En realidad, toda la obra de Carlos Giménez compendia eso, el espíritu de la caricatura. No solamente sus Historias de sexo y chapuza, que traigo aquí ahora con motivo de su reciente edición integral.
Uso el término "caricatura" en el mejor sentido en que se pueda emplear esta palabra. Para nada me refiero a una distorsión de la realidad mediante el realce de los rasgos más irrisorios de esta, ni tampoco mediante su consiguiente simplificación. Al contrario, entiendo la caricatura como un arte exquisito capaz de reflejar la compleja trabazón de los elementos que componen las situaciones reales, en las que conviven la risa y el llanto, más otros aspectos emotivos de la complicada paleta vital. Todo ello a través de un dibujo muy claro, en apariencia sencillo, capaz de dar cuenta secuencialmente -entre viñetas- del movimiento que anima esas mismas situaciones vitales.
Puro arte secuencial de primer orden, basado en el entendimiento profundo y dominio de la caricatura, es el que elabora Giménez en sus colecciones de historietas. No solo en las costumbristas o, como él las titula: "Historias de la vida" (Barrio, Sexo y chapuza...); en aquellas que son más o menos autobiográficas (Paracuellos, Los profesionales...) o más abiertamente políticas (36-39, España, Una, Grande y Libre...). (Dejaremos para otra ocasión el comentario de las obras de ciencia ficción, fantasía y aventura de Giménez.)
En el Prólogo de Todo Sexo y Chapuza, fechado en abril de 2014 y titulado "Como en un espejo", escribe el propio Carlos Giménez:
"...Historias de sexo y chapuza es una de las series de las que, como autor me siento más orgulloso... es uno de los [trabajos] más críticos y ácidos que he realizado en mi vida... Solo que esta vez no he disparado contra los políticos, ni contra los fascistas, ni contra los curas, ni contra los banqueros... Esta vez mi intención ha sido poner un espejo delante de mí mismo y de los demás hombres y mujeres..."
Y concluye:
"...aunque nos duela y no nos aceptemos, somos justamente lo que la imagen del espejo nos revela. "
Una imagen esta, la que ofrece Giménez en Sexo y chapuza (y por extensión, en el grueso de las obras de menor ficción de este autor a que me refiero ahora) que no coincide exactamente con los esperpentos, que son las imágenes deformadas que reflejan los espejos del Callejón del Gato descrito por Valle-Inclán en Luces de Bohemia.
El espejo que bruñe Giménez en estas historietas es, digámoslo así, menos esperpéntico, más caricaturesco, en el sentido de "caricatura " que intento transmitir en este post.
Un sentido que recoge, como digo, lo mejor y lo peor de este embrollo al que denominamos vida.
Ese viene a ser el espíritu de la caricatura, inseparable -en el caso de Giménez- de su proyección en viñetas hábilmente dibujadas y expuestas siguiendo un orden secuencial.
Y ese viene a ser, en definitiva, el arte de Cárlos Giménez.