En los años setenta del siglo pasado, durante el
tardofranquismo y la transición, aparecieron en distintos medios ilustrados
unas viñetas inquietantes y fuertemente políticas. Estaban firmadas por un
nombre también inquietante: El Cubri.
Igualmente, El Cubri se mostraba ilustrando panfletos y
carteles políticos, portadas de libros, folletos y publicaciones varias y a
través de historietas con sentido hipercrítico.
Con el tiempo iríamos descubriendo que ese nombre misterioso
cubría la colaboración de dos dibujantes (Saturio Alonso y Pedro Arjona) y un
guionista (Felipe Herández Cava). Por otra parte, parece ser que El Cubri era
un modo castizo de homenajear al cineasta Stanley Kubrick.
Y así, en el terreno de la ilustración, El Cubri suponía un
trasunto de lo que en el mundo del arte figurativo suponían otros nombres como
el Equipo Crónica y el Equipo Realidad.
Eran años de búsqueda y de exploración, de confluencia entre
estilos, de entender que la poesía y el arte eran armas cargadas de futuro.
Sin embargo, tal vez debido a la evolución de los
acontecimientos en nuestro propio país (tras las elecciones constituyentes de
1977) y más allá de él (con el advenimiento del tatcherismo y de la era
Reagan), tal vez debido a un ahondamiento en la mirada de estos autores y a una
modificación de sus circunstancias personales, tal vez debido a las influencias
en el cómic hispano de otros medios como el cine y la novela de la serie negra,
o seguramente debido a la confluencia de todos esos factores individuales y
colectivos, más algunos otros, el hecho es que hacia finales de aquella década
y comienzos de los ochenta El Cubri sorprendió a sus seguidores con unas nuevas
series de historietas aparentemente alejadas de la abierta denuncia política,
aunque sin duda aún cargadas de intencionalidad.
Mucho se ha escrito y opinado acerca de un supuesto abandono
de sus primeros planteamientos por parte de El Cubri y de su apuesta en favor
de unos parámetros más comerciales. Que el cielo los juzgue por ello. Lo cierto
es que la historia del cómic en español ganó al enriquecerse con la mirada
desencantada de estos lúcidos creadores.
12.03.2013
El tándem El Cubri (reducido a Felipe
Hernández Cava y Pedro Arjona) permaneció en activo hasta mediados de los años
80, tras pasar por las páginas de revistas como Triunfo, Cuadernos para el
diálogo, Cambio 16, Por Favor, o La Codorniz. Su última colaboración fue la
tira semanal El hombre invisible en el diario El País. En épocas
recientes, Arjona y Hernández Cava, que coincidieron colaborando en la
realización de algunos documentales, han rescatado el seudónimo en diversas
ocasiones (los libros colectivos 11-M. Once miradas y Guadalajara
será la tumba del fascismo).
Entre otras producciones, el equipo realizó obras memorables
como Cadáveres de permiso, Sombras, Francografías, Tal
como éramos, Luis Candelas...
Sin embargo, rastreando en la red todavía encontramos
Pecios, una serie de microvídeos mordientes de los últimos años y
realizados por El Cubri.
15.03.2013
Sombras, de El Cubri (Cava y Arjona) es un volumen
que recoge doce historietas de cuatro páginas cada una, además de un apéndice
de bocetos titulado "Sombras inacabadas", un interesante prólogo de
Hernández Cava (guionista del equipo) y un epílogo. La primera edición, que
ofrece las cinco primeras entregas de la serie, es de 1983. La segunda, que
aquí comentamos, es de 2004.
Está en la línea de Sueños de plomo y Cadáveres de
permiso, dos historias de El Cubri protagonizadas por el detective Peter
Parovic. Es decir, Sombras se inscribe en el universo de la serie negra.
Lo hace además con mayúsculas, pues estamos ante un exponente en nuestro
país del cómic que bebe directamente del cine y la literatura, un tanto a la manera de Muñoz y Sampayo y su Alack Sinner.
Las referencias cinematográficas, literarias, jazzísticas,
urbanas y ambientales de Sombras inciden en cada viñeta y emergen para el
lector atento a través de una economía expresiva concisa, exacta y precisa.
Diríase que incluso se escucha la música de jazz mientras los ojos y la mente
se deslizan por entre las viñetas de las historias que componen el libro.
El blanco y negro riguroso de Sombras excluye los
grises. Solo hay contrastes muy acusados entre los dos extremos, sin gama
cromática interpuesta. Las viñetas de este libro recuerdan así a las
xilografías de Masereel.
Pero si hoy tuviéramos que quedarnos con un solo nombre
del celuloide de entre los miles que se agazapan detrás de cada viñeta ése
tendría que ser el del director de fotografía Russell Metty, cuya manera de
tratar las sombras en planos geométricos nos abrió, especialmente a Pedro, un
horizonte ilimitado.
De he hecho, el volumen que comentamos se cierra con un
exhaustivo epílogo dedicado a la filmografía de Russell Metty.
Respecto al giro que supuso Sombras en la trayectoria
de El Cubri y a la innovación que aportó en la intrahistoria del cómic de aquí,
Cava escribe lo siguiente:
"Sombras", lo hemos dicho muchas veces, fue
vista por algunos como una traición a nuestros postulados de historieta
política, una suerte de concesión al mercado. Pero la realidad era muy
distinta. Surgió, a partes iguales, del interés por explorar los instantes más
codificados de ese género y del amor por una narrativa que tantas alegrías nos
regaló generosamente. Y el citado mercado, al que se suponía que estábamos
rindiendo finalmente pleitesía, tardó su tiempo en hacernos un hueco.
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