Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)
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miércoles, 30 de agosto de 2017

Fire!! Los porqués de Peter Bagge


Con la publicación de Fire!!, Peter Bagge reitera su eficacia como historietista genuino, ajeno por completo a las bodas de la seriedad y el aburrimiento ("Cuanto más serio se pone, más divertido resulta", dan ganas de decir). La cosa tiene que ver, sin duda, con su personal dominio del dibujo caricaturesco, sumamente elástico -las figuras curvas de Bagge- y con una narrativa eficaz... por más que sus páginas estén llenas de palabras (se agradecen las cuidadas traducciones realizadas por Hernán Migoya). Peter Bagge "dice cosas". Con dibujos frescos y palabras precisas. En lenguaje de cómic. 

En esta nueva entrega, Bagge repite la fórmula iniciada con La mujer rebelde (2013). Si ahí el contenido del tebeo se centraba en La historia de Margaret Sanger, ahora, en Fire!! (2017), es La historia de Zora Neale Hurston el objeto de su atención (y de la del lector).

Zora Neale Hurston (1891-1960) fue una escritora y antropóloga estadounidense difícil de encasillar (ni falta que hace). Su condición vital, unida a las circunstancias de su biografía, le facilitaron un trabajo muy personal en la investigación del folklore sobre todo sureño (y también del Caribe), y un tipo de creación literaria -novelas, relatos, obras teatrales- inseparable de la experiencia y el conocimiento de ese mismo sur.

Zora Hurston formó parte activa del fenómeno conocido como Renacimiento de Harlem. De hecho, Fire!! es el título del primer y único número de una revista publicada en 1926 por un grupo de escritores y artistas que incluía un par de textos -una obrilla de teatro y un relato- de Hurston. (De igual modo, The Woman Rebel es el nombre de una revista-manifiesto de Margaret Sanger que apareció en 1914.) Se trataba de un puñado de inspirados autores deseosos de ofrecer una certera expresión de la vida al margen del puritanismo y sobre todo libre de la mirada inquisidora de los blancos. Son magníficas las páginas que Peter Bagge dedica en Fire!! al  momento fundacional de la revista del mismo título.


Por lo demás, la factura de ambos libros de Peter Bagge, La mujer rebelde y Fire!!, es exactamente la misma. Tanto es así, que no me extrañaría que nos encontrásemos ante una nueva serie de este autor. En cuyo caso, aun a riesgo de incurrir en un abuso de la inducción, los aspectos o elementos comunes en estos dos títulos pueden sugerirnos por dónde irían los tiros si ciertamente estuviésemos ante una serie.

Ambos libros, por ejemplo, cuentan con un apartado escrito por Bagge: "¿Por qué Sanger?", en un caso; "¿Por qué Hurston?", en el otro. Son parte de los porqués del autor.

Margaret Sanger y Zora Neale Hurston son dos mujeres controvertidas. Las dos reciben palos por la izquierda y por la derecha. Fueron fuertemente individualistas. Dueñas de unas vidas propias, coloristas y ricas. Y sobre todo activas. Prescindieron de los estándares preestablecidos para prefijar sus conductas. Y las dos están expuestas, por tanto, a los juicios reprobatorios de los biempensantes, bien sea por un aspecto de lo que hicieron, por el contrario o por todos.

Los dos libros de Peter Bagge, como digo, son formalmente similares. Su contenido material, obviamente, no. Ambos tienen una primera parte, el grueso de la historia, que narra en tebeo momentos puntuales de la vida de la heroína en cuestión; los suficientes para componer un relato  y ofrecer una visión completa o al menos suficiente del personaje. La segunda parte de cada tomo la integra un abundante cuerpo de notas escritas por el propio Bagge, además de fotografías y otro material gráfico ("Quién es quién y qué es qué?", en La mujer rebelde; "Qué, quién, dónde, cuándo y por qué", en Fire!!). En esta sección el autor, siguiendo el orden de las páginas y viñetas de la primera parte, detalla información exhaustiva relativa a la historia narrada... y acerca de los porqués de Peter Bagge.

Esta concepción del tebeo compuesto por una historieta continua seguida de una vasta sección de notas del propio autor recuerda a los trabajos del canadiense Chester Brown. No resulta extraña, entonces, la cita de Brown que aparece en la contracubierta de Fire!!:
"Este libro es fascinante, desde la primera página hasta el final de la sección de notas. (¡En serio, deberiais leer las notas!) No hay nadie que haga cómics biográficos mejor que Peter Bagge."
Hay, sin embargo, una conexión más relevante, por así decir, entre Peter Bagge y Chet Brown que la puramente formal, ateniéndonos a la observación.


Es una conexión de índole política. Un libro de Peter Bagge está titulado aquí así: Todo el mundo es imbécil menos yo y otras agudas observaciones (2009). El tomo recoge historietas de cómic-periodismo escritas y dibujadas por Bagge para la revista Reason, autodefinida como "a libertarian magazine". Es esta, sin duda, la obra más explícitamente política del autor, en la que elabora reportajes gráficos acerca de la guerra, el sexo, el arte, las finanzas, la política estadounidense, etc. Bagge no expone aquí un tratado de filosofía libertaria. Simplemente, además de informar, se autoexpone directa o indirectamente -un tanto a lo periodismo gonzo- a propósito de un buen número de cuestiones de interés público. Y lo hace, como siempre, con lucidez y humor.

No se trata ahora de abordar los matices de la opción libertaria/libertariana. Ni de entrar a considerar si es o no un anarquismo de derechas. Lo cierto es que Peter Bagge y Chester Brown, cada uno a su modo, comparten una posición política que afirma la libertad individual y su corolario, la responsabilidad de cada uno respecto a las propias decisiones. Como tal, es una posición contraria a regulaciones o intervenciones en los asuntos propios, realizadas en nombre de instancias ajenas y más allá de los mínimos razonables que garanticen la vida en común. "La gente es capaz de cuidarse de sí misma". La razonabilidad como criterio político o de la acción pública. Es un criterio, por cierto, que aparece tan razonable como los puntos de vista autorales que muestran los tebeos de Bagge y de Brown.

(Me da en la nariz que un buen puñado de historietistas y artistas gráficos deben de compartir estas actitudes libertari(an)as. Sin embargo, sería magicista -más que metafísico- concluir que tales posiciones y actitudes son algo así como inherentes a la esencia del cómic. No obstante...)


Peter Bagge, en fin, asume esta perspectiva libertaria en Fire!! (lo mismo que en su anterior cómic biográfico y, en cierto modo, en toda su producción empezando por la familia Bradley). Y la resume muy bien cuando, con motivo del desacuerdo de Zora Neale Hurston respecto a la histórica sentencia judicial de 1954 sobre el 'Caso Brown contra Consejo de Educación de Topeka', que daba pie a la escolarización conjunta de estudiantes blancos y negros, recoge entre viñetas y globos esta conversación entre Hurston y una amiga:
--Verás, Zora, leí tu carta al Director criticando el veredicto del juicio Brown vs. el Consejo Escolar.
--Ajá. Parece que todo el mundo la ha leído ya. Ha causado bastante tensión. 
--Pero ¿cómo puedes oponerte a la integración? 
--No me opongo. Me opongo a la integración forzosa... ¡Como también a la segregación impuesta desde el Gobierno!
Palos por la derecha y por la izquierda, entonces. Pese a la razonabilidad de los porqués de esta posición. 


domingo, 11 de diciembre de 2016

Lorca y New York en la era del jazz




Es propio del poeta absorber realidades inmensas y someterlas a la cadencia de la expresión de su arte. Tal vez por eso, Federico García Lorca mencionó al comienzo de la conferencia-recital sobre su libro Poeta en Nueva York (pronunciada entre 1931 y 1935) lo siguiente:
He dicho "un poeta en Nueva York" y he debido decir "Nueva York en un poeta". Un poeta que soy yo.


García Lorca estuvo nueve meses en Nueva York, seguidos de otros tres en La Habana, entre 1929 y 1930. El fruto productivo -poiético- de ese viaje fue Poeta en Nueva York, un poemario que no sería publicado hasta 1940, póstumamente, durante el exilio mexicano de José Bergamín. La absorción de aquella inmensa ciudad por parte de Lorca dio pie a uno de los títulos más emblemáticos de la poesía del siglo XX. Un torrente de imágenes esculpidas al ritmo de los acentos y los espacios de las palabras configuró ese dechado de poesía visceral, plena de sustantivos, figurativa... que es al cabo Poeta en Nueva York. La primera estrofa de "Oda al rey de Harlem" (cito la versión de la conferencia-recital de Lorca sobre Poeta en Nueva York) es una muestra:

El rey de Harlem

Con una cuchara de palo
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara de palo. 

(En Federico García Lorca escribe a su familia desde Nueva York y La Habana [1929-1930]. Ed. Christopher Maurer. Poesía. Revista ilustrada de información poética, 23-24 (1986): 111-126.)



El reciente álbum de Carles Esquembre: Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo basado en el viaje de Federico García a la ciudad de los rascacielos en la era del jazz. No se trata de un trasvase del poemario de Lorca al lenguaje de las viñetas, lo cual sería difícil de conseguir con acierto. Esquembre parece consciente de que el cómic es un medio específico que tiene sus propias determinaciones. El marco de la representación, por ejemplo, es completamente diferente en la poesía (en la literatura) verbal y en la comicográfica. En el caso de los tebeos, ese marco determina una narrativa secuencial inherente al medio historietístico, una secuencialidad mediante iconos que en ningún caso puede ser reducida a colmar una mera ilustración de otro texto. Poemas y tebeos son todos textos, en efecto, aunque cada uno pertenece a su propio ámbito.

Así pues, lo que este cómic sobre Lorca nos ofrece es un relato del viaje del poeta granadino a esa urbe prodigiosa que es Nueva York; y lo hace a través de una historia en la que se combinan la ciudad y los sueños del poeta, incluidas las pesadillas.


Lorca es uno de los grandes protagonistas de la Edad de Plata de la cultura española, un periodo trágicamente truncado en 1936 igual que fue segada el mismo año la vida del poeta. Se da la circunstancia de que ese periodo, el primer tercio del siglo XX, es el del florecimiento de las vanguardias artísticas, el de las convulsiones de la Gran Guerra, el de la irrupción de la negritud (négritude) como realidad cultural y no solo social... En plena era del jazz, Lorca se encontraba en Nueva York cuando se produjo la catástrofe de Wall Street... Había en aquella ciudad una interesante colonia de intelectuales y artistas... El maquinismo y el fordismo, las luces de neón, la publicidad, la ley seca... marcaban un estilo de vida. Y si a todo eso se le suman las circunstancias biográficas y personales de García Lorca, las características de su estancia en la Universidad de Columbia, su tormentos y pasiones, etcétera, se comprende que hay ahí -en todo ello- materia visual, sonora y narrativa de sobra para completar multitud de textos artísticos de todo género.

Carles Esquembre (n. 1985) compone un cómic con estos mimbres plagado de imágenes impactantes que no ocultan referencias fotográficas. Cosa que, por cierto -esto del empleo de fotografías en la realización de un tebeo-, lejos de rechazar, encuentro difícilmente evitable en narraciones del tipo de la que comentamos. El resultado artístico es lo que importa. Hay mucho dibujo en este cómic de Esquembre. Y el resultado me parece notable. Teniendo en cuenta además que hablamos de una historia muy documentada, con principio, medio y fin (que en este caso no coinciden exactamente con los clásicos planteamiento, nudo y desenlace, pues lo que se cuenta es otra cosa), está claro que Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo recomendable.

Leo estas palabras de Carlos Esquembre sobre su Lorca:
«La intención con ese libro es llegar a chavales jóvenes a los que la poesía les resulta algo aburrido; pero si tienes el aliciente de una vida tan interesante como la que vivió García Lorca en Nueva York lo tienes todo para atraer al lector». (aquí)
A mí me parece que más allá de la intención del autor, netamente loable, el acierto del cómic de Esquembre radica en su  propia calidad como cómic. Si de paso anima a algún lector a acercarse a las obras de Federico García Lorca, pues entonces miel sobre hojuelas. 


sábado, 8 de octubre de 2016

El honor de los Talbot. 'La virgen roja' y la ficción utópica

Los Talbot (Mary M. y Bryan) reciben de nuevo. Esta vez nos complacen con La virgen roja, un biomic centrado en la activista francesa Louise Michel (1830-1905) y en buena medida en la participación de esta mujer revolucionaria en los sucesos históricos de la Commune de París de 1871.


La colaboración comicográfica de Mary M. Talbot y Bryan Talbot empezó a efectos de publicación con La niña de sus ojos (2012). En esta obra, la condición de escritora académica de la autora especializada en cuestiones de género, lenguaje y poder se evidenciaba en un guion anclado a propósito de la relación hija/padre. De la calidad de las ilustraciones del dibujante inglés, en este como en todos su cómics, qué voy a decir.

El trabajo conjunto entre Mary M. y Bryan, matrimonio Talbot, siguió con Sally Heathcote, Sufragista (2014), en cuya confección intervino también la dibujante e ilustradora Kate Charlesworth, En este caso un personaje ficticio, Sally Heathcote, les servía a los Talbot para relatar en lenguaje de cómic un momento tan crucial en la historia como fue el movimiento de las sufragistas inglesas en las primeras décadas del siglo XX. Con su valor y actitudes cambiaron el mundo.

En este momento, en 2016, los Talbot publican La virgen roja. La protagonista del tebeo ahora es un personaje real. La narración inspirada en aspectos de la vida de Louise Michel ilustra un ejemplo del impulso revolucionario que animó a algunos héroes y heroínas del s. XIX en pos de la emancipación de la humanidad. La ilustración (en todos los sentidos de la palabra) y la documentación (igualmente) siguen yendo de la mano en los tebeos de los Talbot.

(Por cierto, un hito en el noveno arte sobre la historia de la Comuna de París es El grito del pueblo (2001-2004), dibujado por Jacques Tardi a partir de una novela homónima de Jean Vautrin. Es este un tebeo que tiene algo de folletinesco, un poco al estilo de Los miserables de Hugo, aunque el trabajo de Tardi, todo hay que decirlo, es soberbio (a mí por lo menos me lo parece). Sorprende ver cómo Jacques Tardi en El grito del pueblo y Bryan Talbot en La virgen roja dibujan y relatan hechos históricos que, siendo los mismos, presentan angulaciones, dibujos de personajes y escenarios, gestualidad y aproximaciones gráficas no del todo diferentes, pero sí distintas.)



A lo que me refiero cuando hablo de 'El honor de los Talbot' es a esto. Ilustran documentadamente -o documentan ilustradamente- fragmentos más o menos puntuales, pero duraderos, de una historia progresista de la humanidad. Una historia que consiste en procurar la liberación del género humano (dicho en términos decimonónicos), o en lograr la realización de los múltiples géneros de los animales humanos (dicho en términos más actuales). La historia (la movida) de la Comuna fue una experiencia libertaria de primer orden, real como la vida misma, En pocas ocasiones, en el Bajo Aragón tal vez durante nuestra Guerra del 36, ha tenido lugar en la Historia una experiencia semejante. Se agradece que los Talbot, igual que Tardi, recojan en lenguaje de cómic el valor de tales experiencias históricas. Eso mismo les honra y es por lo tanto su honor.





Pero La virgen roja no se limita a ilustrar lo que fue la Commune de París. Siendo como es el centro de esta narración la vida de Louise Michel, la segunda parte de la novela describe la deportación de nuestra heroína a las islas de Nueva Caledonia, en el Pacífico austral, y otras posteriores vicisitudes hasta su muerte. Lo mejor del asunto es ver cómo esta revolucionaria tomó partido en la colonia francesa por los desposeídos, los indígenas, y cómo se fue convirtiendo en una figura clave de la historia del anarquismo. Louise Michel (educada como Clémence Demahis Michel), además de communarde, fue escritora, poeta, educadora, militante libertaria... El tebeo de los Talbot recoge sabiamente todas estas facetas, incluido el entierro de esta Vierge Rouge en loor de multitud.

Leyendo estos días Stuck Rubber Baby, la novela gráfica (el cómic) absolutamente recomendable de Howard Cruse, me encuentro en su Introducción, escrita por Tony Kushner, las siguientes palabras:
La libertad sólo es posible cuando la libertad es de todos, pues la esclavitud en alguna parte implica esclavitud en todas partes
Louise Michel, no cabe duda, suscribió con su vida esta concepción de la libertad.


El título original de este cómic de los Talbot es The Red Virgin and The Vision of Utopia. De manera que, last but not least, planea en La virgen roja la cuestión de la utopía y de su más fehaciente plasmación, esto es, la ficción utópica. 
Un mapa del mundo que no incluya a Utopía, no merece ser visto. (...) El progreso es la realización de las utopías. (Oscar Wilde en El alma del hombre bajo el socialismo. Citado por los Talbot en La virgen roja)

La tradición del socialismo inglés (no confundir con el Ingsoc orwelliano de 1984) guarda cierta relación con la utopía, más allá de los tiempos de Robert Owen. (El término "socialismo utópico" fue acuñado por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista para contrastarlo con el "socialismo científico" propuesto por ellos,) Es el utópico un socialismo de tipo comunitario y humanitarista, que apela a la razón y al corazón y que confía, no sé hasta qué punto ingenuamente, en la proclamación de una nueva sociedad de sujetos realizados como sujetos.

Los Talbot iluminan en su obra esta tradición, pero no solo en su vertiente más política. La utopía conectó en el siglo XIX con el espíritu del positivismo inspirado por los avances científicos. Y en este contexto, el imaginario colectivo se inundó de ficciones utópicas más o menos literarias, descriptivas y narrativas, en las que el desarrollo de la ciencia impulsaría un progreso de la humanidad sin cortapisas. Circularon novelas populares tremendamente influyentes, como Looking Backward, de Edward Bellamy (1850-1898), la cual vinculaba además la utopía socialista con la utopía científica. Eran las ficciones utópicas anteriores a la distopía descrita por Aldous Huxley en Un mundo feliz.

Louise Michel compartió esa visión utópica de una sociedad emancipada con la ayuda de los logros científicos. (Hay incluso una leyenda que le atribuye la creación de la figura del capitán Nemo, desarrollada después por Julio Verne en  20.000 leguas de viaje submarino.) Los Talbot aluden a este sueño utópico de la época en La virgen roja. Un sucinto prólogo de dos páginas y un brevísimo epílogo de una sola, que no desvelaré aquí, manifiestan cierta ironía acerca de su posición al respecto.

Es una posición, la de los Talbot, que dista mucho en mi opinión de parecer ingenua, por más que alimente la utopía.



viernes, 24 de abril de 2015

Atrapado en Belchite: En el principio el tebeo


A Sento Llobell, a su obra, le encaja como un guante la frase: "En el principio se encuentra el tebeo". Cualquiera (todas y cada una) de sus creaciones -bien sea una falla, la figura central del Parque Gulliver de Valencia, las aventuras de Tirant lo Blanch, los personales cómics que conforman su carrera de historietista o algo tan serio como son las memorias del doctor Pablo Uriel- confirma lo que enuncia esa frase. Es el tebeo el que anima y genera esas obras y no al revés. Y es eso, unido a su arte, lo que convierte a Sento en uno de los grandes autores de cómic de nuestro país.


En otro post [ aquí ] comentábamos Un médico novato, la primera parte de la transposición a tebeo de No se fusila en domingo, libro de memorias de Pablo Uriel. Ahora aparece autoeditado Atrapado en Belchite, segunda parte de una proyectada trilogía de Sento sobre tales memorias.

El hecho de que la autoedición sea una alternativa muy vinculada a los cómics, al menos desde la era underground, viene a reforzar la impresión de que para Sento en el principio se encuentra el tebeo. La lectura de Atrapado en Belchite, junto a la de Un médico novato, reafirma esta impresión.



En el caso concreto de estos dos títulos de Sento, decir que en el principio está el tebeo puede parecer cuanto menos equívoco, pues es obvio que lo que se encuentra al principio aquí es No se fusila en domingo, las memorias del doctor Uriel, un libro de prosa autobiográfica. Sin embargo, el sentido de la frase alude a otra cosa. Alude en concreto a esa "mirada de autor" que es característica de Sento y que este refleja en sus obras. Algo así como un a priori, una condición previa a la tarea posterior de elaborar una obra, aquí a partir de la lectura de los textos de Pablo Uriel. Y es una mirada, ya digo, netamente de tebeo.

Más difícil será especificar qué se entiende exactamente por "tebeo" al decir que este es el rasgo peculiar que caracteriza el trabajo de Sento.

Se me permitirá que recurra una vez más a la definición ostensiva. Quien haya leído y disfrutado los tebeos con los que alimentamos nuestra infancia los nacidos entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado sabrá perfectamente a qué me refiero al decir que en las obras de Sento prevalece el espíritu del tebeo. No hay más que comprobarlo a través de los sentidos, por mucho que el término "espíritu" mantenga connotaciones idealistas. 


Pero no estamos diciendo con ello que la obra de Sento sea ingenua o infantiloide. Para nada. Lo difícil es lograr expresar en lenguaje de tebeo un discurso tan serio y tan lúcido como el que transmiten las memorias del doctor Uriel. Es una cuestión de estilo y de arte. Quizás la humanidad que atraviesa el libro del médico es lo que conecta con la gracia del dibujo de Sento. Y no son poco el arte y el estilo requeridos para configurar estos tebeos, que aunque tratan el tema que tratan, permiten que palabras como 'esperanza' y 'optimismo' asomen entre las viñetas.

Pese a todo, Atrapado en Belchite es acaso más sombrío que Un médico novato, si bien el tino en la aplicación del color por parte de Elena Uriel (esa viñeta de la tienda de telas) amortiguan un tanto ese tono. La historia transcurre en el frente, en los comienzos de la denominada Batalla del Ebro, la más larga de toda la guerra, junto con la de Madrid. Pese a todo, también, prevalece en esta obra de Sento la apuesta por el vitalismo. 

Esperamos con ganas la conclusión de la trilogía.

sábado, 7 de marzo de 2015

Papaíto (La niña de sus ojos)

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La comprensión de que el cómic es un medio y no un género está en la base de la renovación siquiera sea conceptual que este medio ha adquirido en los últimos años, en parte bajo el rótulo de "novela gráfica", aunque no solo bajo ese rótulo. El cómic, como la literarura, como el periodismo, como el cine, es un medio de expresión en el que caben contenidos y diseños tan diversos como sugerentes. La distinción entre géneros responde a decisiones u opciones dentro de ese medio. Pero ha dejado de ser consustancial a ese mismo medio.

Bryan Talbot, entre otros, adoptó este enfoque manifiestamente en su obra Alice in Sunderland (2007) [ ... ]. Con este curioso experimento artístico de más de trescientas páginas, Talbot demostraba la validez del cómic como medio creativo, de exploración y a la vez de entretenimiento, desvinculado de la adscripción a los géneros típica de la historieta tradicional. Talbot llega a bromear en una página de su Alice in Sunderland (An Entertainment es el subtítulo de la edición original de esta obra) a costa de Scott McCloud para afirmar: "¡Los cómics pueden abarcar cualquier estilo y cualquier tema!"

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La manía clasificatoria, un desideratum racionalista que aplica rótulos y etiquetas a todo lo que se mueve, llevó a extender la categoría "novela gráfica" a los cómics nacidos desde este nuevo enfoque y no adscribibles claramente a ninguno de los géneros tradicionales. Con la connivencia añadida de que el término "novela" es un poco como el lecho de Procusto, que se adapta a cualquier designio. Por no hablar de la eficacia comercial de las marcas.

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En 2012 salió a la luz La niña de sus ojos (Dotter of Her Father's Eyes), un tebeo de difícil clasificación que, como tal, forma parte del acervo de novelas gráficas en el apartado de biografías. Se trata de una obra conjunta, escrita por Mary M. Talbot e ilustrada por su marido, Bryan Talbot. Mientras que él es un reputado autor de cómics (Grandville, Historia de una rata malaAlicia en Sunderland, etc.), ella, Mary M. Talbot, es una también reputada intelectual académica, espcializada en el análisis crítico de las relaciones entre lenguaje, género y poder (Language and Gender es el título de una de sus publicaciones). Esta primera colaboración entre los Talbot resultó exitosa. Recientemente han publicado una nueva obra conjunta: Sally Heathcote, Sufragista, de la que daremos cuenta.

La niña de sus ojos es un libro biográfico y autobiográfico a la vez. Mary Talbot establece un paralelismo entre su propia infancia y juventud y la infancia y juventud de Lucia Joyce. Esta, Lucia, fue la hija del escritor James Joyce. Mary, por su parte, es hija de un reconocido especialista en la obra de James Joyce. Ambas compartieron interés por la danza. Ambas fueron hijas de un "frío, loco y pavoroso padre". Ambas, en fin...

Estamos ante el cómic entendido como un ajuste de cuentas del autor -de la autora en este caso- en versión autobiográfica o confesional. (Es interesante apuntar que el uso del adjetivo "confesional" para referir este tipo de literatura autobiográfica es un anglicismo. En nuestro idioma, el término "confesional" se aplicaba referido a una confesión religiosa. Y así, tebeos confesionales eran por ejemplo las biografías de santos que la Editorial Novaro publicaba en nuestra infancia en la colección Vidas ejemplares.)

El ajuste de cuentas que Mary Talbot lleva a cabo en La niña de sus ojos es con respecto a su figura paterna. Recuerda, en este sentido, a lo que Alison Bechdel realizó en Fun Home. Solo que en el caso de Talbot la comprensión no parece superar al reproche, por más que su circunstancia vital no tuvo un desenlace tan desafortunado como el que padeció Lucia Joyce. La biografía de Lucia se mezcla en el libro con la autobiografía de Mary, pero la equivalencia se da solamente hasta cierto punto, a favor de Mary.

En un momento dado de La niña de sus ojos, Mary Talbot introduce en el texto a la escritora Sylvia Plath (1932-1963) y su poema Daddy. Creo que es una clave más que suficiente para entender el sentido del libro que comentamos.


En su aspecto formal, La niña de sus ojos da ocasión para que Bryan Talbot despliegue su inteligencia gráfica y visual. Sus viñetas y dibujos certeros nos trasladan a los precisos momentos históricos y psicológicos en que las historias se desarrollan. Es un arte que, unido a la inteligencia argumental de Mary Talbot, conforma una obra no solo muy significativa, sino además hermosa.

Dejo un traducción ( copiada de este enlace ) del poema Daddy, de Sylvia Plath. La palabra Daddy puede ser traducida como Papi, Papito, Papaíto...

Papi

Por Sylvia Plath

Ya no, ya no,
ya no me sirves, zapato negro,
en el cual he vivido como un pie
durante treinta años, pobre y blanca,
sin atreverme apenas a respirar o hacer achís.

Papi: he tenido que matarte.
Te moriste antes de que me diera tiempo…
Pesado como el mármol, bolsa llena de Dios,
lívida estatua con un dedo del pie gris,
del tamaño de una foca de San Francisco.

Y la cabeza en el Atlántico extravagante
en que se vierte el verde legumbre sobre el azul
en aguas del hermoso Nauset.
Solía rezar para recuperarte.
Ach, du.

En la lengua alemana, en la localidad polaca
apisonada por el rodillo
de guerras y más guerras.
Pero el nombre del pueblo es corriente.
Mi amigo polaco

dice que hay una o dos docenas.
De modo que nunca supe distinguir dónde
pusiste tu pie, tus raíces:
nunca me pude dirigir a ti.
La lengua se me pegaba a la mandíbula.

Se me pegaba a un cepo de alambre de púas.
Ich, ich, ich, ich,
apenas lograba hablar:
Creía verte en todos los alemanes.
Y el lenguaje obsceno,

una locomotora, una locomotora
que me apartaba con desdén, como a un judío.
Judío que va hacia Dachau, Auschwitz, Belsen.
Empecé a hablar como los judíos.
Creo que podría ser judía yo misma.

Las nieves del Tirol, la clara cerveza de Viena,
no son ni muy puras ni muy auténticas.
Con mi abuela gitana y mi suerte rara
y mis naipes de Tarot, y mis naipes de Tarot,
podría ser algo judía.

Siempre te tuve miedo,
con tu Luftwaffe, tu jerga pomposa
y tu recortado bigote
y tus ojos arios, azul brillante.
Hombre-panzer, hombre-panzer: oh Tú...

No Dios, sino un esvástica
tan negra, que por ella no hay cielo que se abra paso.
Cada mujer adora a un fascista,
con la bota en la cara; el bruto,
el bruto corazón de un bruto como tú.

Estás de pie junto a la pizarra, papi,
en el retrato tuyo que tengo,
un hoyo en la barbilla en lugar de en el pie,
pero no por ello menos diablo, no menos
el hombre negro que

me partió de un mordisco el bonito corazón en dos.
Tenía yo diez años cuando te enterraron.
A los veinte traté de morir
para volver, volver, volver a ti.
Supuse que con los huesos bastaría.

Pero me sacaron de la tumba,
y me recompusieron con pegamento.
Y entonces supe lo que había que hacer.

Saqué de ti un modelo,
un hombre de negro con aire de Meinkampf,

e inclinación al potro y al garrote.
Y dije sí quiero, sí quiero.
De modo, papi, que por fin he terminado.
El teléfono negro está desconectado de raíz,
las voces no logran que críe lombrices.

Si ya he matado a un hombre, que sean dos:
el vampiro que dijo ser tú
y me estuvo bebiendo la sangre durante un año,
siete años, si quieres saberlo.
Ya puedes descansar, papi.

Hay una estaca en tu negro y grasiento corazón,
y a la gente del pueblo nunca le gustaste.
Bailan y patalean encima de ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papi, papi, hijo de puta, estoy acabada.

domingo, 19 de octubre de 2014

Carlos Gardel. La Voz del Río de la Plata

Decía Hugo Pratt que uno de los cometidos del cómic podría ser el de crear los grandes mitos contemporáneos.

Pero no solamente crearlos, podemos añadir. El cómic también puede re-crearlos evocándolos. Y puede hacerlo además de un modo crítico.

Esto es lo que llevan a cabo José Muñoz y Carlos Sampayo en su Carlos Gardel. La Voz del Río de la Plata.


En este libro, la recreación-evocación del mito de Gardel, un mito fundamental en el imaginario colectivo de la nación argentina, pasa por una valiente puesta en solfa de otro mito, el de la identidad nacional identificada a su vez con otra identidad, la de un personaje -Gardel- que a la postre se muestra tan impreciso y ambiguo como esa supuesta identidad nacional. Hacen falta bemoles, pero a Muñoz y Sampayo, argentinos los dos, no les faltan.
Con todo, el arte de esta dupla creativa, el tándem Muñoz y Sampayo, consigue elevar la imagen sonora de Carlos Gardel hasta el punto de que esta sigue volando en la zona sensible que conecta las ensoñaciones con la vista y el oído de los que la siguen. Es de nuevo el recurso estético de la sinestesia, que tan bien dominan estos dos autores y que es una marca de fábrica de sus trabajos en común, lo que permite velar desvelando, o desvelar velando, la extraña figura del "zorzal criollo" a través de su extraña conexión argentina.

De modo que, pese a las sombras y ambigüedades de toda índole que rodean a la personalidad de Carlos Gardel, lo cierto es que al final de este cómic prevalece el tópico popular argentino según el cual "el Mudo" ... "cada día canta mejor".

 

20.10.2014

Mi padre, sin ser argentino, tenía a Carlos Gardel incrustado en su tabla de contenidos estéticos y emocionales. Decir que era fan suyo suena tonto e infantil, aparte de que en aquella época no se usaba apenas la palabra fan. El caso es que me crié oyendo hablar de películas como Luces de Buenos Aires, El día que me quieras y otras. Mi padre también guitarreaba a veces y los domingos le gustaba afeitarse con brocha y cuchilla. En tales ocasiones, cantaba tangos de Carlos Gardel. También gracias a él conocí muy pronto el Martín Fierro y toda la mitología gauchesca. Y, seguramente por todo esto, uno de mis sueños recurrentes algunas noches es que vivo en la ciudad de Buenos Aires. Hasta ahí puede llegar el influjo paterno. (Por las mismas razones, pero al contrario, un hermano mío siente aversión por Gardel y los tangos.)

Mi padre murió lamentando no haber vuelto a ver una película de Gardel desde los años cuarenta pasados. Le extrañaba mucho, decía, que no las recuperasen y las exhibiesen de nuevo, siquiera en televisión. Son películas viejas (Gardel murió en 1935), correspondientes al momento de irrupción del cine sonoro en que proliferaron los musicales. Y en efecto, las películas de Gardel eran un poco la contrapartida porteña de los filmes musicales inspirados en Broadway, si bien estaban producidas por la Paramount. En los años treinta del siglo pasado, hablando un poco a lo grande, había una especie de distinción de clases reflejada en los correspondientes gustos de unos y otros por Fred Astaire o por Carlos Gardel.

Mi padre habría flipado si hubiese llegado a conocer la accesibilidad que hoy en día tienen las películas de Gardel. No ya solo desde un PC, sino también desde una tableta, un móvil y otros dispositivos que llegan como unas gafas o un reloj.

En Youtube hay un buen repertorio del cine de Gardel. Dejo aquí la película completa El día que me quieras. Además de la inspirada canción que sirve de título al film, contiene el tango Volver. Casi nada.

Va por él.


Estas reviviscencias me han venido a raíz del cómic de Muñoz y Sampayo sobre Gardel.

Seguramente mi padre también habría flipado leyéndolo.



21.10.2014

Los mitos se sostienen con leyendas, a la vez que las leyendas se sostienen con mitos.

El libro de Muñoz y Sampayo sobre Carlos Gardel está construido sobre una estructura argumental basada en un debate televisivo en la década del 2000 orientado a establecer un dictamen sobre "el argentino ideal". En este debate intervienen cara a cara, por un lado, un sociólogo "especialista en el tema de la identidad nacional" y, por otro lado, un admirador furibundo del cantor, considerado "la mayor autoridad mundial en temas gardelianos". Este planteamiento da pie a múltiples consideraciones de los intervinientes, las cuales son expuestas por los autores del cómic contrastándolas con retazos de la vida de Gardel en diferentes ámbitos, por ejemplo el político y el de la ambigüedad sexual. Y el del doble impostado.

Para conocer el resultado de este debate, recomiendo la lectura del cómic en cuestión. Solo indicaré como pista que el blanco y negro de José Muñoz alcanza en estas páginas una luminosidad tal que viene a ser ella misma la que sobresale sobre la pesquisa.


Son muchas las leyendas que envuelven el mito, son muchos los mitos que registran la leyenda. Oficialmente, Gardel murió abrasado en un accidente de aviación en el aeropuerto de Medellín, Colombia, en 1935. En lo que se refiere a esta muerte, en el cómic de Muñoz y Sampayo el sociólogo debatiente afirma en el plató de televisión:

Entre otros mitos, estuvo el que decía que Gardel no murió, que vivía escondido en la selva colombiana, con el rostro quemado... (…) La gente vivió con la ilusión de que no había muerto.

Pues bien. Hay un cómic anterior a este, publicado entre 1988 y 1989, en el cual aparece un episodio que recoge ese mito. Se trata de Caribe, una de las historietas protagonizadas por Dieter Lumpen, cuyos autores son otro tándem, este formado por el argentino Jorge Zentner en el guion y Rubén Pellejero, oriundo de Badalona, en el dibujo.

Vemos en Caribe unas páginas en que Dieter Lumpen es llevado por su amigo El Chino a visitar a un misterioso personaje que vive recluido a solas con su criado en una mansión en una de las Islas del Rosario, a dos horas de Cartagena de Indias. Este personaje, viejo y obeso, mantiene el rostro oculto tras una máscara. Y tras insinuar su identidad, le dice a Lumpen:

¿Se imagina a Carlitos Gardel con esta pinta?... Más valía dejar que la gente creyera que había muerto.


Esto es solo un ejemplo de cómo el cómic se nutre del cómic y cómo, en general, el arte alimenta el arte. Detectar cosas así gratifica al lector de un modo similar a cuando ante el Guernica de Picasso un espectador descubre Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya. Salvando o no las distancias.

Y es también un ejemplo más del papel que desempeñan los cómics en la creación, etc., de los mitos.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Vida del Che

Decía Hugo Pratt que uno de los cometidos del cómic podría ser el de crear los grandes mitos contemporáneos.


Ernesto Guevara, el Che, murió abatido en Bolivia en octubre de 1967, con 39 años de edad. En enero de 1968, a los tres meses de su muerte, apareció en los kioscos de Argentina el cómic Vida del Che, con guion de H. G. Oesterheld y dibujos de Alberto y Enrique Breccia (padre e hijo). Se trata, probablemente, de la primera expresión artística que recogió el icono del Che Guevara, dicen que el más reproducido en las últimas décadas.

La fotografía del Che que en 1960 realizó Alberto Korda es la fuente de la imagen del revolucionario argentino más multiplicada en todo tipo de prendas y objetos de mercadeo.

Pero no cabe duda de que pese a su carácter hagiográfico -o precisamente por eso-,  el tebeo de Oesterheld y los Breccia contribuyó en muy buena medida a la fabricación del mito. Las vicisitudes de la edición, bajo la dictadura en Argentina de Juan Carlos Onganía, con secuestro de los ejemplares y con las planchas originales del cómic destruidas por el ejército, alentaron la leyenda. Mas la calidad de la prosa de Oesterheld, tan cercana en esta obra a la poesía no solo épica, unida al arte inspirado de Alberto y Enrique Breccia, tan evocador, seguro que también tuvieron algo o tal vez mucho que ver.

Lo cual es una muestra de la pertinencia de la frase de Pratt que encabeza este post.


lunes, 14 de abril de 2014

La infancia de Alan

Tratándose de arte, la representación es una excusa, un procedimiento, un recurso... para una presentación. Por medio de lo representado, por entre sus rendijas, se cuela o toma cuerpo lo que se presenta en una obra de arte.

Emmanuel Guibert es un experto en este presentar mediante el arte de la representación.


Lo veíamos al comentar arriba El fotógrafo y La guerra de Alan. Ahora, con La infancia de Alan (2012), Guibert reafirma su pericia en una línea similar a la de los trabajos anteriores.


Por decirlo en términos freudianos, hay un contenido latente en los tebeos de Guibert que se expone o es expuesto a través de un contenido manifiesto. Pero, a diferencia de lo que ocurre en la práctica psicoanalítica, no es preciso recurrir al análisis para detectar ese contenido latente, ya que fluye como el agua transparente y se deja sentir.

En efecto, el artificio poético de Emmanuel Guibert consiste en facilitar -con sus dibujos, viñetas y forma de paginar- que se exponga una voz, la de un narrador que alimenta el relato. No es Guibert, entonces, quien habla; es la voz del narrador. Guibert es el artista invisible. Y así, renunciando a exponer su propia subjetividad, consigue que sea la subjetividad del lector la que conecte con esa voz que él expone, dándole entonces a esta unos tintes de universalidad.

En La infancia de Alan Guibert prosigue el trabajo iniciado en La guerra de Alan. El narrador es el mismo, Alan Ingram Cope, un estadounidense jubilado a quien el autor conoció en 1994 y con el que mantuvo una amistad alimentada por largas conversaciones. Si en el primer caso la narración de Alan dibujada por Guibert giraba en torno a las experiencias en Europa de aquel durante la II guerra Mundial, en este de ahora lo que se presenta es la niñez del anciano narrador. La historia transcurre en California durante la cuarta década (los años treinta) del siglo XX. Y una vez más, es una sucesión de anécdotas de la vida cotidiana lo que se nos cuenta.

A mí me ha parecido que La infancia de Alan no es un mero cuarto volumen que continúa o complementa los tres anteriores de La guerra de Alan. No solo es que encuentro en La infancia... un mayor talento gráfico y visual por el lado de Guibert, sino que hasta el discurso de Alan, el narrador, me ha resultado más convincente, como dotado de mayor autenticidad. Aunque bueno, no hay que olvidar que Emmanuel Guibert es el autor tanto de las páginas y viñetas como del guion, es decir, es el autor total de la obra, si bien esta está basada en los relatos de Alan. Por tanto, lo que se observa en La infancia de Alan es una mayor madurez narrativa, plástica y poética de Guibert.



Inevitablemente, se perciben reminiscencias de Marcel Proust cuando Alan cuenta historias relacionadas con su madre. Y no solo ahí. De hecho, la obra se cierra con una validación de la sensibilidad artística como forma de relacionarse con la realidad. 

Este planteamiento en cierto modo proustiano, unido a la proliferación de un sentido que va más allá de la información aportada por la sucesión de historias de la vida cotidiana, convierten La infancia de Alan en un claro exponente cultural francés, si es que todavía pueden inhalarse atmósferas nacionales en la aldea global.

martes, 11 de marzo de 2014

Binky Brown

No de un modo latente, sino netamente manifiesto, el psicoanálisis irrumpió en la escena del cómic en 1972 de la mano de Justin Green y su Binky Brown conoce a la Virgen María. Y lo hizo de una manera confesional, es decir, a través de un tebeo en el que su autor se exponía a sí mismo y ante el público, sin tapujos, como un neurótico atormentado por conflictos sin tregua entre su religión y su sexualidad.


Respecto a la novedad que supuso Binky Brown... en la historia del cómic, escribe Art Spiegelman en la Introducción a esta obra:

Justin convirtió las cajas en las que se empaquetan los comic-books en confesionarios íntimos y seculares que cambiaron profundamente la vida de los cómics. (...) Inventar todo un género no es poco. Lo que las hermanas Brontë hicieron por el romanticismo gótico, lo que Tolkien hizo por el género de espada y brujería, Justin lo hizo por el género autobiográfico.

Justin Green fue el primero en "desnudar su alma" mediante viñetas con texto. Fue el primero, también, en desgranar su historia en nada menos que 44 páginas, cosa que en la época se antojaba una proeza casi titánica, si bien hoy está más que superada.

Binky Brown, entonces, anticipó la novela gráfica actual y específicamente la de corte autobiográfico.

Lo que expone Justin Green en su obra es la experiencia de una psique trastornada por un desorden obsesivo-compulsivo de manual, años antes de que este tipo de síndromes deviniesen materia cultural o narrativa. Hijo de padre judío y de madre católica, el adolescente Green vive atormentado por los efectos represores de una estricta educación religiosa que potencia los sentimientos de culpa, en contraste con una sexualidad emergente y descontrolada que tiende incluso a la parafilia fetichista.

El tono confesional y sincero de Binky Brown conoce a la Virgen María no convierte esta obra en un muro de lamentaciones. Al contrario, Justin Green no parece perder de vista el carácter de entretenimiento que es genuino en la historieta como medio. En plan juego de palabras, hay más penes dibujados en este tebeo que penas transmitidas por el autor. Nos encontramos así ante un cómic iconoclasta. Y es en eso en lo que estriba el valor de este arte practicado como exorcismo.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Un médico novato

La memoria, las memorias.


Pablo Uriel (1914-1990) fue un médico que después de la última guerra civil se instaló en A Coruña, donde desarrolló su carrera y formó una familia. Miembro de la Real Academia de Medicina de Galicia, en 1972 fue elegido presidente del primer Ateneo Cultural de A Coruña, claro antecesor del actual Ateneo Republicano de la misma ciudad.

Nacido en Gómara, Soria, Uriel estudio medicina en Zaragoza -su lugar de residencia en aquel momento- y recién licenciado, en julio de 1936, le encomendaron una sustitución de 28 días del médico titular de Rincón de Soto, un pueblo de La Rioja. Llevaba allí un par de semanas ejerciendo, cuando a Pablo Uriel le sorprendió la revuelta (el llamado "glorioso alzamiento") y el inicio de la guerra en una zona afín al bando de los sublevados, ya que el pueblo fue ocupado el 19 de julio por los requetés.

A los pocos días de iniciada la contienda fue movilizado y posteriormente recluido en la prisión militar de Zaragoza sin saber cuál era su delito. En la misma situación se encontraban sus compañeros de celda y hasta Antonio, un hermano de Pablo, que fue fusilado en uno de los "paseos" habituales entonces. Finalmente fue excarcelado y con los años, Uriel reflejó esta experiencia en su libro de memorias No se fusila en domingo, de cuya publicación póstuma (2005) se ocupó Elena, hija de Pablo Uriel y esposa del valenciano Sento (Vicent Llobell Bisbal), conocido ilustrador y dibujante de cómics.


Un médico novato, entonces, es una obra de Sento que narra en tebeo buena parte de la experiencia descrita por su suegro Pablo Uriel en el libro de memorias No se fusila en domingo. Y es este cómic de Sento el que ha sido galardonado en la VI edición del "Premio Internacional Fnac/Sins entido de Novela Gráfica".



07.12.2013


El mero título Un médico novato ya revela un estilo, un 'hacer' por parte de Sento fuertemente influido por el historietismo tradicional, aquel que conocimos en los tebeos de nuestra infancia. Me refiero a que siendo tremendo lo que nos cuenta Sento en esta obra, su relato tiene un tratamiento formal que podría parecer acaso ingenuo o inocente, aunque más bien lo que mejor revela es un talante inasequible al desaliento, por no decir optimista. Es así este cómic una buena muestra de ese aire progresista, ciertamente moderno, que caracteriza el trabajo de Sento. Lo cual ratifica la inclusión de este autor en aquella "Nueva Escuela Valenciana" que en los años ochenta pasados despuntó con su personal adscripción a la línea clara.


Lo tratado en Un médico novato, ya digo, es tremendo, por más que presentado con frescura. Se nos muestra el horror de unos golpistas que, como ya habíamos leído en Las bicicletas son para el verano, de F. F. Gómez, truncaron al calor del estío del 36 un sinnúmero de vidas y de esperanzas mediante el procedimiento de aplicar sistemáticamente el terror en la población. Simplemente una denuncia, ser militante de Izquierda Republicana o simpatizante de la F. U. E., no digamos ya miembro de la U. G. T., era suficiente para satisfacer aquella voluntad de exterminio del otro declarada por los fascistas. Al general Mola se le atribuye esta orden: someter a las zonas dominadas mediante la aplicación sistemática de terror. Y es esa voluntad la que se recoge en este diálogo de Un médico novato entre un profesor de la facultad de medicina de Zaragoza y el protagonista, recién incorporado a filas:

--Le parecerá increíble, pero pienso que estamos asistiendo, en esta ciudad, a un experimento de psicología colectiva.

--¿Qué quiere decir?

--"El terror actuando sobre una comunidad."

Parece que el terror, siempre que se ejerza con frialdad, con la suficiente intensidad y con la máxima brutalidad, produce, en la colectividad castigada, una abyecta conformidad...

...un sentimiento de gratitud degradante por parte de aquellos miembros de la comunidad que hayan conseguido escapar al castigo.

El terror es como una gangrena que nos degrada a todos...

...a los verdugos, los hace sádicos...

...a las víctimas, las hace pasivas...

...a los espectadores, nos hace cómplices.

¿Sabe, Uriel? El terror es el arma de moda en estos tiempos."

Un médico novato supone el tratamiento en cómic de una memoria individual, la del doctor Uriel, que se incorpora a una memoria colectiva, la de los españoles que intentan comprender qué pasó en aquellos años de barbarie. Aunque la sobriedad de este relato no es óbice para que Sento nos muestre su personal buen hacer tebeístico y hasta su dominio del arte secuencial.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La guerra de Alan

A propósito de Emmanuel Guibert, dejo un curioso vídeo que muestra cómo realiza uno de sus dibujos de La guerra de Alan.




20.10.2013

Desde cierta perspectiva contemplativa, la estricta representación de figuras y sucesos, tal cual, diluye la frontera establecida entre la ficción y la no ficción. Y esto ocurre no solo en el terreno de las artes. También a menudo las descripciones y explicaciones naturalistas producen ese efecto de incertidumbre que media entre la realidad y la ficción.

En el ámbito audiovisual, un ejemplo del poder ficcional de las representaciones naturales lo proporciona el filme documental francés Microcosmos. El pueblo de la hierba (1996).


Algo parecido ocurre también en las ciencias sociales. Desde que la nueva historiografía, por ejemplo, detectó el valor e importancia de los documentos orales de gente "normal", inmersa en su vida diaria, la Historia dejó de escribirse con mayúsculas siempre. Y es tal la sugestión que sobre la imaginación del lector provocan las descripciones y narraciones de la muy francesa Historia de la vida cotidiana o de la vida privada, que a menudo esos textos semejan novelas.


En el territorio del cómic, La guerra de Alan (2000, 2008), del francés Emmanuel Guibert, es una buena muestra de esta forma de representación cuya fuente es una narración oral: la del protagonista, Alan Ingram Cope. Es también un ejemplo de cómo la vida de cualquier persona "normal" contiene materia narrativa suficiente como para ser representada en una obra. (Obviamente, las comillas que encierran la palabra 'normal' aluden al hecho de que la normalidad es un mero valor estadístico; ya que propiamente hablando, ¿quién es normal?) Y acceder a La guerra de Alan, finalmente, es también una forma de constatar cómo lo real de una narración se confunde, a través de lo simbólico, con lo imaginario que el lector aporta.


Aparentemente -o a primera vista-, La guerra de Alan trata de la experiencia de un soldado durante la II guerra mundial, contada por él mismo. Sin embargo, de inmediato el lector se percata de que no está ante un tebeo bélico en el sentido convencional. Y es que en mi opinión, "la guerra de Alan" es otra. Es una lucha interior, la que mantiene el protagonista consigo mismo intentando negar o rechazar su auténtica condición personal.

Esto que digo no deja de ser una interpretación exigente. Su mérito, si lo tiene, estriba en que aporta un elemento ficcional a una narración que es verídica en lo que expone. De este modo, La guerra de Alan vendría a ser algo así como una novela en clave al revés o un roman à clef invertido, donde son unos personajes reales los que ocultan una situación ficticia, en tanto que no abiertamente explícita o manifiesta, pero acaso latente.


Lo mismo que ya vimos que ocurría en El fotógrafo, el gran mérito de Emmanuel Guibert en La guerra de Alan es hacerse invisible y dejar que sea el lector quien ocupe el lugar del autor, dándole voz propia al narrador y completando así la historia. Una virguería del arte de la poética.


Al empezar a leer La guerra de Alan me vino a la cabeza Viaje al corazón de la tormenta, de Will Eisner. Si acaso, dejaré el comentario respectivo para otra ocasión. 

lunes, 7 de octubre de 2013

La 'nouvelle bande dessinée'. El fotógrafo

En Francia, el fenómeno de la "novela gráfica" fue etiquetado bajo el rótulo nouvelle bande dessinée.

Al igual que ocurría en otros escenarios (esto del neotebeo es global), entre finales de los setenta, los ochenta y los años noventa del siglo pasado, irrumpió en el mercado francófono un nuevo estilo de cómic con implicaciones literarias, más "de autor" que "de personaje", realizado pensando en un lector más o menos adulto, obviando los géneros y las series, con libertad de formatos (no sometido al álbum estándar de 48 páginas en color y tapa dura), etc.

En fin, hacia el final del segundo milenio de nuestra era un puñado de historietistas que habían crecido leyendo tebeos renovaron el mundo del cómic, incluido el francés o el expresado en ese idioma. Me estoy refiriendo a autores como Joann Sfar (n. 1971), David B. (n. 1959), Christophe Blain (n. 1970), Marjane Satrapi (n. 1969)... y Emmanuel Guibert (n. 1964).





12.10.2013


El fotógrafo, publicada inicialmente en tres volúmenes entre 2003 y 2006 y en versión integral en 2010, es una obra conjunta. Está escrita y dibujada por Emmanuel Guibert, narrada, fotografiada y vivida por Didier Lefèvre y maquetada y coloreada por Frederic Lemercier.



Lo primero que llama la atención de El fotógrafo, en el plano de la expresión, es la sabia conjunción de viñetas y fotografías que conforman sus páginas. Y digo que es una conjunción sabia, porque no es fácil compaginar en un mismo texto fotos y dibujos de un modo armónico y coherente.


Y es que El fotógrafo cuenta la experiencia personal de Didier Lefèvre (1957-2007), fotógrafo que a los veintinueve años, en 1986, viajó a Afganistán cuando ese país estaba en plena guerra entre soviéticos y mujahidin. Lefèvre fue allí para hacer un reportaje sobre la actividad de Médicos Sin Fronteras (MSF) en aquel entorno y regresó a su casa con unas cuatro mil fotografías (ciento treinta carretes), de las cuales publicó solo seis en la prensa. Trece años después, su amigo Emmanuel Guibert, viendo ese arsenal de fotos, le propuso realizar conjuntamente ese prodigio que es El fotógrafo.


A primera vista, pudiera parecer que con El fotógrafo estamos ante otra crónica o reportaje de cómic-periodismo, en la línea de Joe Sacco y Guy Delisle, aun teniendo en cuenta las enormes diferencias que hay entre ellos. Esta vez es Afganistán el país elegido y a fin de cuentas también Delisle guarda relación con MSF, por cuanto su esposa es miembro de esa ONG y él escribe y dibuja sus libros sobre los países de destino de su mujer. Y Joe Sacco, por su parte, gusta de internarse en las zonas calientes del planeta en conflicto bélico.

Sin embargo, siendo un poco eso, El fotógrafo es también otra cosa.


La pista para percibir lo que diferencia este libro de Guibert-Lefèvre-Lemercier de otras obras aparentemente similares de Sacco y de Delisle nos la proporciona el título. El fotógrafo, en efecto, no hace referencia directa en su título a ningún lugar, por más que la lectura de hecho de este libro suponga un viaje impresionante por tierras de Afganistán. Y es que lo que trasparece ante todo en este cómic es la figura del narrador, esto es, el fotógrafo, que se nos manifiesta a través de su mirada -sus fotos- acompañada del relato de su viaje. La experiencia exterior (el viaje por aquel Oriente) es así el motivo que entraña una experiencia interior (la conciencia que se manifiesta en el relato).

En las obras de Sacco y de Delisle está presente también la subjetividad del narrador, incluso como avatar autodibujado; sin embargo, lo que prevalece en esas obras no es la figura de los narradores.

En el límite, entonces, el sujeto narrativo en El fotógrafo es a la vez el objeto de la narración. El libro es una exposición descarnada, sin retórica, del ojo de un ojo: el ojo público (las fotografías) que deja entrever un ojo privado (el del fotógrafo). Lo que vemos y leemos al fin, lo que percibimos, es por tanto la mirada de una mirada, la representación inmaterial de un sujeto que aparece a través de las secuencias de sus representaciones materiales: las viñetas y las fotos.


Esta exposición del narrador, sin embargo, no es del todo subjetiva. Es decir, no es Didier Lefèvre el último autor responsable de El fotógrafo. El es solo, por decirlo así, quien aporta el material. Y quien ordena este material, lo complementa con viñetas y lo concatena en un guion es Emmanuel Guibert.

La gracia y el acierto de Guibert estriban en que éste se hace invisible. Con su arte, Guibert consigue que sea el lector quien ocupe el lugar del autor en la construcción del relato -que a fin de cuentas es en eso, en re-construir, en lo que consiste leer-, de modo que al final hay una tercera mirada sobrepuesta en El fotógrafo: la mirada del lector, la cual viene a ser en definitiva la que completa la historia. Todo ello, repito, gracias al buen hacer de Guibert y también, por lo que le corresponde, al buen hacer de Lemercier.


Otras muchas son las virtudes de El fotógrafo. Junto a la sensibilidad narrativa y descriptiva con que se trata la historia contada; junto al acercar al lector a esos "héroes sin antifaz" que son los Médicos sin Fronteras, y junto a la inmersión de ese mismo lector en la prístina claridad de la atmósfera propia de las montañas afganas, de su cielo y de sus ríos, destacan en este cómic la comunicación de -que llega a ser comunión con- el dolor de la guerra, la valoración de lo que es esencial en la vida, la importancia de la resistencia y del esfuerzo de superación, la grandeza de la generosidad y la miseria de la ruindad... y hasta la risa que brota en cualquier circunstancia.


Recomiendo la lectura de este cómic lupa en mano. En esta ocasión, no por el tamaño de la letra ni de las viñetas, que se siguen bien, sino por las fotografías. No es exactamente porque sean pequeñas, es que gracias a la lente se abren ante el ojo unas figuras y unos espacios casi en tres dimensiones; tales son la calidad y la profundidad de estas fotos en blanco y negro. Es como si el espectador se internase en los paisajes retratados.

De este modo, El fotógrafo permanece como un homenaje a los últimos tiempos de la fotografía analógica vividos por una generación, la de Didier Lefèvre, que ha conocido la transición a la fotografía digital y no ha tenido más remedio que adaptarse a ella para seguir viviendo como fotógrafos.

Para terminar, copio  esta lección magistral de fotografía que entre varias viñetas nos da El fotógrafo:

--Tienes cinco o seis parámetros que debes aprender a combinar: el diafragma, el tiempo de obturación, el foco, la sensibilidad de la película... Y también, el manejo de la cámara.

Yo creo que es importante ser un buen técnico, dedicarle tiempo a la técnica, ¡pero sin pasarse, claro! El aprendizaje es muy rápido. Si decides gastar una decena de carretes, pongamos, en tres días... bueno, no, un poco más, en tres semanas, lo harás todo con los,ojos cerrados.

--¿Tú revelas tus fotos?

--Sí, he aprendido, claro, es parte del oficio. ¡Aunque hay fotógrafos excelentes que nunca revelan sus fotos! Y otros que no tienen ni idea de técnica.

No existe un fotógrafo tipo. Lo importante para hacer buenas fotos, técnicamente hablando, es manejar la cámara sin pensarlo.

Por ejemplo, si tienes un 11 de diafragma y una velocidad de 1/60 de segundo, y decides poner el diafragma en 5.6 para conseguir menor profundidad de campo, automáticamente tendrás que abrir la velocidad dos puntos.

--Mh.

--Se convierte en un reflejo.

Pero que técnicamente sepas hacer fotos, no quiere decir que hagas buenas fotos. Hay que dejarse el alma para conseguir buenas fotos.

Yo lo voy a poner todo por mi parte para mejorar. Quiero hacer fotos buenas.

--¿Y qué es una foto buena?

--No lo sé.

Hay que buscar y buscar, todo el tiempo. Y no necesariamente en lugares en guerra o muy espectaculares.