine de Stanley Kubrick en El Cubri, expresada sin reservas en el nombre del equipo, sería sobre todo la de sus películas iniciales: Killer's Kiss (El beso del asesino, 1955) y The Killing (Atraco perfecto, 1956). Junto a estos títulos clásicos del cine negro de Kubrick, también sería una referencia ineludible en el imaginario de El Cubri Spartacus (Espartaco, 1960), si bien más por su lectura política.


Esta compenetración con el género negro tuvo su plasmación en la estética de los contrastes en blanco y negro presente en Sombras y en las historias protagonizadas por Peter Parovic. El claroscuro utilizado por El Cubri eliminaba, como dijimos en otro post, los grises. Se centraba específicamente en la zona oscura.

Y el hecho es que este formato de serie negra está presente también en Las serpientes ciegas. Solo que el duro blanco y negro de las historias anteriores de Cava en su colaboración con Arjona es sustituido ahora en su trabajo con Seguí por otra paleta... en la que predominan los rojos y los ocres.


Y solo también, que, en consonancia con ello, Las serpientes ciegas cuenta una historia de mayor alcance, por su carga evidente de crítica de las ideologías.


20.03.2013

Una temporada en el infierno


La historia que se cuenta en Las serpientes ciegas transcurre entre Nueva York en el verano de 1939 y Barcelona y frente del Ebro unos meses antes, durante la Guerra Civil. No es, sin embargo, "una historia más sobre la guerra civil".

Se trata, más bien, de una especie de pesadilla urbana. El calor de New York en verano en la época de la Depresión, el color rojo omnipresente en cada página, la búsqueda incesante y la sed de venganza de los personajes, su oscuro pasado que se insinúa, la soledad, la violencia latente, la aplastante fuerza de la ideología que confunde la revolución con el mal... Todo esto más la mirada atónita del lector convierte Las serpientes ciegas en un cómic que asombra, pero también desazona.


En cierto modo, el antiestalinismo presente en esta obra, igual que en el ¡No pasarán! de Giardino, recuerda al que sugiriera en 1994 Nikita Mikhalkov en su película Quemado por el sol. Las serpientes ciegas son las más venenosas.

En este respecto, es ilustrativo un diálogo entre dos personajes del cómic:

¿Crees que es un poli? No lo sé. Pero lo poco que ha contado parecía una sarta de patrañas. ¿Y tú qué le has dicho? Le he hablado del sueño de la emancipación de los parias... y de cómo los que se dejan embriagar por él desatienden la suerte de los más próximos. Tengo la intuición de que volverá.

De todas formas, Las serpientes ciegas es un relato que no se agota en una mera lectura política. Pertenece más bien al género negro (aquí rojo) netamente existencialista. De corte sartreano.


22.03.2013

Tanto en ¡No pasarán! como en Las serpientes ciegas, los personajes se mueven en el contexto de las Brigadas Internacionales, el POUM, el PSUC-PCE, los anarquistas... Más o menos el ambiente descrito por George Orwell en su Homenaje a Cataluña,



domingo, 10 de marzo de 2013

El Cubri

En los años setenta del siglo pasado, durante el tardofranquismo y la transición, aparecieron en distintos medios ilustrados unas viñetas inquietantes y fuertemente políticas. Estaban firmadas por un nombre también inquietante: El Cubri.

Igualmente, El Cubri se mostraba ilustrando panfletos y carteles políticos, portadas de libros, folletos y publicaciones varias y a través de historietas con sentido hipercrítico.

Con el tiempo iríamos descubriendo que ese nombre misterioso cubría la colaboración de dos dibujantes (Saturio Alonso y Pedro Arjona) y un guionista (Felipe Herández Cava). Por otra parte, parece ser que El Cubri era un modo castizo de homenajear al cineasta Stanley Kubrick.

Y así, en el terreno de la ilustración, El Cubri suponía un trasunto de lo que en el mundo del arte figurativo suponían otros nombres como el Equipo Crónica y el Equipo Realidad.


Eran años de búsqueda y de exploración, de confluencia entre estilos, de entender que la poesía y el arte eran armas cargadas de futuro.


 El que parte y reparte se queda con la mejor parte (1975) es un álbum que recoge lo mejor del tebeísmo político creado por El Cubri en la primera mitad de la década de los setenta pasados. Había una clara voluntad de compromiso por parte de estos autores en la línea de entender la historieta como un vehículo de denuncia y de transformación social.

Sin embargo, tal vez debido a la evolución de los acontecimientos en nuestro propio país (tras las elecciones constituyentes de 1977) y más allá de él (con el advenimiento del tatcherismo y de la era Reagan), tal vez debido a un ahondamiento en la mirada de estos autores y a una modificación de sus circunstancias personales, tal vez debido a las influencias en el cómic hispano de otros medios como el cine y la novela de la serie negra, o seguramente debido a la confluencia de todos esos factores individuales y colectivos, más algunos otros, el hecho es que hacia finales de aquella década y comienzos de los ochenta El Cubri sorprendió a sus seguidores con unas nuevas series de historietas aparentemente alejadas de la abierta denuncia política, aunque sin duda aún cargadas de intencionalidad.


Mucho se ha escrito y opinado acerca de un supuesto abandono de sus primeros planteamientos por parte de El Cubri y de su apuesta en favor de unos parámetros más comerciales. Que el cielo los juzgue por ello. Lo cierto es que la historia del cómic en español ganó al enriquecerse con la mirada desencantada de estos lúcidos creadores.


12.03.2013

El tándem El Cubri (reducido a Felipe Hernández Cava y Pedro Arjona) permaneció en activo hasta mediados de los años 80, tras pasar por las páginas de revistas como Triunfo, Cuadernos para el diálogo, Cambio 16, Por Favor, o La Codorniz. Su última colaboración fue la tira semanal El hombre invisible en el diario El País. En épocas recientes, Arjona y Hernández Cava, que coincidieron colaborando en la realización de algunos documentales, han rescatado el seudónimo en diversas ocasiones (los libros colectivos 11-M. Once miradas y Guadalajara será la tumba del fascismo).

Entre otras producciones, el equipo realizó obras memorables como Cadáveres de permiso, Sombras, Francografías, Tal como éramos, Luis Candelas...

Sin embargo, rastreando en la red todavía encontramos Pecios, una serie de microvídeos mordientes de los últimos años y realizados por El Cubri.



15.03.2013

Sombras, de El Cubri (Cava y Arjona) es un volumen que recoge doce historietas de cuatro páginas cada una, además de un apéndice de bocetos titulado "Sombras inacabadas", un interesante prólogo de Hernández Cava (guionista del equipo) y un epílogo. La primera edición, que ofrece las cinco primeras entregas de la serie, es de 1983. La segunda, que aquí comentamos, es de 2004.

Está en la línea de Sueños de plomo y Cadáveres de permiso, dos historias de El Cubri protagonizadas por el detective Peter Parovic. Es decir, Sombras se inscribe en el universo de la serie negra. Lo hace además con mayúsculas, pues estamos ante un exponente en nuestro país del cómic que bebe directamente del cine y la literatura, un tanto a la manera de Muñoz y Sampayo y su Alack Sinner

Las referencias cinematográficas, literarias, jazzísticas, urbanas y ambientales de Sombras inciden en cada viñeta y emergen para el lector atento a través de una economía expresiva concisa, exacta y precisa. Diríase que incluso se escucha la música de jazz mientras los ojos y la mente se deslizan por entre las viñetas de las historias que componen el libro. 

El blanco y negro riguroso de Sombras excluye los grises. Solo hay contrastes muy acusados entre los dos extremos, sin gama cromática interpuesta. Las viñetas de este libro recuerdan así a las xilografías de Masereel.


 El cine está muy presente en Sombras. Los títulos de referencia son muchos. No obstante, en este sentido, escribe Hernández Cava en el prólogo:

Pero si hoy tuviéramos que quedarnos con un solo nombre del celuloide de entre los miles que se agazapan detrás de cada viñeta ése tendría que ser el del director de fotografía Russell Metty, cuya manera de tratar las sombras en planos geométricos nos abrió, especialmente a Pedro, un horizonte ilimitado.

De he hecho, el volumen que comentamos se cierra con un exhaustivo epílogo dedicado a la filmografía de Russell Metty.

Respecto al giro que supuso Sombras en la trayectoria de El Cubri y a la innovación que aportó en la intrahistoria del cómic de aquí, Cava escribe lo siguiente:

"Sombras", lo hemos dicho muchas veces, fue vista por algunos como una traición a nuestros postulados de historieta política, una suerte de concesión al mercado. Pero la realidad era muy distinta. Surgió, a partes iguales, del interés por explorar los instantes más codificados de ese género y del amor por una narrativa que tantas alegrías nos regaló generosamente. Y el citado mercado, al que se suponía que estábamos rindiendo finalmente pleitesía, tardó su tiempo en hacernos un hueco.


domingo, 3 de marzo de 2013

Tintin, Paco Roca

Hoy cumple un año este hilo. Lo inicié como una aventura. Y como tal me va resultando. Creo que hay maneras peores de pasar el tiempo. 

Por otra parte, qué casualidad, hoy hace treinta años del fallecimiento de Hergé (Georges Remi), el creador de Tintin (Tantán para los francófonos).

No fui tintinófilo y pienso que a estas alturas ya nunca lo seré. Cada vez tenemos menos filias. No obstante, sería injusto no reconocer la importancia e influencia que ha tenido y que tiene Hergé. Los tebeos de Tintin han sido la puerta de acceso al noveno arte no solo para miles y miles de lectores, sino también para muchísimos creadores de cómics.


A propósito de Tintin he leído una declaración de Paco Roca, ganador del Premio Nacional de Cómic en 2008 por Arrugas, que viene a decir en castellano (la fuente está escrita en valenciano) lo siguiente:

"'Los cigarros del faraón' fue, ciertamente, el cómic que más leí en mi infancia. Por medio de sus páginas magistrales, en cada una de sus lecturas, descubrí por qué los cómics tienen una lectura mágica: el lector puede avanzar página tras página, puede pararse en una viñeta y perderse allí y, a continuación, retroceder, porque la lectura de un cómic es infinita y diferente para cada lector, algo así como 'El libro de arena', de Borges."



Me parece inmejorable lo que afirma Roca. No con respecto a Tintin, sino sobre el significado que puede tener la experiencia de leer cómics.