Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 27 de enero de 2019

El Nuevo Lenguaje de Imágenes Gana Posiciones

En la guarda delantera derecha del tebeo Jimmy Corrigan, o El chico más inteligente del mundo (Planeta DeAgostini, 2003), de Chris Ware, aparece impreso un texto titulado: "El Nuevo Lenguaje de Imágenes Gana Posiciones". Debajo  de este título y con un tipo menor de letra se lee: "Muy útil para mostrar las cosas prescindiendo de grandes palabras". Y en cursiva minúscula, a manera de crédito, aparece: "Artículo reproducido de la Revista de Estudios de Humanidades". De inmediato se aprecia el tono irónico, sarcástico, corrosivo de este texto suponemos que del propio Ware, escrito con la agudeza que caracteriza al autor estadounidense. Es un artículo chocante. Paradójico. Contradictorio. En él el menosprecio  deriva en alabanza y al contrario, la alabanza en menosprecio... en el más puro estilo de la gráfica satírica. Al comienzo del artículo, Ware caracteriza la habilidad en el uso de imágenes como una capacidad congénita; los niños la practican por inclinación natural, si bien diversas causas como la escolarización temprana atrofian dicha habilidad, quedando esta confinada en los adultos a la lectura de chistes gráficos o, despectivamente, recluida en las cavernas de la minoría de edad. Sin embargo, a continuación Ware augura un desarrollo espléndido y un uso extendido del lenguaje de imágenes (LI), un fenómeno en conexión con el aumento progresivo del grado de analfabetización de la gente ("y el consiguiente hundimiento de la inteligencia general del populacho" [sic]), todo ello favorecido por los avances que se van logrando en el ámbito de la lingüística de la imagen y la consiguiente mejora entre los consumidores adultos de las capacidades de Aprehensión del Lenguaje de Imágenes (ALI). Tras referir las alabanzas al LI y a su viabilidad económica por parte de un investigador de la cultura popular, Ware concluye señalando proyectos editoriales y militares incipientes experimentados en fase de prueba con sectores de consumidores poco educados o "intelectualmente obtusos". Las características del lenguaje visual y su "aspecto divertido y transcultural" lo convierten en idóneo para la transmisión de contenidos de toda índole y el entretenimiento de las masas. Hasta aquí el artículo de Ware.

El hecho de que este texto proceda de finales del siglo pasado no le resta un ápice de actualidad, en particular en lo que se refiere a la universalización del lenguaje de imágenes. Otra cosa es la valoración intelectual de ese mismo lenguaje en función de sus receptores. La ironía y el sarcasmo de Chris Ware entroncan con el espíritu de la historieta clásica, pero no resuelven el espinoso debate acerca de una supuesta jerarquía entre las artes, si bien creo que tampoco es ese el fin del texto de Ware, paradójico como digo. Continúo pensando que, tal y como indico en una entrada anterior: Lenguaje icónico, lenguaje verbal [aquí], esta cuestión de la jerarquía entre las artes probablemente no está bien planteada. La escritura, en sus diferentes modalidades (verbal, icónica, musical), atraviesa todas las artes. El artículo de Ware apunta más bien a las posibilidades manipuladoras del lenguaje de imágenes, a sus capacidades para el dominio y control de la población; una manipulación, dominio y control que siempre son ejercidos por alguien, por los poderosos -señores del aire en el terreno audiovisual-, y no por el lenguaje en sí como tal. Y es en este estricto sentido en el que destaca la vigencia de texto de Ware.

No solamente ciertos desarrollos actuales del cómic como son el ensayo gráfico y el cómic ensayo, la poesía gráfica, las aplicaciones didácticas de la historieta, la historia gráfica, etcétera, permiten cuestionar el que la historieta tenga un valor intelectual mínimo. La misma historia del cómic, desde sus orígenes, lo cuestiona y lo niega. Son las producciones de autores como Chris Ware, entre muchísimos otros, las que desmontan esa falacia. De ahí el carácter chocante, contradictorio y paradójico del artículo "El Nuevo Lenguaje de Imágenes Gana Posiciones", admirablemente escrito por cierto, como admirable es la gráfica de Ware.


lunes, 21 de enero de 2019

Andy Warhol, entre pop y underground

La distinción entre el underground neoyorquino y el californiano es esencial para comprender la contracultura estadounidense de los '60-'80 del siglo pasado. Fue este un periodo que coincidió con el pop. De las relaciones de diversa índole entre el pop art y el cómic decíamos algo -muy poco- [aquí] en una entrada anterior, a propósito de Giraud y Lichtenstein, si bien el asunto me parece que es prácticamente inagotable. El historietista neerlandés Typex recoge esta complejidad artísticamente en su tebeo Andy (Typex's Andy), un biomic (biographical comic) basado en  Andy Warhol y su entorno vital. 


Dejo el enlace de un artículo que publiqué en Tebeosfera sobre este magnífico cómic:



miércoles, 16 de enero de 2019

La gran transformación

El siglo XX fue tanto del papel como el XXI va siendo el siglo de las pantallas de los dispositivos telemáticos. Los señores del aire se han apoderado de las órbitas geoestacionarias y son los dueños de los satélites que distribuyen la información, la comunicación y el entretenimiento masivos. Internet es hoy la red de redes, frente a cuyos canales, portales, páginas, sitios y demás nada tienen que hacer los contenidos impresos en el viejo papel, al menos en lo que se refiere a lo dicho, la circulación  y difusión masiva de información, comunicación y entretenimiento. El cambio de siglo no consistió simplemente en un cambio de dígitos en el cómputo del tiempo, sino que ha traído consigo cambios de tanta envergadura como los generacionales. La sospecha de que las transformaciones estén dirigidas, hoy diríamos que por las grandes corporaciones, es tan respetable como la contraria, según la cual todos los cambios son imprevisibles. Solo que las evidencias, que siempre son a posteriori, parecen indicar una intervención de intereses particulares en el devenir de los diferentes procesos de cambio, como sugiere el hecho de que un aumento abusivo del precio del papel durante los años ochenta del siglo pasado coincidió con el auge del medio audiovisual como soporte y transmisor de información, comunicación y entretenimiento, en beneficio de los señores del aire. 

Un sector cultural que se ha visto profundamente alterado por esta gran transformación ha sido el de los tebeos. Mientras que nosotros disfrutábamos en nuestra infancia con los cuadernos y revistas de historieta, nuestros hijos se educaron ya con el vídeo, la multiplicidad de canales televisivos y las primeras consolas de videojuego. Algún Super Humor caía en ocasiones en sus manos además de, con fidelidad semanal, las historietas de los suplementos dominicales del diario. Poca cosa más, entonces. Pero me parece que ahora ni siquiera se dan esas pocas excepciones. Ya no hay tebeos en los quioscos, ni apenas quioscos. La venta de periódicos impresos en papel ha caído en picado, y el tebeo se distribuye mayormente no ya entre los críos, sino en formatos dirigidos a los adultos bajo el rótulo de novelas gráficas de venta en librerías y superficies comerciales. Se dirá que una cosa es el cambio de formato en los cómics y de público al que van dirigidos, y otra es la transformación en los medios de  información y entretenimiento masivos; pero la correlación entre ambos fenómenos es tan evidente como el hecho de que muchos de los que compramos y leemos ahora libros de cómic somos los mismos que comprábamos y leíamos tebeos en los quioscos de nuestra infancia


El libro Toutain. Un editor adelantado a su tiempo, escrito y documentado por Aitor Marcet y recientemente publicado por Trilita Ediciones, a propósito de la figura y la importante tarea editorial de Josep Toutain (1931-1997), constata el final del dominio del imperio del papel en el ámbito de las revistas de cómic disponibles en quiosco. Este libro es complementario de otro aparecido anteriormente, también en 2018: Del Boom al Crack. La explosión del cómic adulto en España (1977-1995), un volumen colectivo coordinado por Gerardo Vilches. Si bien la labor de Toutain empezó antes del boom, cuando en los sesenta fundó Selecciones Ilustradas y promocionó las tareas de agencia y sindicación en el ámbito de la historieta, antes de embarcarse a finales de los setenta en la edición de revistas de cómic y ser parte importante de la eclosión del fenómeno en los ochenta, ambos libros, el de Marcet y el de Vilches, dan cumplida cuenta del último florecimiento del tebeo de quiosco en nuestro país. 

En el capítulo titulado La Gran Crisis, uno de los que cierran el libro sobre Toutain, Aitor Marcet expone un lúcido análisis sobre las causas de la crisis de los tebeos de adultos en los ochenta. Es ese capítulo el que ha motivado este post. En un artículo publicado recientemente en Tebeosfera [aquí], Manuel Barrero comenta, con la agudeza que le caracteriza, el volumen de Marcet dedicado a Toutain y lo describe de entrada como perteneciente a "la corriente o enfoque nostálgico". A mí me parece que, en este caso, la nostalgia no está para nada del lado del autor, nacido en 1980, pero sí del receptor, o al menos en sentido seguro de cierto receptor, aquel que viviera con mayor o menor voluntad y conciencia el periodo que cubre la obra. Parece ser que una de las frases de Josep Toutain ante la realidad de la crisis era "el cómic ha muerto". Y en efecto, murió pero solo en una de sus versiones vitales, la del tebeo de quiosco en formato revista con difusión masiva, que es bajo la que Toutain desarrolló su carrera como empresario, impulsor, editor y autor de historietas.

Pero también es cierto que el cómic no ha muerto, sino que se ha transformado. De las tiras de prensa y los cuadernos y revistas del siglo XX ha pasado a los libros del XXI, con el correlato de que ya no cuenta entre los medios de formación y entretenimiento masivos, de la juventud o la infancia. No me creo eso de que nadie hablará de tebeos cuando hayamos muerto. El arte de la historieta participa de la energía que la anima; y, como ésta, simplemente se transforma. Lo cual, en fin, no es óbice para rendirse a la evidencia de la gran transformación operada en el siglo veintiuno, liderada por los señores del aire y el predominio de lo audiovisual. 


domingo, 13 de enero de 2019

Giraud Pop

Gir: Balada por un ataúd (1972), 26 B
Roy Lichtenstein (1965): M-Maybe
Las imágenes hablan por sí solas. Lichtenstein pintaba cuadros a modo de viñetas segregadas de una página de tebeo, mientras que Jean Giraud dibujaba historietas que suman varios miles de viñetas, muchísimas de las cuales, separadas de su página y colocadas adecuadamente en una galería o museo, son auténticos cuadros. Por algo en Argentina denominan a las viñetas, y a los tebeos por extensión, cuadritos. La similutud entre estas dos imágenes de ambos artistas es evidente: chica rubia con mano en la cara que sostiene un globo de pensamiento alusivo a un él con expresión de inquietud. Esta similitud nos lleva a fijarnos en las fechas de datación respectiva de las imágenes, e inevitablemente surge en la mente una palabra de moda: apropiacionismo.

Es muy probable que la idea de una creación ex nihilo ('desde la nada') en el arte sea un residuo del pensamiento judeocristiano, pasado por la batidora del romanticismo; pero su origen no justifica su aceptación. Mayor raigambre filosófica tiene el principio "De la nada, nada viene" (ex nihilo nihil fit), tan griego como los presocráticos. La imaginación se llama así porque es la capacidad de combinar  imágenes, y la creación es el arte de ejecutar o exponer esas combinaciones. Todos tenemos imaginación, pero no todos somos artistas en sentido riguroso. ¿De dónde proceden las imágenes? Pues de otras imágenes. Es elemental. Sin apropiación no hay arte, no hay creación. Otra cosa es el plagio. Pero bueno, volviendo a Giraud y Lichtenstein. Ambos son artistas, ergo apropiacionistas. Ahora bien, ¿la viñeta del dibujante francés es un plagio del cuadro del pintor neoyorquino? ¿Fue Lichtenstein un "listo" que se apropió de la estética de los cómics para medrar?

Si aceptamos que el contexto de su respectiva ubicación determina buena parte del significado de las imágenes, entonces una viñeta y un cuadro son dos objetos tan heterogéneos como lo son un fotograma y una fotografía. ¿Pero qué ocurre si desubicamos dichos objetos? Si aislamos o cortamos un fotograma, lo ampliamos, tratamos, enmarcamos y exponemos en la pared de una sala -lo mismo con respecto a una viñeta-, ¿no tenemos un cuadro? ¿Y la inversa es posible? ¿Cuántos cuadros o fotografías hacen falta para elaborar una película o un álbum de cómic, además de la técnica requerida? En resumen, ¿le sacó más partido Giraud al medio pictórico o, por el contario, Lichtenstein al medio historietístico?

Lo que sí está claro es que uno y otro vivieron la era del pop. 


lunes, 7 de enero de 2019

Farinella: arte y ciencia


Con motivo de la aparición de Los sentidos, de Matteo Farinella, escribí un comentario relacionando este título con Neurocómic, del mismo autor. Se encuentra en este enlace de Tebeosfera: