Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

domingo, 30 de diciembre de 2018

Invitación a la danza

Tan cierta es la oración "las apariencias engañan" como su contraria, "las apariencias no engañan". Simplemente somos nosotros quienes nos equivocamos con facilidad, bien por precipitación, bien por prevención. Sería un error entender que tanto Polina, de Bastien Vivès, como Piruetas, de Tillie Walden, son dos novelas gráficas equiparables, pero sería también un error afirmar que se trata de dos tebeos que no tienen nada que ver entre sí. No es una cuestión de apariencias. Les invito a que disfruten por su cuenta PolinaPiruetas, en uno u otro orden. Captarán de inmediato que se trata de dos relatos completamente distintos. Sin embargo, al final percibirán un regusto común a los dos. Y no lo digo solo por las apariencias de las respectivas cubiertas, o por la afinidad que pueda haber entre el ballet clásico y el patinaje artístico. Los dos cómics parten en principio de posiciones autorales y de tradiciones gráficas y narrativas distintas, es cierto; sin embargo, finalmente confluyen los dos más allá de los géneros, de igual modo que confluyen las tradiciones (europea, japonesa, americana). Les confesaré que a mí me ha emocionado más Polina, quizás precisamente en función de mi género, pero este es un dato subjetivo. Tampoco Piruetas se queda manca a la hora de transmitir emoción. Supongo que la cosa tendrá que ver con las identificaciones que en cada caso realice el lector o lectora. Lo que importa a fin de cuentas, más que el entretenimiento o el goce privado de cada cual -que no deja de ser a su vez determinante-, es el valor del discurso que ambos tebeos destilan. Es el valor de la integridad, conseguida mediante el dominio del movimiento y del tiempo a través de la danza. Requiere constancia y esfuerzo, pero el resultado es admirable. No les cuento más. 


martes, 18 de diciembre de 2018

Blueberry en el anillo de Moebius

La nueva edición integral de Blueberry que está completando Norma Editorial es una buena ocasión para reconsiderar la obra completa de Jean Giraud (1938-2012). Y en particular, para percibir que la dualidad expresiva de este autor, su esquizofrenia aparente reflejada a través de las firmas Gir y Moebius, no es más que un devenir gráfico, en cierto modo oscilante, tal y como lo presentó en 2013 Antoni Guiral¹. 


Afirma Dominique Bertail en un texto de 2016²:
"El wéstern no es solo un género por el que transita [Giraud]: es un estado mental, una estética que lo conformó como artista. Todo Moebius, desde Arzak a Inside Moebius, procede del Oeste, de sus desiertos, del espíritu hopi y navajo. Todo Moebius está contenido en Blueberry, a poco que se agudice el ojo y según la escala a la que analicemos el dibujo de Giraud." 
Todo Moebius está, en efecto, contenido en Blueberry, a poco que se agudice el ojo...


...y según la escala a la que analicemos el dibujo de Giraud (sin necesidad de confundir la yuca con la marihuana):


La referencia al anillo (cinta o banda) de Moebius la proporcionó el mismo Giraud cuando en una nota al pie de cierta página de El garaje hermético, historieta firmada por Moebius, escribió:
                          O como volverse sobre uno mismo para hacer de dos rostros uno.
 C'est ça. Cómo ser dos siendo uno, o cómo ser uno siendo dos a la vez. Hacer de dos rostros uno, volviéndose sobre sí mismo. Son las dos caras que es una de la cinta de Moebius, cuya figura es afín, por cierto, a la representación del infinito matemático.

El anillo de Moebius³ descansa en su portador, en uno de los dedos del dibujante e historietista Jean Giraud.


25.02.2019

En el tomo 7, reciente, de la edición de Blueberry por Norma Editorial encuentro lo siguiente:

Ilustración inédita de Blueberry port Jean Giraud, sin fecha ni firma

La imagen verifica el contenido de esta entrada o post.
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1 Antoni Guiral: "De Gir a Moebius... Y viceversa", en Ninthcomic 01, 4-65.
2 Dominique Bertail: "Blueberry o el arte de la frontera", en Charlier - Giraud: Blueberry. Edición integral 5. Norma Editorial, 2018, p.35.
3 Afortunadamente, todo esto no tiene nada que ver con el cuento de Julio Cortázar titulado "El anillo de Moebius", que cierra su libro Queremos tanto a Glenda (1980). 


lunes, 10 de diciembre de 2018

La Brigada Lincoln hoy



La lucha contra el fascismo no es hoy una lucha de hombres blancos contra hombres blancos que se baten en el campo del honor en ciertas zonas geográficas; no es un combate exclusivo entre políticos y militares varones, ni entre académicos titulados. Es una lucha civil contra todas las mutaciones de la bestia, contra el racismo y el antifeminismo, contra toda forma de discriminación o de segregación individual y social. Es también una lucha contra la ignorancia y la manipulación, contra la demagogia que se aprovecha del neoanalfabetismo, contra la antipolítica, contra la posverdad. Es una lucha civil. Compete a todos los ciudadanos sin distinciones de sexo, color, clase, origen, etcétera.


La Brigada Lincoln es un tebeo dibujado por Carles Esquembre, escrito por Pablo Durá y coloreado por Ester Salguero. Su mejor virtud en mi opinión, entre las muchas que tiene, consiste en mostrar que el antifascismo no es cosa de unos cuantos. El lugar de la Brigada Lincoln, su ideario y su motivación, deberían estar internalizados.



viernes, 7 de diciembre de 2018

Paco Roca y el sentido de la realidad

Pongo El tesoro del Cisne Negro, de Paco Roca y guion de Guillermo Corral, al lado de La feria de los inmortales, de Enki Bilal, y se me ocurre lo siguiente. En la historieta de Roca la realidad remite a la ficción, mientras que en la de Bilal es la ficción la que remite a la realidad. Creo que hay ahí materia suficiente para una reflexión motivada por el nuevo tebeo del historietista valenciano.



Un "robusto sentido de la realidad" (la expresión es de B. Russell) recorre las obras de Paco Roca. Está presente incluso tanto en El juego lúgubre (2002) y en El faro (2004 ), como en la aparentemente más imaginativa de todas, Las calles de arena (2009). Ahora bien, sin ninguna duda, este sentido de la realidad es manifiesto de manera absoluta en Arrugas (2007), en El invierno del dibujante (2010), en Los surcos del azar (2013) y en La casa (2015), pero también en "la trilogía pijamera" (2011, 2014, 2017) y en el metarrelato de La encrucijada (2017). El asunto, entonces, se presenta así: ¿cómo es posible triunfar, como es el caso de Roca, con un arte, el de los tebeos, cuyas historias están absolutamente ancladas en la realidad? Por decirlo de otro modo: ¿cuál es el secreto de Paco Roca?

Podemos decir que la historieta ficcionaliza por su propia naturaleza, e. e., la narración en cómic de hechos verídicos traspone esos hechos a un ámbito que conecta per se con el imaginario del lector-contemplador. Lo vemos con  claridad ante El tesoro del Cisne Negro. La ficción en esta historieta es prácticamente nula, o al menos es la mínimamente requerida por las exigencias poéticas -o de estilo- a la hora de trasladar un guion periodístico a lenguaje de cómic. Hay una toma de decisiones por parte de los autores que, mediante sus personales recursos, traducen los hechos de un plano, el de la realidad, a otro plano, el del relato historietístico. En el caso que nos ocupa, la sustancia de lo que se narra en El tesoro del Cisne Negro se encuentra en las hemerotecas. Sin embargo, esa historia conecta con cierto imaginario, simbolizado por Tintín (El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, especialmente), las historias de piratas, Salgari, Verne y compañía, el género de aventuras en general. Otros cómics de Paco Roca, anclados como decimos en la realidad, conectan con otros componentes del imaginario de los lectores. La guerra civil española, la resistencia francesa, los republicanos exiliados, los luchadores antifascistas, etcétera, en el caso de Los surcos del azar. Los tebeos de nuestra infancia, la España sojuzgada bajo el franquismo, la década de los cincuenta, la Escuela Bruguera, etcétera, en El invierno del dibujante. Los problemas de la vejez, el Alzheimer y la memoria individual, la vida en las residencias, la soledad y el aislamiento, etc. en Arrugas. La biografía familiar, la figura paterna, la clase media, "la España del cochecito y las dos residencias", etcétera, en La casa. Y así sucesivamente. Pero en la "trilogía pijamera" (Memorias, Andanzas y Confesiones de un hombre en pijama) el imaginario está impreso en las historietas mismas, alude al presente inmediato del autor y del lector, lo mismo que sucede en las partes metanarrativas de La encrucijada. Paco Roca se instala, por así decir, en un presente continuo en estas últimas historietas en las que la ficción sí que está reducida al grado cero. Sin embargo, las capacidades del arte del cómic son tales, que transmutan lo real en ficciones verdaderas.

Pero hay más, desde luego, que lo que la teoría de la historieta o del cómic deja entrever. El sentido de la realidad de Paco Roca conlleva un valor reivindicativo, de restitución. Es algo así como una voluntad de llamar la atención sobre algo, una actitud de poner las cosas en su sitio, un ánimo de desfacer entuertos, una disposición que conecta, en fin, con el realismo iluminado de una tradición del arte español. El compromiso de Roca no es con las consignas partidarias. Lo suyo es más sacar a la luz como sabe y quiere, haciendo cómic, historias que están ahí, en esa tierra de nadie que es de todos y a las que el olvido acecha. Y lo hace muy bien.


domingo, 2 de diciembre de 2018

Carlos Giménez frente al fantasma de la soledad

Cada historietista tiene su caligrafía que lo identifica, su huella dactilar como dibujante, guionista o ambas  cosas. La buena caligrafía es la que cuenta bien las cosas, las dice bien. Y si además rezuma verdad, en el sentido de autenticidad (la autenticidad es un latido, recuerden), estamos entonces ante un historietista clásico, de fuste. Como es el caso de Carlos Giménez


Canción de Navidad es el nuevo tebeo de Carlos Giménez; Una historia de fantasmas, su subtítulo. Y en efecto, Giménez recurre a los fantasmas para cantar (y digo cantar) una historia. Y de paso, exorciza otro fantasma. Pero vayamos por partes.

Canción de Navidad

A Christmas Carol es un relato original de Charles Dickens publicado en 1843 que forma parte del acervo de nuestra cultura. Suele ser traducido como Cuento de Navidad o Canción de Navidad, pero dado que a las canciones de navidad se las denomina aquí villancicos, no sería incorrecto traducir a nuestro idioma el cuento de Dickens como Un Villancico. Y como ya se sabe que los villancicos navideños de mayor calado combinan el escalofrío con el bienestar: "...y nosotros nos iremos / y no volveremos más. / Resuenen con alegría / los cánticos de mi tierra...", entiendo que, en este sentido, lo que nos propone Giménez en su nuevo cómic es un villancico... civil, of course.

Para su Canción de Navidad, Carlos Giménez adopta del relato de Dickens muchos elementos constitutivos, pero sin repetir la fórmula que practicó en La máquina del tiempo (2017). En este título, la fidelidad de Giménez a la novela de H. G. Wells lo llevó a realizar un prodigioso trabajo de síntesis que da cuenta de lo esencial del original, bien que con su personal caligrafía (la de Giménez, quiero decir). Yo, que me considero un forofo del relato de Wells desde que vi de niño El tiempo en sus manos y luego leí la novela en que se basa la película, soy de los que consideran que La máquina del tiempo de Giménez es una muy buena historieta. Sin embargo, en Canción de Navidad el autor madrileño plantea y resuelve un trabajo diferente cuyo resultado trasciende en mayor medida.

Canción de Navidad continúa el hilo narrativo que conecta Paracuellos con Los profesionales y Crisálida. Es la historia de Pablo. En otro sentido, Canción de Navidad enlaza directamente con Crisálida, viene a ser como una derivación. En su villancico, Giménez utiliza la novelita de Dickens adaptándola al presente. En concreto, a la biografía de Pablo. Y de nuevo, Giménez inmiscuye esta biografía personal con la historia de una porción del paisanaje de nuestro país. El solipsismo parece arreciar, pero el arte de Giménez lo conjura.

Una historia de fantasmas

El hombre duerme, el fantasma no, nos recuerda Max en el título de su blog. Los fantasmas acechan, inquietan, desvelan. Sobre todo en determinadas fechas, como las de navidad. Dickens lo supo. Giménez también. Son los fantasmas del pasado, del presente y del futuro. En días de Nochebuena se confabulan siquiera un instante, el tiempo que basta para inducir y espantar la tristeza. Fantasmas que acompañan a otros fantasmas. Y entre ellos, singularmente, el de la soledad.


Pero los fantasmas, ya se sabe, fantasmas son. Canción de Navidad de Giménez conecta con la lucidez de Crisálida. Y nos enseña que no hay que confundir la soledad con el aislamiento. Porque una cosa es estar solo y otra muy diferente es creer que uno está solo, cuando no es el caso... El aislamiento, cuando es sabido y querido, no es soledad. 

No puedo dejar de recordar en esta entrada el chiste de gallegos que cuenta Ricardo Bolaño en Los detectives salvajes. Cito de memoria. Van quinientos mil gallegos por un bosque llorando desconsoladamente. Se cruzan con un tipo, cualquiera de nosotros, y les pregunta -les preguntamos- por qué lloran. Es que estamos solos y nos hemos perdido, contesta uno de ellos. Fin de la cita. Giménez no llora en su canción, por más que sabe tocarnos la fibra sensible. Sabemos si queremos que Pablo, o cualquiera de nosotros, no está -o no estamos- solos. Otra cosa es que en ocasiones, por nuestra supervivencia anímica o intelectual, prefiramos aislarnos. En tiempos sobre todo de impostura.

Por eso digo arriba que Canción de Navidad puede ser leída como un villancico civil, sin zambombas ni fanfarrias. Armoniza la tristeza con la calidez. Aunque el destino aceche.