Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

sábado, 29 de octubre de 2016

Inside Sfar. Si Dios existe

Hablábamos de priapismo gráfico otro día a propósito de R. Crumb, pero esto no es algo exclusivo de él. Se encuentra en un buen número de dibujantes.

Un efecto natural de convivir a todas horas con la pluma (sea lápiz, rotring, boli, plumilla, pincel...) es usar el dibujo como un medio o instrumento para la autoexpresión... más o menos terapéutica. La obra de Crumb lo demuestra.

También Jean Giraud pertenece al grupo de dibujantes cuya respiración cotidiana es inseparable de su producción gráfica. En la serie Inside Moebius (2004-2010) -y en Major, un cuaderno de dibujos de Moebius publicado en 2011- se muestra un discurso que combina el dibujo con la autoexpresión (como si el cerebro y la mano gráfica de Moebius funcionaran al unísono en términos de diván: confieso que he dibujado). Con una fuerza equiparable a la de Crumb, Moebius demostró en su Inside Myself que el poder de la autorreferencia es sorprendente cuando se realiza con arte.

A este grupo de prolíficos dibujantes pertenece también Joann Sfar (n. 1971), quien por cierto no oculta el ascendiente de Moebius en su obra. La serie de Carnets o Cuadernos de Sfar (publicados desde 2002 en adelante) así lo atestigua. La caricatura sintética, límpida y suelta de los dibujos de Sfar (aunque más ondulante y rayada) remite de algún modo a Giraud. (Sobre la influencia de Moebius en L'Association...) Pero hay algo distintivo. Sfar muestra más pasión por la escritura, las letras; sus cuadernos son los dietarios de un homme de lettres que dibuja, ubicados en un orden plástico distinto al establecido por Moebius en sus carnets.

Hay más littérature verbale en Sfar. Este autor es heredero de la consigna aquella acerca del asalto a la literatura por el cómic (o al revés), lanzada desde À Suivre en 1978. Y a su modo la realiza.




Los Cuadernos de Sfar contienen reflexiones, anécdotas, tomas de conciencia, reconocimientos, divagaciones... dibujos, viñetas, ilustración. Hay en ellos una mayor reflexividad proyectada en el papel, mediante palabras, que en los cuadernos de Moebius, más icónicos estos. La narratividad de uno y otro es por lo tanto diferente. Se diría que el discurso de Sfar es más abiertamente político, en cuanto apela a una cotidianidad que es más inmediata que las fantasías de Moebius.

El priapismo gráfico de Joann Sfar, en fin, se manifiesta en sus Carnets al completo. Uno de estos cuadernos es Si Dios existe.



Si Dieu existe nació a raíz de los atentados del 7 de enero de 2015 en París contra la redacción de la revista Charlie Hebdo. Los terroristas en nombre de Alá atacaron entonces el corazón de un imperio, el de los dibujantes satíricos -franceses en este caso: Wolinsky, Cabu, Charb, Tignous, Honoré- que entroncan con la tradición comicográfica iniciada en Europa en tiempos de la Révolution o antes (William Hogarth). De la redacción de la revista fueron doce las víctimas mortales, entre ellas los cinco dibujantes citados. La conmoción dentro y fuera del ambiente profesional fue brutal.

Una de las consecuencias gráficas surgidas tras el atentado contra Charlie Hebdo es Si Dieu existe (2015), de Sfar. Otras respuestas dibujadas fueron la de Catherine Meurise: La Légèreté (2016) y la de Luz (Rénald Luzier): Catharsis (2015). Son obras que tratan de sobreponerse a la tragedia mediante el lenguaje que dominan sus autores: el del cómic a través de su importancia catártica.



Es analíticamente obvia la impronta del judaísmo en la obra de Sfar. Y es también pública la condición religiosa, hebraica, de su familia.

Un capítulo largo de la historia del cómic lo colman dibujantes de origen judío. Es esto algo sabido, aunque no deja de ser llamativo. Hay ahí materia... Quizás la iconofilia de estos dibujantes sea un modo particular de afrontar la iconofobia tradicional del monoteísmo semítico... En cualquier caso, lo que importa aquí es, sobre todo, la manera en que cada autor actualiza o no mediante el arte del tebeo sus condiciones de origen... en relación con su entorno...

Entre las circunstancias personales de Joann Sfar cuentan no poco las que lo constituyen como un ciudadano voluntarioso y consciente de la República francesa. Así lo da a entender en Si Dios existe.

Cuando la Révolution marcó un hito al anteponer a la condición de creyente la de ciudadano, se abrió un nuevo horizonte para los individuos: el acotado por el republicanismo y sus valores, entre los que se encuentra la laicidad. La vida civil alcanzó una dimensión constitutiva de la persona. Esto significa que los valores republicanos adquirieron carta de naturaleza más allá de las ideas y creencias privadas, incluidas las de índole religiosa. Las ideas y creencias no son sagradas; la vida humana sí. Esta viene a ser la perspectiva en la que se sitúa y defiende Sfar.

Nacido en el seno de una familia judía, como hemos dicho, Joann Sfar nació también como un futuro ciudadano francés. El dibujante hace frente en Si Dios existe a las contradicciones inherentes a esa doble condición que en cierto modo alimenta su obra completa. Él se decanta, con todo, por el valor de los derechos y libertades de la república.

Inevitablemente, en el núcleo de Si Dios existe planea la querella de las religiones... monoteístas. A lo que se añade la situación histórica del judaísmo, minoritario a fin de cuentas. Es una querella insoluble desde posiciones privadas meramente excluyentes. El republicanismo inclusivo, en cambio, alumbra como solución.

Al comentar El árabe del futuro, de Riad Sattouf, referíamos la importancia de una "religión" civil, laica, como superación de los particularismos y condición de posibilidad de la convivencia...

Todo esto es un relato, obviamente. Pero pienso que la vía de la modernidad no puede hacer caso omiso de ciertos relatos.


sábado, 15 de octubre de 2016

Stuck Rubber Baby. El sonido y la furia en la Era Kennedy

[Cuando se afirma que una novela gráfica es un tebeo que llega a los que no leen cómics no se quiere decir, creo yo, que el cómic y la novela gráfica sean cosas diferentes. Como no lo son tampoco, por poner un ejemplo, el cine y los documentales.

Se suele traer al respecto el ejemplo de Maus, la obra de Art Spiegelman que ganó un premio Pulitzer en 1992, algo inaudito hasta entonces al tratarse de un cómic. El efecto de este premio recaído sobre Maus fue notorio. Dio un prestigio al tebeo al dotarlo de una pátina cultural relevante, amplió el número de lectores interesados en conocerlo, removió las fronteras narrativas del arte secuencial e influyó en la poética de un buen número de creadores. El resto ya es historia... no solo de la historieta. Junto a los lectores exclusivos de un único tipo de libros -de cómic o no- coexisten lectores que le pegan a todo, incluidas ahora las novelas gráficas. Solo quedan fuera los que no leen nada.]


Tal y como viene a decir Raúl Silvestre en Zona Negativa [aquí], no hay que ponerse sesudo ni levantar el meñique para comentar -y sobre todo para disfrutar y valorar- Stuck Rubber Baby, la novela gráfica o cómic de Howard Cruse publicada en 1995, editada en español en 2006 por Dolmen y reeditada ahora en este idioma por Astiberri. Es más, yo creo que no hay que ponerse sesudo ni levantar el meñique para comentar -y sobre todo para valorar y disfrutar- nada. 


Howard Cruse (n. 1944) pertenece, igual que Robert Crumb -y que Bob Dylan en otra modalidad- a la primera generación postbélica, la de aquellos que se formaron en plena guerra fría y decidieron que todo eso no tenía nada que ver con ellos. Las manifestaciones políticas y vitales, culturales y estéticas o artísticas en general de esa generación transformaron el mundo. No es que aquellos jóvenes de entonces fueran mejores o peores que los miembros de otras generaciones. Simplemente, les tocó vivir una época en que las formas encorsetadas y represivas de una tradición anquilosada mostraban agujeros suficientes como para que se colaran por ellos los vientos de una liberación desbordante. Esa liberación atañía tanto a la cuestión de los derechos civiles como a la sexualidad uniforme y a la falta de asunción personal, además de a otros órdenes. La contestación involucraba una búsqueda de autenticidad e identidad propia como antídotos disolventes de una vida alienada. Pero no hay que exagerar el relato y mucho menos impostarlo. No todos se enfrentaron a sus demonios. Ni aquello fue el festín de unos héroes.

En Stuck Rubber Baby, Howard Cruse nos cuenta una historia de conflicto y liberación que se desarrolla en el sur de EE UU durante la Era Kennedy (más o menos, entre la crisis de los misiles de 1962 y el asesinato del presidente un año después). Y lo hace en el lenguaje que él domina, el del cómic. Cruse se inserta en la tradición del comix underground y alternativo en versión gay; una tradición que, en principio, parece como muy restringida en lo que a su público se refiere. Sin embargo, con Stuck Rubber Baby, un tebeo realizado con el apoyo de DC Comics, el autor ofreció un trabajo cuyo alcance y propósito se revelan universales.

En los Comentarios finales a Stuck Rubber Baby, el propio Howard Cruse escribe:
"Me gustaría atraer a un público que no se considera lector de tebeos, el mismo que se interesa por el Maus de Spiegelman."
Más abajo añade:
"En lo que a los lectores habituales de cómic se refiere,... Espero que también lean estas páginas." 
Y a continuación:
"Y desde luego me gustaría pensar que no es un título limitado al público gay." 
Howard Cruse concibe y realiza, pues, Stuck Rubber Baby con vocación de universalidad. Y para mí que la logra.



La historia de Stuck Rubber Baby transcurre, como decimos, en un lugar indeterminado del profundo Sur estadounidense hacia 1963. Racismo y homofobia en tiempos de lucha por la igualdad de derechos y por la descompresión personal. El título del tebeo, de difícil traducción directa (algo así como El crío del condón pegado) centra el foco de atención en un personaje que, a fin de cuentas, es el sujeto y también el objeto de la oración. Pero lejos de realizar una obra autista o con predominio de la autoexpresión, Howard Cruse dibuja y escribe en este cómic una crónica de un tiempo y un país específicos (metafóricos tal vez), plagada de personajes creíbles, en los que las ansias de liberación tenían un contenido colectivo a la vez que individual. Cruse relata en todo caso una ficción verdadera, de cuando la lucha contra la segregación racial iba de la mano de la búsqueda de la identidad personal y sexual, o al revés. Fueron un momento y un conflicto con su peculiar banda sonora, acaso todo ello superado por el devenir de la historia (bueno, bien mirado no todo), pero sin lo cual nuestro mundo de ahora no sería para nada como es.

La calidad narrativa y gráfica de Stuck Rubber Baby es tal, que referir su densidad puede asustar a los lectores desprevenidos. Para nada es un tebeo difícil o de difícil acceso (a pesar de su tipografía). Por eso comentaba al principio que no hay que ponerse sesudo ante Stuck Rubber Baby. Basta con disfrutar su lectura y dejarse llevar por el arte secuencial de Howard Cruse.


sábado, 8 de octubre de 2016

El honor de los Talbot. 'La virgen roja' y la ficción utópica

Los Talbot (Mary M. y Bryan) reciben de nuevo. Esta vez nos complacen con La virgen roja, un biomic centrado en la activista francesa Louise Michel (1830-1905) y en buena medida en la participación de esta mujer revolucionaria en los sucesos históricos de la Commune de París de 1871.


La colaboración comicográfica de Mary M. Talbot y Bryan Talbot empezó a efectos de publicación con La niña de sus ojos (2012). En esta obra, la condición de escritora académica de la autora especializada en cuestiones de género, lenguaje y poder se evidenciaba en un guion anclado a propósito de la relación hija/padre. De la calidad de las ilustraciones del dibujante inglés, en este como en todos su cómics, qué voy a decir.

El trabajo conjunto entre Mary M. y Bryan, matrimonio Talbot, siguió con Sally Heathcote, Sufragista (2014), en cuya confección intervino también la dibujante e ilustradora Kate Charlesworth, En este caso un personaje ficticio, Sally Heathcote, les servía a los Talbot para relatar en lenguaje de cómic un momento tan crucial en la historia como fue el movimiento de las sufragistas inglesas en las primeras décadas del siglo XX. Con su valor y actitudes cambiaron el mundo.

En este momento, en 2016, los Talbot publican La virgen roja. La protagonista del tebeo ahora es un personaje real. La narración inspirada en aspectos de la vida de Louise Michel ilustra un ejemplo del impulso revolucionario que animó a algunos héroes y heroínas del s. XIX en pos de la emancipación de la humanidad. La ilustración (en todos los sentidos de la palabra) y la documentación (igualmente) siguen yendo de la mano en los tebeos de los Talbot.

(Por cierto, un hito en el noveno arte sobre la historia de la Comuna de París es El grito del pueblo (2001-2004), dibujado por Jacques Tardi a partir de una novela homónima de Jean Vautrin. Es este un tebeo que tiene algo de folletinesco, un poco al estilo de Los miserables de Hugo, aunque el trabajo de Tardi, todo hay que decirlo, es soberbio (a mí por lo menos me lo parece). Sorprende ver cómo Jacques Tardi en El grito del pueblo y Bryan Talbot en La virgen roja dibujan y relatan hechos históricos que, siendo los mismos, presentan angulaciones, dibujos de personajes y escenarios, gestualidad y aproximaciones gráficas no del todo diferentes, pero sí distintas.)



A lo que me refiero cuando hablo de 'El honor de los Talbot' es a esto. Ilustran documentadamente -o documentan ilustradamente- fragmentos más o menos puntuales, pero duraderos, de una historia progresista de la humanidad. Una historia que consiste en procurar la liberación del género humano (dicho en términos decimonónicos), o en lograr la realización de los múltiples géneros de los animales humanos (dicho en términos más actuales). La historia (la movida) de la Comuna fue una experiencia libertaria de primer orden, real como la vida misma, En pocas ocasiones, en el Bajo Aragón tal vez durante nuestra Guerra del 36, ha tenido lugar en la Historia una experiencia semejante. Se agradece que los Talbot, igual que Tardi, recojan en lenguaje de cómic el valor de tales experiencias históricas. Eso mismo les honra y es por lo tanto su honor.





Pero La virgen roja no se limita a ilustrar lo que fue la Commune de París. Siendo como es el centro de esta narración la vida de Louise Michel, la segunda parte de la novela describe la deportación de nuestra heroína a las islas de Nueva Caledonia, en el Pacífico austral, y otras posteriores vicisitudes hasta su muerte. Lo mejor del asunto es ver cómo esta revolucionaria tomó partido en la colonia francesa por los desposeídos, los indígenas, y cómo se fue convirtiendo en una figura clave de la historia del anarquismo. Louise Michel (educada como Clémence Demahis Michel), además de communarde, fue escritora, poeta, educadora, militante libertaria... El tebeo de los Talbot recoge sabiamente todas estas facetas, incluido el entierro de esta Vierge Rouge en loor de multitud.

Leyendo estos días Stuck Rubber Baby, la novela gráfica (el cómic) absolutamente recomendable de Howard Cruse, me encuentro en su Introducción, escrita por Tony Kushner, las siguientes palabras:
La libertad sólo es posible cuando la libertad es de todos, pues la esclavitud en alguna parte implica esclavitud en todas partes
Louise Michel, no cabe duda, suscribió con su vida esta concepción de la libertad.


El título original de este cómic de los Talbot es The Red Virgin and The Vision of Utopia. De manera que, last but not least, planea en La virgen roja la cuestión de la utopía y de su más fehaciente plasmación, esto es, la ficción utópica. 
Un mapa del mundo que no incluya a Utopía, no merece ser visto. (...) El progreso es la realización de las utopías. (Oscar Wilde en El alma del hombre bajo el socialismo. Citado por los Talbot en La virgen roja)

La tradición del socialismo inglés (no confundir con el Ingsoc orwelliano de 1984) guarda cierta relación con la utopía, más allá de los tiempos de Robert Owen. (El término "socialismo utópico" fue acuñado por Marx y Engels en El Manifiesto Comunista para contrastarlo con el "socialismo científico" propuesto por ellos,) Es el utópico un socialismo de tipo comunitario y humanitarista, que apela a la razón y al corazón y que confía, no sé hasta qué punto ingenuamente, en la proclamación de una nueva sociedad de sujetos realizados como sujetos.

Los Talbot iluminan en su obra esta tradición, pero no solo en su vertiente más política. La utopía conectó en el siglo XIX con el espíritu del positivismo inspirado por los avances científicos. Y en este contexto, el imaginario colectivo se inundó de ficciones utópicas más o menos literarias, descriptivas y narrativas, en las que el desarrollo de la ciencia impulsaría un progreso de la humanidad sin cortapisas. Circularon novelas populares tremendamente influyentes, como Looking Backward, de Edward Bellamy (1850-1898), la cual vinculaba además la utopía socialista con la utopía científica. Eran las ficciones utópicas anteriores a la distopía descrita por Aldous Huxley en Un mundo feliz.

Louise Michel compartió esa visión utópica de una sociedad emancipada con la ayuda de los logros científicos. (Hay incluso una leyenda que le atribuye la creación de la figura del capitán Nemo, desarrollada después por Julio Verne en  20.000 leguas de viaje submarino.) Los Talbot aluden a este sueño utópico de la época en La virgen roja. Un sucinto prólogo de dos páginas y un brevísimo epílogo de una sola, que no desvelaré aquí, manifiestan cierta ironía acerca de su posición al respecto.

Es una posición, la de los Talbot, que dista mucho en mi opinión de parecer ingenua, por más que alimente la utopía.