A propósito de Emmanuel Guibert, dejo un curioso vídeo que
muestra cómo realiza uno de sus dibujos de La guerra de Alan.
20.10.2013
Desde cierta perspectiva contemplativa, la estricta
representación de figuras y sucesos, tal cual, diluye la frontera establecida
entre la ficción y la no ficción. Y esto ocurre no solo en el terreno de las
artes. También a menudo las descripciones y explicaciones naturalistas producen
ese efecto de incertidumbre que media entre la realidad y la ficción.
En el ámbito audiovisual, un ejemplo del poder ficcional de
las representaciones naturales lo proporciona el filme documental francés
Microcosmos. El pueblo de la hierba (1996).
Algo parecido ocurre también en las ciencias sociales. Desde
que la nueva historiografía, por ejemplo, detectó el valor e importancia de los
documentos orales de gente "normal", inmersa en su vida diaria, la
Historia dejó de escribirse con mayúsculas siempre. Y es tal la sugestión que
sobre la imaginación del lector provocan las descripciones y narraciones de la
muy francesa Historia de la vida cotidiana o de la vida privada,
que a menudo esos textos semejan novelas.
En el territorio del cómic, La guerra de Alan (2000,
2008), del francés Emmanuel Guibert, es una buena muestra de esta forma de
representación cuya fuente es una narración oral: la del protagonista, Alan
Ingram Cope. Es también un ejemplo de cómo la vida de cualquier persona
"normal" contiene materia narrativa suficiente como para ser
representada en una obra. (Obviamente, las comillas que encierran la palabra
'normal' aluden al hecho de que la normalidad es un mero valor estadístico; ya
que propiamente hablando, ¿quién es normal?) Y acceder a La guerra de
Alan, finalmente, es también una forma de constatar cómo lo real de una
narración se confunde, a través de lo simbólico, con lo imaginario que el lector aporta.
Aparentemente -o a primera vista-, La guerra de Alan trata de la experiencia de un soldado durante la II guerra mundial, contada por
él mismo. Sin embargo, de inmediato el lector se percata de que no está ante un
tebeo bélico en el sentido convencional. Y es que en mi opinión, "la
guerra de Alan" es otra. Es una lucha interior, la que mantiene el
protagonista consigo mismo intentando negar o rechazar su auténtica condición
personal.
Esto que digo no deja de ser una interpretación exigente. Su
mérito, si lo tiene, estriba en que aporta un elemento ficcional a una
narración que es verídica en lo que expone. De este modo, La guerra de
Alan vendría a ser algo así como una novela en clave al revés o un roman
à clef invertido, donde son unos personajes reales los que ocultan una
situación ficticia, en tanto que no abiertamente explícita o manifiesta, pero
acaso latente.
Lo mismo que ya vimos que ocurría en El fotógrafo, el
gran mérito de Emmanuel Guibert en La guerra de Alan es hacerse
invisible y dejar que sea el lector quien ocupe el lugar del autor, dándole voz
propia al narrador y completando así la historia. Una virguería del arte de la
poética.
Al empezar a leer La guerra de Alan me vino a la
cabeza Viaje al corazón de la tormenta, de Will Eisner. Si acaso, dejaré
el comentario respectivo para otra ocasión.
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