Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 21 de marzo de 2015

El árabe del futuro 1. Riad Sattouf y el cómic confesional

El árabe del futuro (2014), de Riad Sattouf, termina así: Continuará... Es el primer volumen de una tri- o tal vez tetralogía aparentemente autobiográfica, si bien esta descripción se queda pequeña ante la lectura del libro. El simple y a la vez enorme título de la obra, un hallazgo genial, sugiere que no se trata de un mero relato ombliguista. Aunque es pronto para valorar el conjunto de una obra de la que solo conocemos su primera entrega, sí podemos apuntar mientras tanto algunas observaciones.

En esta primera aproximación a El árabe del futuro tomaré como foco significante el "cómic confesional" en cuanto forma de manifestación de la literatura confesional. A ver qué sale.


El origen franco-sirio de Riad Sattouf (n. 1978) y los detalles de su biografía (nacido en Argelia, de padre sirio y madre francesa, primera infancia en Libia y Siria y posterior vida en Francia) lo ubican como un representante idóneo de la primera generación europea postcolonial. Y digo idóneo por su cualidad de exponente de la circunstancia vital de los miembros de esa generación. Da la sensación de que Sattouf aprendió dibujando a conectar su presente con el transcurso de unas circunstancias que no son solamente suyas. Y así, a través de sus cómics y de sus películas, se expone a sí mismo exponiendo a la vez, desde su mirada, la complejidad de los tiempos que, como a todos, le ha tocado vivir. Y lo hace, así es, con una potencia visual y narrativa que muestra que esto de la literatura dibujada -o figuración narrativa- es una realidad que se impone a los ojos y el cerebro de los que la atienden.

El arte gráfico y secuencial de Riad Sattouf se inscribe de pleno en la denominada Nouvelle bande dessinée, lo cual imprime una atmósfera general a su obra, caracterizada por algunos rasgos comunes al grupo: representación más icónica que realista, subjetividad proyectada, ingenuidad espontánea aparente, lenguaje sencillo y directo, etc., además de ese aire de familia compartido por cada generación en sentido amplio. Sin embargo, ciertos detalles en la carrera de Sattouf -como por ejemplo su colaboración semanal en la revista Charlie Hebdo durante diez años (2004-2014) mediante las tiras (strips) tituladas La Vie secrète des jeunes y su adaptación televisiva- le confieren una singularidad especial. Ya sabemos que cada autor es único y que las etiquetas solo sirven para orientar y para lo contrario. A Riad Sattouf se le ha etiquetado también como un autor de BD réalité.
Dado que Sattouf utiliza el lenguaje del cómic para reflejar una perspectiva, la suya, con los ojos bien abiertos a lo que sucede a su alrededor, que no es poco, viene a cuento ahora un primer apunte en relación con El árabe del futuro a propósito del llamado "cómic confesional".

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El adjetivo "confesional" aplicado al cómic creo yo que lo popularizó Art Spiegelman. En concreto, Spiegelman empleó esta palabra para caracterizar el trabajo de Justin Green en su obra Binky Brown Meets The Holy Virgin Mary (1972).

Justin Green
Escribe Spiegelman (en la Introducción a la obra de Green) respecto a cuando conoció Binky Brown...:

"Me fascinó la terrible disponibilidad a compartir vergüenzas privadas, y me turbó su dibujo meticuloso y extravagante."

Pero hay más. Spiegelman considera a Justin Green el padre fundador del cómic no ya puramente autobiográfico, sino además confesional:

"Justin convirtió las cajas en que se empaquetan los comic-books en confesionarios íntimos y seculares que cambiaron profundamente la historia de los cómics. (…) Inventar todo un género no es poco. Lo que las hermanas Brontë hicieron por el romanticismo gótico, lo que Tolkien hizo por el género de espada y brujería, Justin lo hizo por el género autobiográfico."

Spiegelman llega a declarar a propósito de Green:

"… confieso que, sin su trabajo, puede que Maus nunca hubiera existido."

No es preciso insistir en cómo el cómic underground revolucionó literalmente la historia del medio. Igual que tampoco hay que entender que todo el cómic de inspiración underground es declaradamente confesional. Valgan estas palabras de Beto Hernandez como ejemplo:

"Sí. Así es la clase de cómics que hago, y que hace mi hermano; en verdad nadie más los hace. Es un tipo de cómics alternativos que principalmente sólo hacemos mi hermano y yo. Todos los demás recurren al Panteón porque tiene una trágica biografía que contar. Yo no tengo problemas con eso, sino que simplemente intento hacer sólo historias con imaginación –sólo historias pasadas de moda, ¿no?"

[ Citado aquí ]

(De igual modo, la confesionalidad a que nos referimos no ha de ser siempre de índole trágica. Véanse los tebeos de R. Crumb o, en cine, las comedias de Woody Allen.)

Por otra parte, que viene a ser la misma, este cómic confesional inaugurado por Green no sería sino una plasmación en el lenguaje de la historieta de las características de la denominada "literatura confesional", una categoría cuyo rótulo es propio también del ámbito anglosajón.

Así, en "A Dictionary of Literary Terms and Literary Theory", de J. A. Cuddon (2013, p. 168, 5ª edición; la 1ª es de 1977), leemos:

"Confessional literature

Into this rather vague category we may place works which are a very personal and subjective account of experiences, beliefs, feelings, ideas, and states of mind, body and soul."

Cuddon cita a continuación un conjunto de obras de autores clásicos como ejemplo de esta literatura confesional. Los autores que cita son: S. Agustín, Rousseau, De Quincey, James Hogg, Alfred de Musset, Chateaubriand y George Moore.


De un modo u otro, sea por la influencia del underground (Harvey Pekar incluido) o simplemente por los efluvios del Zeitgeist, el caso es que en el ámbito francófono esa "invasión bárbara" o "irrupción salvaje del cómic en la literatura" que preconizaba el artículo editorial del primer número de la revista (À Suivre) en 1978 [ ... ] fue practicada plenamente por los jóvenes de la Nouvelle bande dessinée, más o menos vinculados a la editorial L'Association (fundada en 1990) y a determinados ateliers de BD.

Y así, obras como Epiléptico. La ascensión del gran mal (1996-2003), de David B.; Mis circunstancias (Approximativement, 2000), de Lewis Trondheim y Persépolis (2000-2003), de Marjane Satrapi son tebeos que en mayor o menor medida se inscriben en el género confesional (en mayor medida supongo que el de Trondheim), tal y como queda caracterizado el término "confesional" en la literatura anglosajona y por extensión en el tipo de cómic nacido en EE UU con Green, según Spiegelman.

Sin embargo, en el ámbito lingüístico europeo continental (en español, en francés), el adjetivo "confesional" ha tenido tradicionalmente un significado distinto. Se empleaba asociado a una determinada confesión religiosa. Y así, por centrarnos en el medio del cómic, tebeos confesionales entre nosotros eran por ejemplo aquellas Vidas ejemplares, hagiografías de santos, que la editorial Novaro publicaba en nuestra infancia. (El hecho de que fuera la confesión católica la protagonista de estos tebeos es solo un índice de que esta era aquí la religión hegemónica por entonces.)

Para referir en nuestro idioma aquel significado anglosajón de "confesional" se empleaba, quizás, el adjetivo "testimonial".

De todas formas, si se mira con cuidado, más allá del hecho de que el término "confesional" remite en su uso habitual a un confesionario (Confieso que he pecado) antes que a un testimonio público (Confieso que he vivido), se observa que hay un vínculo estrecho entre lo confesional entendido como autoexpresión (lo testimonial) y lo confesional entendido como alabanza y defensa de una determinada religión. Ahí está el libro Confesiones de Agustín de Hipona como prueba.

Otra prueba de que existe una vinculación entre la confesionalidad como testimonio personal y la religión, aunque esto es materia para otro estudio, es la enorme presencia -e influencia- en el cómic actual de autores (varones y mujeres) de origen judío y su manifiesta querencia por el moderno género confesional. Obviamente, el judaísmo de estos autores suele ser una "herencia recibida" y no una praxis vital en sentido religioso. Dejo un enlace a modo de ilustración. Se refiere al cultivo del cómic confesional por parte de mujeres de origen judío.

http://cartoonart.org/2010/08/graphic-details-confessional-comics-by-jewish-women/


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En fin, adonde yo quería llegar en este comentario es a vislumbrar el tipo y el grado de confesionalidad de Riad Sattouf en El árabe del futuro.

La única entrega de esta obra publicada hasta ahora abarca los primeros años de la vida de Riad. Aunque parece que Sattouf se toma a veces, pocas, la licencia poética de atribuir a un niño de entre dos y tal vez cuatro años -él mismo- una expresión y un lenguaje un tanto impropios para su edad, lo cierto es que esa misma edad no da pie para muchas confesiones acerca de sí (impagable, con todo, el recurso a Brassens, que recuerda el recurso de Satrapi a Marx).

Está claro que un libro de las características de El árabe del futuro requiere una difícil elaboración por parte de un autor adulto; un duro trabajo de filtrado y articulación lingüística de las experiencias pasadas (dolorosas algunas, gozosas otras, grisáceas esotras) desde un tiempo de la narración que no coincide con el tiempo de lo narrado. Aun así, aunque en esta parte de la obra prevista es la mirada de Sattouf la que focaliza el relato, no es él mismo el eje de la narración; esto es, si bien él actúa como el objetivo de una cámara que capta su entorno, no es él mismo el objeto captado con prioridad. El narrador se representa como un niño, Riad, de escasa edad.

El aspecto confesional, entonces, de esta primera entrega de El árabe del futuro viene dado más bien por la exposición que lleva a cabo Sattouf, en lenguaje de cómic, acerca de la vida de su entorno,  un entorno familiar sobre todo. Es esta una exposición expresada con la sinceridad de las confesiones personales. Hay aquí un despliegue de personajes alrededor del niño que son caracterizados por el arte secuencial del autor adulto y que es a la postre lo que percibe el lector como un cómic. 

Este momento de la percepción, por cierto, es un tercer tiempo, el del lector, que se añade al tiempo de la narración -el del autor- y al tiempo de lo narrado, el de lo que se cuenta. La imbricación de estos tres tiempos  que fluyen determina la significación del relato. Del tebeo en este caso. 

De entre todos los personajes que circulan por este primer volumen de El árabe del futuro, hay uno que destaca sobre los demás, hasta el punto de saturar la trama. Es la figura del padre. Sorprende incluso el escaso, casi nulo, papel que Sattouf confiere a su madre en el devenir de los hechos, si bien no cabe duda de que la madre existe y actúa en el espacio real irrepresentado. En cierto sentido, esta prevalencia de la imagen paterna en el cómic recuerda a Fun Home, de Alison Bechdel y a La niña de sus ojos, de los Talbot -entre otros títulos-, cuyo corte confesional los distancia p. e. de El arte de volar, de Altarriba y Kim, centrado también en la figura del padre del escritor (Altarriba aquí).


Hay un planteamiento político evidente de Sattouf en El árabe del futuro. Abdel-Razak Sattouf, el padre del pequeño Riad, es un sirio que consigue doctorarse en La Sorbona en Historia Contemporánea. Para él es un orgullo, teniendo en cuenta que es el único miembro de su familia que sabe leer y escribir. Estamos en la época de finales de los setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado. Abdel-Razak es panarabista y partidario del "socialismo árabe" (Gadafi en Libia, Hafez el Asad en Siria). Cree que el futuro de su pueblo pasa por la ilustración de su gente y el abandono de la superstición religiosa. Sin embargo, sin embargo. Es condescendiente con su esposa francesa, hasta cierto punto formal, pero a la vez no rompe del todo con su origen. Su sueño, parece ser, es favorecer la consecución del "árabe del futuro", una imagen proyectada por él, según se intuye en el libro, sobre su hijo Riad.

Esta primera etapa de la vida de Riad está centrada, como digo, en la figura del padre. No voy a contar la novela. Únicamente remarco que el aspecto confesional de Riad Sattouf en este libro se refiere sobre todo a la sinceridad con que el autor describe los comportamientos del padre y las costumbres de su comunidad de origen. Y es desde esta perspectiva como El árabe del futuro puede ser leído como un cómic confesional en el sentido anglosajón de "confesional" apuntado arriba.

Cabe aventurar, sin embargo, una especie de hipótesis de trabajo acerca de que tal vez sea posible aplicar a esta novela inconclusa la segunda acepción de "confesional" señalada antes.

La cuestión apunta a que "el árabe del futuro" bien pudiera ser un proyecto mental e ideológico, una suerte de ensoñación si se quiere, que opera a modo de catalizador de la conducta del padre y que pretende inocular en su hijo.

Esto es una mera hipótesis hermenéutica. Habrá que esperar a ver cómo se desenvuelve la novela. En cualquier caso, si la cosa fuese por ahí, creo que está claro que ese catalizador que opera a modo de una religión en el padre habrá de darse en el hijo, si es que ocurre, como una religión plenamente civil. Una religión civil que no es sino una fórmula acaso útil para designar la realización en la Tierra de los cuatro valores fundamentales de la Ilustración; los tres que están escritos en las monedas francesas de uno y dos euros, más ese cuarto valor imprescindible para la vida civil: la laicidad.

Esta sería la singularidad de Sattouf en el ámbito de la Nouvelle bande dessinée y también en el marco más vasto del tebeísmo actual. Una singularidad que además de recoger aquella vertiente confesional introducida por Justin Green y adoptada en buena medida por el cómic underground, acaso aporta además, es una suposición, una confesionalidad entendida como alabanza y defensa de una nueva "religión" civil, por así llamarla.






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