Salud y tebeos

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martes, 27 de enero de 2015

El espíritu de la caricatura. Historias de Sexo y Chapuza

En realidad, toda la obra de Carlos Giménez compendia eso, el espíritu de la caricatura. No solamente sus Historias de sexo y chapuza, que traigo aquí ahora con motivo de su reciente edición integral.


Uso el término "caricatura" en el mejor sentido en que se pueda emplear esta palabra. Para nada me refiero a una distorsión de la realidad mediante el realce de los rasgos más irrisorios de esta, ni tampoco mediante su consiguiente simplificación. Al contrario, entiendo la caricatura como un arte exquisito capaz de reflejar la compleja trabazón de los elementos que componen las situaciones reales, en las que conviven la risa y el llanto, más otros aspectos emotivos de la complicada paleta vital. Todo ello a través de un dibujo muy claro, en apariencia sencillo, capaz de dar cuenta secuencialmente -entre viñetas- del movimiento que anima esas mismas situaciones vitales.

Puro arte secuencial de primer orden, basado en el entendimiento profundo y dominio de la caricatura, es el que elabora Giménez en sus colecciones de historietas. No solo en las costumbristas o, como él las titula: "Historias de la vida" (Barrio, Sexo y chapuza...); en aquellas que son más o menos autobiográficas (Paracuellos, Los profesionales...) o más abiertamente políticas (36-39, España, Una, Grande y Libre...). (Dejaremos para otra ocasión el comentario de las obras de ciencia ficción, fantasía y aventura de Giménez.)


En el Prólogo de Todo Sexo y Chapuza, fechado en abril de 2014 y titulado "Como en un espejo", escribe el propio Carlos Giménez:

"...Historias de sexo y chapuza es una de las series de las que, como autor me siento más orgulloso... es uno de los [trabajos] más críticos y ácidos que he realizado en mi vida... Solo que esta vez no he disparado contra los políticos, ni contra los fascistas, ni contra los curas, ni contra los banqueros... Esta vez mi intención ha sido poner un espejo delante de mí mismo y de los demás hombres y mujeres..."

Y concluye:

"...aunque nos duela y no nos aceptemos, somos justamente lo que la imagen del espejo nos revela. "

Una imagen esta, la que ofrece Giménez en Sexo y chapuza (y por extensión, en el grueso de las obras de menor ficción de este autor a que me refiero ahora) que no coincide exactamente con los esperpentos, que son las imágenes deformadas que reflejan los espejos del Callejón del Gato descrito por Valle-Inclán en Luces de Bohemia.

El espejo que bruñe Giménez en estas historietas es, digámoslo así, menos esperpéntico, más caricaturesco, en el sentido de "caricatura " que intento transmitir en este post.

Un sentido que recoge, como digo, lo mejor y lo peor de este embrollo al que denominamos vida.

Ese viene a ser el espíritu de la caricatura, inseparable -en el caso de Giménez- de su proyección en viñetas hábilmente dibujadas y expuestas siguiendo un orden secuencial.

Y ese viene a ser, en definitiva, el arte de Cárlos Giménez.


sábado, 12 de enero de 2013

36-39 Malos tiempos



Carlos Giménez es un prodigioso autor de ficciones verdaderas dotadas de dinamismo. En ese sentido es comparable a Will Eisner. Si éste supo reflejar en sus historietas el alma de aquel Nueva York de entreguerras, y me quedo corto, Giménez es único a la hora de narrar con viñetas lo que fueron la guerra y la postguerra españolas. Algo de eso vimos ya en este hilo al comentar Paracuellos y Los profesionales.


Con la serie 36-39 - Malos tiempos, Carlos Giménez ahonda en lo que fue la última Guerra Civil española vivida en un Madrid republicano y sitiado. Es una experiencia contada desde la situación de una familia de clase trabajadora. Un horror. Sin embargo, el autor lo afronta con su estilo inconfundible que apela a la esperanza y a la humanidad compartida.

Los desastres de la guerra, cuyo dolor se transmite en los grabados de Goya y en el Guernica de Picasso, están latentes en esta obra de Carlos Giménez. Un dolor sostenido, continuo, sobrevenido. Es el mismo dolor que acertó a representar Fernando Fernán Gómez en su obra de teatro Las bicicletas son para el verano. E igualmente los tres, al igual que Giménez, dibujaron o plasmaron su óptica desde la perspectiva de los perdedores.


No puedo dejar de copiar el cartucho que abre una de las historias más tremendas que cuenta Giménez en 36-39:

Era el hambre. El hambre terrible que arrebata la dignidad a los seres humanos y los convierte en pedigüeños o ladrones, en egoístas e insolidarios. Era el hambre brutal. El hambre impúdica y humillante. El hambre del desaliento y el llanto. El hambre mensajera y preludio de la muerte.



Esta óptica, sin embargo, requiere algún comentario. 


Esta viñeta de El Roto, aparecida hoy mismo en El País, me sirve para ilustrar mi comentario. Tiene que ver con la óptica o perspectiva adoptada por Carlos Giménez en sus relatos. Trataré de sintetizarla en unos pocos puntos.

1.- Hubo en España una cruenta guerra civil entre 1936 y 1939.

2.- Esa guerra fue provocada por un golpe de Estado fallido llevado a cabo por un sector del ejército bajo presupuestos fascistas.

3.- La población española quedó dividida entre los que apoyaron y los que se opusieron a dicho golpe de Estado.

4.- En ambos bandos de la contienda se cometieron excesos y actos criminales. Sin embargo, o por eso mismo, la neutralidad o equivalencia a la hora de enjuiciar esos hechos no deja de ser parcial.

5.- El bando de los vencedores, el de los golpistas, fue inmisericorde con los vencidos. Una especie de voluntad de "exterminio del otro" dominó el comportamiento de los golpistas, especialmente una vez finalizada la contienda. Añadieron sufrimiento al sufrimiento. Y España quedó aislada de las democracias occidentales sumida en un clima de terror duradero.

6.- Ya en democracia, esa actitud de los vencedores se manifiesta intentando no ya silenciar lo que ocurrió e impidiendo recuperar la memoria de los vencidos (las fosas anónimas y comunes se mantienen cerradas), sino incluso reescribiendo la historia desde posiciones edulcorantes y revisionistas.

7.- La superación de la última guerra civil española no puede hacerse tapando en falso lo que fueron aquellos años.

Desde esta posición, la obra de Carlos Giménez es dura, muy dura. Pero es necesaria. En nombre del reconocimiento de la verdad y de la cauterización del dolor.

Son muchas las posibilidades del noveno arte.