Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

viernes, 17 de febrero de 2023

Las narices (y escaleras) de Jeff Lemire


No me refiero a las narices aplastadas y rectangulares tan corrientes en las figuras de Jeff Lemire, aunque no deja de ser un hecho evidente. 


Me refiero más bien a las narices que tiene este dibujante para contar las historias que cuenta. Porque hay que echarle narices. Puede recordar un poco al Craig Thompson de Blankets, quizás por la influencia de la nieve en las respectivas historias, aunque acaso más por la pretendida sencillez de los elementos que ponen en juego ambos autores en sus relatos dibujados. 


En todo caso las historias de Lemire pellizcan de otra manera, producen un escalofrío netamente humano, sin reminiscencias religiosas (me refiero sobre todo a Essex County, Nadie y Un tipo duro; el caso de Sweet Tooth es un poco diferente, por lo que tiene de apocalíptico y sus continuas alusiones de índole bíblica). 


Pero no nos engañemos. La aparente sencillez de los relatos de Lemire manifiesta la complejidad que concierne a los asuntos humanos y a su enrevesada psicología. Se encuentra en sus relatos la excelencia narrativa del mejor naturalismo angloamericano. 


Luego está el asunto de las escaleras. 


Como ocurre con todas las escaleras, las de Lemire sirven tanto para subir como para bajar. Sin embargo, el papel que desempeñan en sus historias es servir de pasarelas en el tiempo. La linealidad de los relatos de Lemire se conjuga gráfica y narrativamente con un deambular por el pasado y el presente de los personajes o, por decirlo de otro modo, con intersecciones temporales sucesivas que confluyen en una simultaneidad bien lograda. Son las cosas que tiene el arte de contar historias. 


El encargo a Jeff Lemire de Sweet Tooth seguido de su publicación en el sello Vertigo ―perteneciente a DC―, en forma de comic books, le dio a esta serie desde su concepción un estilo mainstream que se vio ratificado mediante su conversión en serie de televisión. Yo la serie no la he visto, pero en lo que al cómic en sentido estricto se refiere, la conjugación de elementos visuales y narrativos que efectúa Lemire en esta serie de historieta reafirma la idea de que el arte se puede producir en cualquier medio y formato. 


En el caso de Jeff Lemire, es una cuestión de narices (y de escaleras). 


28.07.2023 

Memorial al filósofo Walter Benjamin en Portbou, España, el 1 de noviembre de 2021.
SAMUEL ARANDA (NEW YORK TIMES/CONTACTOPHOTO)

Hoy me encuentro en el diario El País esta foto, con el pie que escribo. Me sorprende. Dani Karavan fue el artista encargado de la realización de Pasajes, título del Memorial dedicado a Benjamin junto al cementerio de Portbou. 




domingo, 12 de febrero de 2023

El delirio que nace en la infancia

Dice Philippe Druillet en su autobiografía Delirium (2014), entre otras muchísimas cosas, que la gran particularidad del mundo de la historieta es que no hay ahí hostilidad generacional: los jóvenes adoran a los mayores porque han crecido con ellos. Esto lo afirma Druillet en el contexto de sus observaciones sobre el festival de Angulema, y recuerda un poco a otra afirmación de Smolderen según la cual en la historieta no hay casos de vocaciones tardías, pues todo comienza en la infancia. 


Lo curioso es que Druillet cuenta en las primeras páginas de Delirium cómo tuvo su revelación, su epifanía comiquera, precisamente en la escuela a la que asistía en Figueras, pueblo donde transcurrió buena parte de su niñez hasta 1952, en que con su madre y su abuela volvió a Francia (no tiene desperdicio la historia del porqué y el cómo del traslado con sus padres a España en 1944 y la de, cuando el autor tenía siete años, el entierro de su padre en el cementerio de Figueras). Unas líneas antes del relato de su descubrimiento, Druillet cuenta que su único refugio en su aislada vida de entonces era «El Poulgacito [sic], un pequeño tebeo [illustré] español. Dentro había bellas imágenes, y un héroe, el Guerrero enmascarado [masqué], cuyas aventuras me apasionaban». No cabe duda de que aquí Druillet confunde el Pulgarcito de la editorial Bruguera con El guerrero del antifaz de Editorial Valenciana, pero eso no tiene mayor importancia. Sí la tiene su declaración de que en su infancia vivía en un mundo de representaciones imaginarias: el de Salvador Dalí y el de los tebeos. 


Así describe Druillet su revelación: 
«Un día, hay un cambio de clase. Me encuentro sentado al lado de un chico de quince, dieciséis años, mucho mayor que yo. Le miro hacer. Sobre una hoja, dibuja un puerto, las olas, un barco, un pequeño faro. En una esquina de la hoja, la inevitable gaviota. Es un dibujo marino, de una banalidad horrible. Pero para mí, es la revelación. Mi gruta de Lescaux. Es una bocanada de esperanza. Veo a un chico que reproduce un universo, su imaginación. Me doy cuenta de que con una hoja en blanco y un lápiz podemos inventar mundos.»
Sucedió en Figueras como podría haber ocurrido en cualquier otra parte. Ya dijo el poeta, en fin, que la verdadera patria es la infancia. 


miércoles, 1 de febrero de 2023

Cuestión de nombres (o El nombre de la cosa)


Cómic. Nombre dado en su origen a las ilustraciones y tiras compuestas de texto e imagen, generalmente cómicas, que aparecían en la prensa diaria y hebdomadaria en el ámbito anglosajón, especialmente estadounidense. El problema de este término deriva de su asociación a lo cómico. Es lo que señala Art Spiegelman en la Introducción de Ciudad de cristal, la novela de Paul Auster adaptada a lenguaje gráfico por Paul Karasik y David Mazzucchelli. ¿Es un cómic?

Tebeo. Nombre de una revista española nacida en 1917 que, dirigida en principio a la infancia, entrelazaba palabras e imágenes componiendo lo que se denominó "historietas", también de naturaleza cómica. El tipo de revistas del estilo de Tebeo, con todas sus variantes (Hazañas bélicas, p. e.), quedaron subsumidas bajo este nombre, eran tebeos. El problema de este vocablo estriba en su asociación a las revistas infantiles, de forma que decir que por ejemplo Los surcos del azar, de Paco Roca, es un tebeo suena un poco inoportuno, debido a dicha asociación. 

Bande dessinée. El equivalente de nuestros tebeos eran en Francia los denominados illustrés, también dirigidos a la infancia. Cuando sobre todo a partir de los 1960 se empezó a resignificar este arte desprendiéndolo de su carácter infantil (lo que se conoce como el inicio de la edad adulta del medio), se buscó en el país vecino una denominación adecuada al mismo. Finalmente se ha impuesto bande dessinée, expresión que empezó a ser usada ocasionalmente allí en los 1940. El uso del término se impuso frente al de figuration narrative, y quedó ya plenamente consolidado sobre todo a partir de los 1970. La expresión hizo fortuna en el dominio lingüístico galaico-portugués: banda deseñada. Su problema viene dado cuando ―como sucede en Los ojos del gato, de Moebius y Jodorosky, por citar solo un caso― el relato se articula a razón de una sola viñeta por página, con lo que propiamente no se puede hablar de "bandas" o "tiras". 

Historieta. Es el nombre que mejor describe lo que es una bande déssinée en su aspecto formal, es decir, una serie de dibujos con o sin texto, de tipo cómico, de aventuras, fantástico, etc., cuyo formato puede ser desde una tira de prensa hasta una revista o un libro (en realidad, esta es la definición de 'Historieta' que da la RAE en su segunda acepción). Se suele aceptar entre nosotros que historieta es el contenido del continente tebeo. El mayor problema de esta palabra se plantea ante obras de historia gráfica, como por ejemplo La muerte de Guernica, el libro de Paul Preston adaptado al medio por José Pablo García, o ¡Cava y calla!, de Pepe Gálvez, Manuel Granell y Sento Llobell. ¿Son historietas? 

El tipo de asociaciones entre tebeo - revista infantil, por un lado, e historieta - ¿historia en broma?, por el otro, pueden llevarnos a optar (como fue el caso de Javier Coma, que debido a sus propias razones prescindió incluso de la tilde) por el término: 

Cómic. Nombre dado en su origen a las ilustraciones y tiras compuestas de texto e imagen, generalmente cómicas, etcétera. 

Esta circularidad inherente al nombre de la cosa (al menos en nuestro idioma) no la resuelve tampoco el hecho de que Töpffer, padre fundador, denominase a su creación Literatura en estampas. Es más, para mucha gente adicta al medio todo lo que suene a literatura ―novela gráfica, p. e.― desvirtúa la naturaleza de los tebeos que leían en su infancia, que suele ser en esos casos el paradigma de la cosa en cuestión. 

(La ilustración de esta entrada está sacada de Contre la bande dessinée, de Jochen Gerner.)