El hombre duerme, el fantasma no es el título del
blog de Max. Esa frase es un hallazgo (más allá de Lacan). Y lo cierto es que Max no para. Imagino
que estará impulsado por sus fantasmas, como todos, pero él, con su arte,
consigue disolverlos a través de sus obras y así nos complace.
Conversación de sombras en la Villa de los Papiros es
el último libro de Max. El despojamiento progresivo que viene caracterizando la
producción de este autor llega aquí al extremo. Es decir, desde la época de
Gustavo y Peter Pank hasta esta de Vapor, Paseo
astral y la reciente Conversación de sombras, hay toda una evolución
en Max que pasa por un despojamiento progresivo. Pero es un despojamiento
formal, estilístico.
Por contrapartida, es obvio que Max va ganando en densidad.
Decir mucho con poco, de eso se trata.
En esta ocasión, la historia que nos cuenta Max es mínima y
a la vez enorme. En apenas treinta páginas nos presenta un instante, el momento
previo a la explosión de un volcán, el Vesubio, cuya lava sepultó varias
poblaciones del golfo de Nápoles la mañana del 24 de agosto del año 79.
Tremendo. En 1750 se hallaron mil ochocientos rollos de papiro semicarbonizados
entre los restos de una villa en las afueras de Herculano. Eran textos
filosóficos en su mayoría de Epicuro y sus discípulos. Y, como se nos indica en
la contraportada, "se trata de la única biblioteca de la Antigüedad que ha
llegado hasta nuestros días". Tremendo, de nuevo.
Lo que nos cuenta Max es una verosímil conversación entre un
filósofo epicúreo y un muchacho estudiante atemorizado. El primero conserva la
confianza y serenidad propia de su escuela. El segundo presiente un horror que
se avecina. No diré más sobre el contenido de esta conversación de sombras.
Solo que la pericia de Max nos transmite lo esencial del epicureísmo, esa gran
farmacopea filosófica que pervive por siglos y que aún prevalece.
Max ha colaborado con Maite Larrauri ilustrando la colección
Filosofía para profanos, uno de cuyos ejemplares está dedicado a
Epicuro. Sabe él, pues, lo que se lleva entre manos.
Lo importante es la sobriedad y elegancia con la que en esta
Conversación Max nos mete de lleno en cuestiones cruciales. La
intuición de la enormidad del tiempo, su
fugacidad, el significado de las ruinas que nos avisan, nuestra exacta
dimensión como humanos, el valor inapreciable de la filosofía, la emoción
sostenida ante lo que sucede, la conciencia de que acaso vivimos bajo el
volcán, la importancia insoslayable, en fin, del cultivo diario de la vida y de
la amistad.
Todo eso -y más- en tan solo unas páginas, como escaso es en
volumen el legado que nos queda de Epicuro.
Definitivamente, el arte gráfico de Max ha conseguido ganar
en densidad.
Cabe añadir que esta edición de Conversación de
sombras de Max se complementa al final con tres textos: la "Carta a
Meneceo" de Epicuro y dos cartas de Plinio el Joven a Tácito. No son un
mero apéndice. Forman parte sustancial de este hermoso y valioso libro.
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