Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

jueves, 28 de febrero de 2019

Zanardi: la literatura y el mal


«Los tebeos dejaron de traer literatura cuando empezamos a llamarlos novelas gráficas». Así comienza el prólogo de Rubén Lardín a Corre, Zanardi¹, de Andrea Pazienza. Esta frase de Lardín supone una inversión desprejuiciada de un tópico establecido, aquel que afirma que la historieta llegó a la mayoría de edad con la irrupción de la novela gráfica. Es un tópico cansino. Aburre. El mérito de Lardín estriba en que nos recuerda su gratuidad. Sin embargo, mediando un poco, tampoco es cuestión de invalidar el conjunto de las denominadas novelas gráficas por insignificantes o por pamemas. Hablamos aquí de tebeos, sean historietas de quiosco o novelas gráficas de librería. Textos de un tipo especial, escritos y dibujados en lenguaje gráfico. Textos. Literatura (dibujada). De mejor o peor calidad. Hay auténticos truños y hay auténticas joyas, obras de arte. Unos y otros, literatura gráfica. Tout est littérature. Producida en diferentes momentos históricos, cada uno con sus condicionantes precisos. Cada literatura con sus correspondientes lectores. Cada una generadora de diferentes efectos (y afectos).

Pero este planteamiento de Lardín tiene también otro mérito. Resulta valioso para interpretar la literatura dibujada de Andrea Pazienza en cuanto remite, leídas las historietas de Zanardi, a aquello que George Bataille condensó en una fórmula (que da título a uno de sus libros): la literatura y el mal. El término 'mal' aparece en todas las reseñas que leemos sobre Zanardi. Y contemplando esas historietas asistimos a una de las representaciones del mal, aquí por obra de Andrea Pazienza. Si tenemos en cuenta las fechas en que se produjeron y publicaron dichas historietas (1981-1988), la transgresión se percibe adecuada a ese tiempo (si bien, en mi opinión, en los ochenta la transgresión ya había sido y solo quedaba la rabia del punk). La desmesura encuentra en Pazienza atisbos de parte maldita (de nuevo Bataille). También se emplea en comentarios y reseñas sobre Zanardi el adjetivo 'amoral' para designar su comportamiento, debido quizás a que el propio Pazienza declaró que el vacío (il vuoto) es la característica principal de Zanardi, «el absoluto vacío que permea todas sus acciones», en la medida en que se relacione el vacío con la amoralidad.

No obstante, un sujeto amoral, si es posible concebirlo, estaría situado más allá del bien y del mal. Y no es esta la ubicación de Zanardi. A la desmesura, al derroche, al exceso del personaje de Pazienza les cuadra mejor el adjetivo 'inmoral', dado que se identifican claramente con el mal. Es el mal al estilo vaticano, católico, romano, heredero de la concepción medieval del maligno. Lucifer a fin de cuentas es un ángel, caído se nos dice, pero ángel. El reverso del bien. Fuera de la moral, pero también contra ella. Dotado de cierto atractivo. Antisocial en estado puro. El atractivo del mal. De Zanardi afirmó Pazienza: «Es la persona que más odiamos y, a la vez, aquel a quien nos gustaría parecernos».


Pero Zanardi es una representación en lenguaje de cómic. Una serie de historietas inmersas en la literatura gráfica. Y en este sentido, la obra se sitúa más allá del bien y del mal. La sombra de Pasolini planea. "El rayo en el corazón" es el título del prólogo de Lardín al que aludo arriba. La metáfora se refiere a Andrea Pazienza, a su rostro humano, a su arte liberador. Es también aplicable al lector que se acerca sin cortapisas al disfrute de esta reflexión ilustrada acerca de la literatura y el mal que constituye Zanardi.

01.03.2019

La historieta "Día" ("Giorno"), lleva como subtítulo "Un destilado de angustia de Andrea Pazienza", al que se le añade una nota: "Andrea Pazienza es una pequeña factoría del sur devastado por el terremoto". Fue publicada en 1981 fuera de la serie Zanardi y, como advierte el editor Pimentel, «puede considerarse un "ensayo general" del tono de la serie». En esta historieta Pazienza introduce una sutil distinción entre apariencia y signo. Es una contraposición, me parece, fundamental. Da una clave magnífica. 


Zanardi es apariencia, representación del mal. No se descifra. Pero en cuanto representación es también signo, cuyo desciframiento remite al autor -a Pazienza- e interpela al lector. Zanardi podrá seducir, pero la obra en que se inscribe como signo o sistema de signos requiere una interpretación que trasciende la mera apariencia.

________________________________________________________________________________

1 Corre, Zanardi (2018) culmina la integral iniciada con Zanardi (2015). Ambos libros, editados por Fulgencio Pimentel, recogen las historietas que Andrea Pazienza dedicó a las andanzas del personaje Massimo Zanardi (Zanna) en compañía de sus dos amigos y compinches, Roberto Colasanti (Colas) y Sergino Petrilli (Pietra). 


sábado, 23 de febrero de 2019

Un poema gráfico y sonoro: La Tierra sin mal

Uno de los grandes retos del historietista es la expresión (por su parte), o impresión (por el lado del espectador), de sonidos en lenguaje gráfico. La rotulación de onomatopeyas tiende a satisfacer ese reto, hasta el punto de que se ha convertido en una marca distintiva del medio. Pero siempre hay un más difícil todavía: conseguir una impresión sonora sin el recurso de las onomatopeyas. Una alternativa consiste en escribir en un cartucho -o en un globo- "canta un pájaro", por ejemplo; otra, más específica, dibujar un pájaro cantando (mientras que ambas cosas a la vez en una misma viñeta queda lejos de la pura narratividad gráfica). El reto, en fin, estriba en aunar texto e imagen de un modo tal, que el lector contemple una impresión sonora, o escuche una imagen visual.

Otro reto, por así seguir, no de todos los historietistas en este caso, pero sí de algunos (bastantes, diría yo) es practicar un cómic al margen del corsé de una narrativa secuencial concebida en términos cinematográficos, en los que prima la acción sobre el realce de los mecanismos poéticos u otras funciones discursivas. En este respecto, se utiliza últimamente la expresión "poesía gráfica" para referir un tipo de historieta susceptible de configurar un nuevo género¹. Por mi parte, sin entrar ahora en el debate de los géneros, pienso que la función poética es una constante cumplida en mayor o menor grado a lo largo de toda la historia del cómic. Otra cosa es la voluntad consciente de dibujar poemas, o la pretensión de convertir la materia poética en el objeto de una historieta. Aunque en fin, el gran reto, por seguir con mi argumento de hoy, es escribir con imágenes siguiendo criterios de ritmo, cadencia y demás específicamente poéticos.

Raúl (Fernández Calleja) pertenece a este grupo de dibujantes e historietistas que conciben el arte del cómic como un campo de experimentación gráfica y visual, al menos desde los tiempos de la revista Madriz (1984-1987). Bien a través de sus colaboraciones con el escritor Felipe Hernández Cava, bien en solitario como autor completo, Raúl presenta una poética singular, tan sugerente como la que ofrece Federico del Barrio -su compañero de promoción-, aunque perfectamente distinguibles las dos, también a través de sus respectivos heterónimos. Y bueno, el caso es que Raúl (n. 1960) publicó hace unos meses La Tierra sin mal, un artefacto (un cómic, caramba) que, siendo un poema a la vez gráfico y sonoro, recoge los dos grandes retos historietísticos a que me refiero arriba. 


La impronta musical de este tebeo es patente desde las primeras palabras del libro, donde, en una especie de prólogo, tras mencionar el oído absoluto de su hija, Raúl escribe: «En este libro se trata con sonidos muy comunes, de toda la vida, aunque a las historietas no se las oiga, y se les pone un nombre para que también nos suenen a algo...». A continuación Raúl da algunas claves de interpretación de La Tierra sin mal, las cuales, un tanto a contracorriente o a contratiempo, remiten al blochiano 'principio esperanza' que confía en el mañana. No en vano el tebeo está dedicado a su nieta.

Pero donde el estallido visual y sonoro acontece es en el cuerpo propio de La Tierra sin mal. En su letra, en su música, en sus dibujos. Raúl enlaza la competencia musical de los guaraníes y la pauta sonora de su Aguyé o camino hacia una Tierra sin mal (un mito de su religión) con la erupción del Vesubio en 1944 ante las tropas aliadas y el comienzo del fin del mundo que, como siguiendo una norma orquestal, se irá deshojando en una serie de sonidos distintos para cada persona. La cuenta atrás sonora del propio Raúl irrumpe a partir de la enumeración desde el diez hasta el cero con que el presentador de cierta discoteca convocaba al público a la pista de baile, seguida de una eclosión de luz y de música. Del resto de la historia no cuento más, simplemente digo que es una maravilla. Eso sí, al final hay una sorpresa que conecta con la esperanza aludida.

Raúl sigue siendo fiel a su estética multiforme, pero en esta ocasión manifiesta una plenitud a la altura de los mejores artistas. Su Tierra sin mal es un tebeo tan afortunado como dichosa sería una Tierra sin mal realmente existente. 
________________________________________________________________________________
1 Por ejemplo, Carmen Paula García Navarro: "Imbricaciones posibles: la poesía gráfica de Laura Pérez Vernetti", o Céline Pegorari: "Poémic, liricómic, versoñetas: ¿Creación de un nuevo género?", ambos en: Nuevas visiones sobre el cómic. Un enfoque interdisciplinar, volumen colectivo coordinado por Julio A. Gracia Lana y Ana Asión Suñer, 2018, Prensas de la Universidad de Zaragoza. 

domingo, 17 de febrero de 2019

Beverly - Sabrina - Literatura gráfica

En sus dos novelas gráficas publicadas hasta ahora: Beverly (2016) y Sabrina (2018), Nick Drnaso (n. 1989) va más allá de lo que Tim Lane (Coches abandonados, The Lonesome Go) sintetiza mediante la expresión "El gran drama mitológico americano". Va más allá, en primer lugar, porque Drnaso parece disolver la limitación geográfica estadounidense de ese gran drama, en absoluta conformidad con la globalización del planeta americano, de manera que sus historias se desarrollan en cualquier escenario ocupado por gente "corriente"; y en segundo lugar, porque a fin de cuentas se trata ya de un drama carente de mitología o, con igual resultado, con un panteón mitológico tan internalizado y tan desgastado, que los mitos reales parecen haber desaparecido del mapa, siendo sustituidos por mitos espurios que no duran nada. El presente dibujado y descrito por Drnaso en sus cómics nos resulta insoportablemente cercano y familiar, al menos si acabamos limitando lo que nos rodea a un mundo de urbanizaciones homogéneas, centros comerciales, autopistas, resorts, empresas de servicios y paisajes urbanos habitados por la desolación y por personajes igualmente desolados. Por otro lado, al poeta W. H. Auden le debemos otra descripción afortunada de la realidad contemporánea: The Age of Anxiety (La edad -o La era- de la ansiedad), título de un poema largo suyo publicado separadamente en 1947. Lo que dibuja y expresa Nick Drnaso en sus tebeos es una nueva manifestación de aquella Edad de la ansiedad referida por Auden. Solo que ahora está tan internalizada y asumida esa ansiedad, que aun siendo constitutiva y constituyente de los estados anímicos  que moldean nuestro entorno, cuando se visibiliza adquiere los tintes patológicos de una sociedad medicalizada y terapeutizada en exceso. Las figuraciones de Drnaso, de nuevo, nos resultan inquietantemente cercanas. 

Beverly obtuvo el premio literario de Los Angeles Times a la mejor novela gráfica (the 2017 L.A.Times Book Prize for graphic novels). Por su parte, Sabrina ha quedado preseleccionado para el Premio Man Booker de ficción que se fallará en otoño de este año, un galardón concedido desde 1969 a escritores de cualquier nacionalidad que publiquen en lengua inglesa...

Novela gráfica. Literatura dibujada. Todavía el debate. Observo que una fuente de indignación entre los que se oponen a esta terminología procede de una jerarquización que ellos mismos asumen, pretendiendo que los que aceptamos hablar de novela gráfica o de literatura dibujada estamos implícitamente minusvalorando otros tipos de historieta, tradicional o no, bien vigente. En mi opinión, es esta una jerarquización fantasmática; solo existe en las cabezas de los snobs culturales, o en las de los pata negra del medio que se obcecan en denostar el término 'novela gráfica' diciendo que son simplemente tebeos y olvidando, tal vez, que si bien todas las novelas gráficas son tebeos, no todo tebeo es novela gráfica. Sin embargo, mientras me parece más o menos sencillo distinguir lo que es una novela gráfica de lo que no, siquiera sea por el procedimiento de las definiciones ostensivas (esto es una novela gráfica), no se me escapa que a la hora de establecer una distinción neta y clara entre 'narrativa gráfica' y 'literatura dibujada', la cuestión no es sencilla de resolver ni siquiera ostensivamente. Es un poco parecido al intento de establecer un criterio que demarque lo que es historieta y lo que es humor gráfico o ilustración. Se apelará a la secuencialidad, al número de viñetas mínimas necesarias para hablar de historieta, a la especificidad gráfica, etcétera, pero siempre quedará de algún modo abierto el debate. Volviendo a la cuestión de distinguir entre 'narrativa gráfica' y 'literatura dibujada', quizás una opción estribe en no establecer tal distinción (acaso recordando que R. Töpffer usaba indistintamente las expresiones 'Historias en estampas' y 'Literatura en estampas'), quedándonos tan solo admitiendo que puede haber historietas mejores o peores, sin que eso signifique para nada que las primeras son 'literatura' y las segundas simplemente 'historietas'.

En cualquier caso, le demos el nombre que le demos al trabajo de Nick Drnaso, lo cierto es que se sitúa también más allá, por supuesto del vitalismo underground de los abuelos como Crumb, pero también del nihilismo postunderground de sus hijos como Clowes (si bien la gráfica de Drnaso conecta con Ware especialmente y con Tomine, miembros ambos de la generación de Clowes -el propio Drnaso cita especialmente la influencia de Ivan Brunetti-). Frente al nihilismo caricaturesco de Daniel Clowes y el nihilismo más o menos humanizado de Chris Ware, diríamos que Nick Drnaso, sin abandonar el cariz nihilista, aporta una más concreta denuncia, marcadamente política en Sabrina y su irónico juego con las teorías de la conspiración y las sugerencias de manipulación de las redes sociales, y claramente social en Beverly, sobre todo en sus capítulos "La historia más triste jamás contada" y "Virgen María". Seamos, pues, optimistas. Pese a la desolación postexistencialista implícita en las novelas de Nick Drnaso, heredera de la de sus padres (al menos en términos de narrativa gráfica: Ware, Clowes, Tomine), no es del todo ilusorio vislumbrar un posible repunte de la recuperación entre los jóvenes del compromiso con la política progresista.

En un reciente artículo titulado "En la senda de Steinbeck" [aquí], Álvaro Pons se refiere a la inserción de la novela gráfica estadounidense bajo el concepto de "la gran novela americana". Es el reconocimiento del valor literario (sea esto lo que signifique) del cómic, presente ya en clásicos como Al Capp, anterior al auge de la novela gráfica, para quien John Steinbeck solicitó en su momento el Nobel de Literatura. No cabe duda de que Nick Drnaso participa de esta concepción literaria à la americana. Sin embargo, tal y como digo -al comienzo de esta entrada- cuando aludo a la expresión de Tim Lane "el gran drama mitológico americano", Drnaso rompe con la limitación geográfica. El vacío y la desolación, la ausencia y la pérdida que reflejan sus historietas son motivos que se encuentran tan generalizados como los escenarios en que se desarrollan. Quizás "la gran novela americana" ha culminado, como el siglo en que floreció. No hay aquí épica, pero tampoco antiépica. Quedan la tragedia y el drama (sin apenas comedia). Con colores atenuados, tonos pastel. Como los que emplea Nick Drnaso en sus dos novelas gráficas publicadas hasta ahora.