Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

viernes, 27 de marzo de 2015

Action painting en Cómic. De Blacksad a Grandville (y viceversa)


Blacksad apareció primero: nueve años antes que Grandville. El álbum inicial de la serie Blacksad (Díaz Canales-Guarnido) es del año 2000; la primera 'graphic novel' de Grandville (Bryan Talbot), de 2009. (El que se se use la palabra "álbum" en un caso y "graphic novel" en el otro no es irrelevante.) En el orden de la producción, hay una diferencia temporal que se suma al cúmulo de cuestiones de hecho que individualizan no ya cada serie, sino cada ejemplar de la serie. 

Ahora bien, si atendemos al estricto espacio de la representación, la sincronía se impone. Como bien sabe Tardi -por poner un ejemplo-, en el marco de la figuración coexisten los pterodáctilos, las momias egipcias y el París de la Belle Époque. Es así, también, como Aquiles es vencido por la tortuga a través de los siglos. (O como este post permanece virtualmente en la nube.) 

En ese espacio atemporal de la representación coexisten Blacksad y Grandville. Y si la remisión mutua es poco menos que inevitable por lo que una y otra serie comparten, lo es también por lo que las diferencia. Ambas, además de estar protagonizadas por humanos zoomorfos -o animales antropomorfos-, rinden culto al género policíaco, recurren prácticamente a todos los códigos de ese género, alientan una lectura política, cultural, amorosa, etc. de lo que relatan. Ambas, en fin, conciben el entretenimiento de un modo que además deja huella, pues sus creadores son artistas a la hora de inscribir lo imaginario en lo real mediante sus guiones, guiños y citas.

Pero ocurre a la vez que no hay género sin especie, ni especie sin ejemplares concretos. Y de ahí las diferencias en el orden de la representación. En el caso de Blacksad y Grandville, estas son bien visibles. Las dos series se ajustan, respectivamente, a diferentes variantes o modalidades del género policiaco; se desarrollan en coordenadas espaciotemporales distintas con su diversidad de escenarios; el imaginario que sugieren, el trazo y el dibujo, su plástica y su estética son diferentes; sus luces y sus zonas de penumbra, por consiguiente, también.

Estas diferencias más que evidentes entre Blacksad y Grandville, amalgamadas o sintetizadas por el lector, conforman ante sus ojos algo así como dos marcos diversos de significación. Dos grandes estilos que imprimen sendos aires de familia y cuya diversidad, en el límite, puede ser anclada geográficamente de un modo tal que recuerda a la que se da en otros ámbitos (filosófico y jurídico, p. e.) en base a una distinción entre los términos "anglosajón" y "continental" aplicados a esos ámbitos. Aunque no se trata ahora de abordar el asunto de un cómic de corte anglosajón netamente diferenciado de un cómic continental, al cotejar Blacksad y Grandville asoman sugerencias en esa línea. Y bueno, después de todo, el logro final de un tebeo no está determinado por su adscripción a uno u otro marco. Igual que sucede en Derecho y en Filosofía, las diferencias entre el estilo anglosajón y el continental son al cabo solo eso, diferencias de estilo. Con todas sus implicaciones.

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Por el lado de las afinidades, a mí me ha interesado particularmente el recurso a la historia del arte contemporáneo en general, y a las artes plásticas en particular, que los autores de ambas series practican.

Blacksad: Âme Rouge
Grandville: Bête Noire


Recorriendo Blacksad y Grandville, se descubre de vez en cuando una viñeta que contiene un guiño pictórico que remite a un cuadro en particular. Esto no es exclusivo de estas dos series. Ahí está el reciente libro La pintura en el cómic, de Luis Gasca y Asier Mensuro, para comprobarlo. En estas citas pictóricas, el dibujante transmite una señal que el lector, si es el caso, re-conoce. Este no se enfrenta a la percepción con la mente en blanco o como tabula rasa (a mayor conocimiento, mayor reconocimiento). Y no cabe duda de que los autores, the artists, juegan en muchos casos -en los mejores- con una trama de signos cuyo significante pasa desapercibido para el lector común. Aunque este, "el lector común", no deja de ser una abstracción. Solo hay lectores, como artistas, individuales.

Sin embargo, tanto en el tercer álbum de Blacksad, titulado Âme Rouge, como en la tercera 'graphic novel' de Grandville, Bête Noire, sus autores introducen algo más que referencias pictóricas puntuales.

La consideración de la historia del arte (contemporáneo o no) a través del lenguaje del cómic alcanza otra dimensión cuando un guion realizado, dibujado, refiere un capítulo de esta historia como uno de los elementos constitutivos del guion. Esto es lo que practican tanto en Âme Rouge como en Bête Noire sus autores. Y lo más curioso es que en ambos casos, tanto Díaz Canales y Guarnido como Talbot recurren a un mismo apartado de la historia del arte. En concreto, al momento de auge del expresionismo abstracto específico de la escuela de Nueva York (Pollock, Rothko, De Kooning, Gorky, Gottlieb...).


Alma roja y Bête Noire se desarrollan en tiempos y escenarios distintos. Y obedecen a sendas concepciones de la trama también diferentes. No voy a desvelar aquí nada. Solo indico que, de un modo nada anecdótico, Canales-Guarnido y Talbot encuentran en el expresionismo abstracto materia para estos tebeos, de manera que la narrativa visual de estos autores integra en sus relatos con tremenda eficacia discursiva uno de los episodios de la historia del arte contemporáneo.

Y no lo llevan a cabo mostrando un arte puro o desinteresado como auxilio estético. Antes al contrario. El motivo del expresionismo abstracto y su entorno es introducido por estos autores en la configuración de Alma roja y de Bête Noire, siendo en cada uno de estos títulos parte importante o puntal de la acción respectiva. En ambos casos, de un modo u otro, esta corriente artística alimenta la trama; sirve al relato.

Y en este sentido, viendo los resultados, lo que hacen con el expresionismo abstracto Canales-Guarnido y Talbot en estos tebeos no es utilizarlo como ornamento o a la manera del "arte por el arte", sino que más bien lo incrustan en el relato como un "arte para el arte".

Es un arte vivo, que actúa. Opera en el seno de la acción y de la propia historieta.

Action painting para el Cómic, entonces.






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