Es propio del poeta absorber realidades inmensas y someterlas a la cadencia de la expresión de su arte. Tal vez por eso, Federico García Lorca mencionó al comienzo de la conferencia-recital sobre su libro Poeta en Nueva York (pronunciada entre 1931 y 1935) lo siguiente:
He dicho "un poeta en Nueva York" y he debido decir "Nueva York en un poeta". Un poeta que soy yo.
García Lorca estuvo nueve meses en Nueva York, seguidos de otros tres en La Habana, entre 1929 y 1930. El fruto productivo -poiético- de ese viaje fue Poeta en Nueva York, un poemario que no sería publicado hasta 1940, póstumamente, durante el exilio mexicano de José Bergamín. La absorción de aquella inmensa ciudad por parte de Lorca dio pie a uno de los títulos más emblemáticos de la poesía del siglo XX. Un torrente de imágenes esculpidas al ritmo de los acentos y los espacios de las palabras configuró ese dechado de poesía visceral, plena de sustantivos, figurativa... que es al cabo Poeta en Nueva York. La primera estrofa de "Oda al rey de Harlem" (cito la versión de la conferencia-recital de Lorca sobre Poeta en Nueva York) es una muestra:
(En Federico García Lorca escribe a su familia desde Nueva York y La Habana [1929-1930]. Ed. Christopher Maurer. Poesía. Revista ilustrada de información poética, 23-24 (1986): 111-126.)
El reciente álbum de Carles Esquembre: Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo basado en el viaje de Federico García a la ciudad de los rascacielos en la era del jazz. No se trata de un trasvase del poemario de Lorca al lenguaje de las viñetas, lo cual sería difícil de conseguir con acierto. Esquembre parece consciente de que el cómic es un medio específico que tiene sus propias determinaciones. El marco de la representación, por ejemplo, es completamente diferente en la poesía (en la literatura) verbal y en la comicográfica. En el caso de los tebeos, ese marco determina una narrativa secuencial inherente al medio historietístico, una secuencialidad mediante iconos que en ningún caso puede ser reducida a colmar una mera ilustración de otro texto. Poemas y tebeos son todos textos, en efecto, aunque cada uno pertenece a su propio ámbito.
Así pues, lo que este cómic sobre Lorca nos ofrece es un relato del viaje del poeta granadino a esa urbe prodigiosa que es Nueva York; y lo hace a través de una historia en la que se combinan la ciudad y los sueños del poeta, incluidas las pesadillas.
Lorca es uno de los grandes protagonistas de la Edad de Plata de la cultura española, un periodo trágicamente truncado en 1936 igual que fue segada el mismo año la vida del poeta. Se da la circunstancia de que ese periodo, el primer tercio del siglo XX, es el del florecimiento de las vanguardias artísticas, el de las convulsiones de la Gran Guerra, el de la irrupción de la negritud (négritude) como realidad cultural y no solo social... En plena era del jazz, Lorca se encontraba en Nueva York cuando se produjo la catástrofe de Wall Street... Había en aquella ciudad una interesante colonia de intelectuales y artistas... El maquinismo y el fordismo, las luces de neón, la publicidad, la ley seca... marcaban un estilo de vida. Y si a todo eso se le suman las circunstancias biográficas y personales de García Lorca, las características de su estancia en la Universidad de Columbia, su tormentos y pasiones, etcétera, se comprende que hay ahí -en todo ello- materia visual, sonora y narrativa de sobra para completar multitud de textos artísticos de todo género.
Carles Esquembre (n. 1985) compone un cómic con estos mimbres plagado de imágenes impactantes que no ocultan referencias fotográficas. Cosa que, por cierto -esto del empleo de fotografías en la realización de un tebeo-, lejos de rechazar, encuentro difícilmente evitable en narraciones del tipo de la que comentamos. El resultado artístico es lo que importa. Hay mucho dibujo en este cómic de Esquembre. Y el resultado me parece notable. Teniendo en cuenta además que hablamos de una historia muy documentada, con principio, medio y fin (que en este caso no coinciden exactamente con los clásicos planteamiento, nudo y desenlace, pues lo que se cuenta es otra cosa), está claro que Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo recomendable.
El rey de Harlem
Con una cuchara de palo
le arrancaba los ojos a los cocodrilos
y golpeaba el trasero de los monos.
Con una cuchara de palo.
(En Federico García Lorca escribe a su familia desde Nueva York y La Habana [1929-1930]. Ed. Christopher Maurer. Poesía. Revista ilustrada de información poética, 23-24 (1986): 111-126.)
El reciente álbum de Carles Esquembre: Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo basado en el viaje de Federico García a la ciudad de los rascacielos en la era del jazz. No se trata de un trasvase del poemario de Lorca al lenguaje de las viñetas, lo cual sería difícil de conseguir con acierto. Esquembre parece consciente de que el cómic es un medio específico que tiene sus propias determinaciones. El marco de la representación, por ejemplo, es completamente diferente en la poesía (en la literatura) verbal y en la comicográfica. En el caso de los tebeos, ese marco determina una narrativa secuencial inherente al medio historietístico, una secuencialidad mediante iconos que en ningún caso puede ser reducida a colmar una mera ilustración de otro texto. Poemas y tebeos son todos textos, en efecto, aunque cada uno pertenece a su propio ámbito.
Así pues, lo que este cómic sobre Lorca nos ofrece es un relato del viaje del poeta granadino a esa urbe prodigiosa que es Nueva York; y lo hace a través de una historia en la que se combinan la ciudad y los sueños del poeta, incluidas las pesadillas.
Lorca es uno de los grandes protagonistas de la Edad de Plata de la cultura española, un periodo trágicamente truncado en 1936 igual que fue segada el mismo año la vida del poeta. Se da la circunstancia de que ese periodo, el primer tercio del siglo XX, es el del florecimiento de las vanguardias artísticas, el de las convulsiones de la Gran Guerra, el de la irrupción de la negritud (négritude) como realidad cultural y no solo social... En plena era del jazz, Lorca se encontraba en Nueva York cuando se produjo la catástrofe de Wall Street... Había en aquella ciudad una interesante colonia de intelectuales y artistas... El maquinismo y el fordismo, las luces de neón, la publicidad, la ley seca... marcaban un estilo de vida. Y si a todo eso se le suman las circunstancias biográficas y personales de García Lorca, las características de su estancia en la Universidad de Columbia, su tormentos y pasiones, etcétera, se comprende que hay ahí -en todo ello- materia visual, sonora y narrativa de sobra para completar multitud de textos artísticos de todo género.
Carles Esquembre (n. 1985) compone un cómic con estos mimbres plagado de imágenes impactantes que no ocultan referencias fotográficas. Cosa que, por cierto -esto del empleo de fotografías en la realización de un tebeo-, lejos de rechazar, encuentro difícilmente evitable en narraciones del tipo de la que comentamos. El resultado artístico es lo que importa. Hay mucho dibujo en este cómic de Esquembre. Y el resultado me parece notable. Teniendo en cuenta además que hablamos de una historia muy documentada, con principio, medio y fin (que en este caso no coinciden exactamente con los clásicos planteamiento, nudo y desenlace, pues lo que se cuenta es otra cosa), está claro que Lorca. Un poeta en Nueva York es un tebeo recomendable.
Leo estas palabras de Carlos Esquembre sobre su Lorca:
«La intención con ese libro es llegar a chavales jóvenes a los que la poesía les resulta algo aburrido; pero si tienes el aliciente de una vida tan interesante como la que vivió García Lorca en Nueva York lo tienes todo para atraer al lector». (aquí)A mí me parece que más allá de la intención del autor, netamente loable, el acierto del cómic de Esquembre radica en su propia calidad como cómic. Si de paso anima a algún lector a acercarse a las obras de Federico García Lorca, pues entonces miel sobre hojuelas.