Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 24 de noviembre de 2019

La paradoja de Hicksville


Existe un lugar secreto que solo es conocido si permanece oculto, y solo puede permanecer oculto en la medida en que se lo conoce. Dylan Horrocks (Nueva Zelanda, 1966), al desvelar la existencia de ese lugar, desvela el secreto; pero cuanto más conocido, más oculto permanece. Es un secreto compartido. Su lugar se encuentra en la imaginación de los que lo saben. Tebeos como Hicksville (1998) actualizan la existencia de ese sitio y extienden su conocimiento íntimo. 

Hicksville es una historieta que trata sobre el mundo de las historietas, un mundo que inspira a Horrocks y atrapa a los lectores que siguen su narración gráfica. Hicksville, como indica la paradoja enunciada, se halla en una imaginación compartida, habitada en este caso por espacios y personajes de cómic. El arte de Horrocks sitúa en un mapa, que es real ―reconocible― e irreal a la vez, ese lugar singular. La lectura de Hicksville sugiere la paradoja a la que he puesto su nombre.

La tierra natal de Dylan Horrocks, la ubicación geográfica en que el autor sitúa Hicksville en su narración, su afición por los mapas (el dibujado por James Cook, el de los maoríes Tuki Tahua y Ngahuruhuru), el sentido de su relato gráfico (Hicksville)... todo junto me ha recordado el lema No Longer Down Under. Horrocks cartografía uno de los universos de la imaginación. Con ello eleva la posición del imaginario de los tebeos, pero también la importancia de su realidad efectiva.



domingo, 17 de noviembre de 2019

Rusty Brown - Chris Ware


Rusty Brown es otra muestra de la fidelidad de Chris Ware a su estilo personal, otra prueba de la constancia y aplicación milimétrica con que lo realiza. Tanto es así, que a primera vista, hojeando simplemente el volumen de este generoso cómic que supera las 350 páginas, antes de leerlo, uno llega a pensar que Ware ofrece más de lo mismo. Sin embargo, Rusty Brown sorprende de nuevo. Una vez más, en esta obra, la precisión de entomólogo con que Chris Ware compone sus páginas y viñetas se la exige él también como justa contrapartida al lector, quien no tiene más remedio que aplicarse y concentrar su atención ayudándose de una buena lupa, si es que quiere acceder a la última partícula significante del texto.

Aunque lo cierto es que Rusty Brown no es del todo una novedad, o solo lo es en su cuarta parte. Tanto la Introducción del libro (pp. 1-113) ―escrita y dibujada entre 2000 y 2003―, como las historias de William Brown (pp. 114-182) ―entre 2002 y 2004― y de Jordan Lint  (pp. 183-263) ―2006―, fueron publicadas originalmente en diferentes medios antes de ser recogidas en The ACME Novelty Library, el comic book o tebeo personal de Chris Ware (núms. 16-17, 19 y 20) y finalmente, "con ligeras modificaciones y renovaciones", pasar a constituir respectivamente las tres primeras partes de Rusty Brown. En cambio, el grueso de la cuarta historia del libro, la dedicada a Joanne Cole (pp. 264-351) ―dibujado y escrito entre 2012 y 2018―, ha permanecido inédito hasta su publicación en Rusty Brown, salvo sus primeras cuatro páginas, aparecidas en 2014 en Drawn & Quarterly.

Es esta cuarta parte, la historia de Joanne Cole, la que produce un prolongado pellizco que sacude al lector (o por lo menos lo ha hecho conmigo). Es esta la mayor sorpresa del libro de Ware.

El tebeo Rusty Brown recoge una labor de 18 años de Chris Ware, independientemente de su dedicación a "otros proyectos y experimentos artísticos", en palabras del autor. Por otra parte, el cierre del libro, previo a las guardas, lo colma la palabra Intermedio a doble página ―un poco a la manera en que las películas de larga duración (como Gone With the Wind, p. e.) interrumpían con igual intertítulo en la pantalla la proyección en las salas de cine durante unos minutos―, lo cual, junto al hecho de que el contenido del tomo actual no coincide del todo con lo detallado en los informes editoriales, confirma que habrá al menos una segunda parte como continuación de Rusty Brown. Esperamos que así sea. Nos serviría además para entender mejor el título de la obra, si bien la metáfora del copo de nieve aclara ya de por sí suficientemente las cosas.

Normalmente, cuando en la Gran Conversación surge el tópico de la relación (sea de identidad, de semejanza, de analogía o de divergencia) entre la literatura y el cómic, aparecen las referencias a ―y las menciones de― Chris Ware. El historietista de Chicago parece ser un paradigma (sería excesivo escribir "el paradigma") de la equiparación entre cómic y literatura. Es más, en alguna ocasión [aquí, por ejemplo] ha salido a relucir un cierto talante proustiano de Ware, en cuanto a su capacidad de transponer cabalmente al lenguaje del cómic tanto el latido del narrador como el fluir de los acontecimientos que cubren À la recherche du temps perdu. Curiosamente, esta hipótesis que establece una cercanía de fondo entre Proust y Ware queda fortalecida al contemplar un par de viñetas de Rusty Brown en las que un personaje aparece leyendo En busca del tiempo perdido. En cualquier caso, lo cierto es que Chris Ware lleva años produciendo con meticulosidad una gran obra gráfica de algún modo en sintonía con el legado de los escritores de literatura contemporánea. Después de todo, con la ironía que le caracteriza, Ware se revela como un artista autoconsciente que utiliza el lenguaje de los cómics ("la ficción gráfica visual") para trasladar su cosmovisión a través de personajes e historias que comparten una afinidad no solamente estilística, sino dramática y existencial. A la manera de los buenos escritores. Pero esta autoconsciencia autoral, esta entrega a las exigencias del arte, no lleva implícito un desentendimiento de los asuntos políticos, públicos. Por citar solo un caso: el pálpito del racismo (su reflejo, su denuncia, quiero decir) atraviesa varias páginas de Rusty Brown, igual que lo hace el affaire Dreyfus en varias páginas de La Recherche.

La hermandad entre cómic y literatura es también ―o quizá sobre todo― de orden estético. En este respecto, las preocupaciones estéticas de Chris Ware alcanzan el diseño de todos los componentes de sus realizaciones gráficas, incluido el libro mismo. Ware es de nuevo consciente de este hecho, tal como lo da a entender en el encarte lúdico inserto en el volumen Rusty Brown, mediante la siguientes palabras, cargadas del frío distanciamiento y la desencantada ironía tan habituales en él:
Los lectores de auténtica literatura moderna son sensibles al dilema estético del "libro como objeto"; esto es, el círculo toroide de que el texto, en tanto texto, para ser considerado atleta en el campo de juego del Arte, debe servir también como cuerpo vinculado al relato,...
Y el goce estético, en fin, es el premio por el uso de la lupa cuando leemos a Chris Ware.


miércoles, 13 de noviembre de 2019

El árabe del futuro 4

"El árabe del futuro podría contar seis volúmenes", afirmó Riad Sattouf en noviembre de 2018, tras la publicación en francés del cuarto tomo de lo que viene siendo una serie de Continuará en formato de libro. Tiene su mérito. La calidad de la narración en historieta de Sattouf mantiene un interés avalado por unas cifras que apuntan a los dos millones de ejemplares vendidos hasta ahora en más de veinte idiomas. Cuando apareció en mayo de 2014 el primer volumen de L'arabe du futur, el autor anunciaba lo que iba a ser una trilogía o quizás tetralogía. El número de volúmenes previstos entonces ha sido elevado hasta seis, lo cual confirma que nos encontramos ante una gran roman-fleuve (novela río) cuyos avatares despiertan expectación importante. Sattouf ha trasladado a la novela por entregas el continuará de la historieta clásica... sin dejar de hacer historieta. Puesto que de una novela se trata, bien que escrita en lenguaje gráfico.

[Entradas anteriores referidas a: El árabe del futuro 1El arabe del futuro 2El árabe del futuro 3]


En buena medida, el interés que suscita El árabe del futuro se sostiene en la transitividad de una historia que es capaz de sustentar un discurso, pero también su contrario. A estas alturas del relato ya está claro que mi impresión ante el primer tomo de la serie no coincide con el desarrollo de los acontecimientos que se narran. Pero era una lectura posible, en consonancia con el título del tebeo. Y en cualquier caso, menos desesperanzada que lo que vamos leyendo sugiere. La posibilidad de un Islam comprometido en lo público y en lo privado con los valores de la modernidad, incluido el valor de la laïcité, se nos presenta ya claramente en el seno de la historia de Riad Sattouf como un coste de oportunidad asumido por su padre ocasionalmente, durante su estancia en Francia, para beneficiarse en lo personal (doctorado, matrimonio, trabajo) con ventaja. Es esta una lectura doliente, muy lejos de aquella sugerencia de realización universal de los valores políticos ilustrados que el primer volumen de El árabe del futuro auspiciaba. Y lo que es peor, da a entender que "el árabe del futuro" es una expresión ciertamente ambigua. Alimenta significados polivalentes y hasta contrapuestos.


Pero estas son solo impresiones relativas a discursos extremos. Encontramos muchos otros elementos implícitos y explícitos en la novela familiar de Sattouf, en su narración. El dominio gráfico del artista francosirio apela incluso a sensaciones olfativas, mediante menciones de olores, con el resultado de una historia envolvente que abarca sentimientos y emociones que no dejan de activar diferentes ideas en el lector. La dialéctica ―polarizada entre un padre y una madre que sintetizan concepciones antagónicas― mueve tanto la historia personal de Sattouf como su relato, pero también modela y modula el proceso de formación del autor. Un proceso que, según vemos, confirma que las diferencias entre los humanos son más adjetivas que sustantivas...

Lo mejor de momento será esperar a la conclusión de la serie, sin dejar de disfrutar con cada entrega de la misma.