Las formas que tiene un artista de vincular una
obra suya a una ciudad son variadas. Y en este sentido, el homenaje -por así decir- que el
estadounidense Harvey Pekar brinda en su último libro a la ciudad de Cleveland
dista mucho en su estilo, tan sobrio, del homenaje como más postmoderno y
barroco que brinda el británico Bryan Talbot (n. 1952) a la ciudad de
Sunderland en su novela gráfica de 2007 titulada precisamente Alicia en
Sunderland.
Talbot parece seguir en esta obra el planteamiento que Scott
McCluod introdujo en un libro famoso de 1993: Entender el cómic: el arte
invisible.
De hecho, McCloud aparece dibujado por Talbot en la página
191 de Alicia en Sunderland, irónicamente descrito como "¡El
Venerable Experto en Cómics Scott McCloud!".
Este enfoque referido no es otro que aquel que concibe el
cómic como un medio y no como un género; y es en tanto que medio que el cómic
tiene una capacidad prácticamente ilimitada para abordar cualquier tema y en
cualquier estilo.
En realidad, este mismo planteamiento había sido introducido
anteriormente, como vimos más arriba, por Harvey Pekar en American
Splendor a finales de los setenta pasados. Con lo cual, Scott McCloud se
limita a interpretar el trabajo de unos realizadores de cómic innovadores y a
exponer didácticamente sus resultados.
Una vez establecida la capacidad del medio -el noveno arte-
para abarcar cualquier temática en cualquier estilo, y dado que esta
virtualidad práctica es la principal característica de la novela en general, es
entonces cuando hablamos ya sin cortapisas del cómic entendido como novela
gráfica ("literatura dibujada"), al menos en algunas de sus
manifestaciones.
Solo desde esta perspectiva puede comprenderse como una
novela gráfica esa amalgama -a mi modo de ver brillante- de textos e
ilustraciones que constituyen Alicia en Sunderland.
15.01.2014
Pero bueno, por mucho que entendamos la novela como una
suerte de armazón o receptáculo capaz de abarcar cualquier tema y en cualquier
estilo, no basta con eso para caracterizarla. Ha de haber algo más, algo
inherente y específico a la vez que permita calificar un producto literario,
gráfico o no, como una novela.
Ese 'algo más' incluye, desde luego, la narratividad; la
novela es un género (o subgénero, que no está clara la cosa, aunque es esta una
cuestión nominal) narrativo. No es preciso imprimir a la narración un carácter
histórico, periodístico, notarial o behaviorista. Se pueden novelar también los
latidos de un alma, las impresiones del que escribe, vicisitudes fantásticas,
los meandros de la fortuna, las argucias del devenir. Lo importante es que haya
relato, sea este subjetivo u objetivo. Y ha de estar sometido, además, a una
cierta unidad narrativa.
Sin embargo, una crónica y un documental son también
narrativos y suena forzado calificarlos como novelas. Algo más hay que añadir.
Podemos destacar también en una novela el espacio de la
representación, esto es, no tanto el espacio narrado, cuanto el espacio al que
apunta la imaginación del lector. Esto es importante, pues es ahí, en ese
espacio imaginario equivalente a un constructo, donde la barrera que separa la
ficción y la no ficción pierde eficacia, se disuelve y permite que afloren a la
atención del sujeto los entresijos, pliegues y desdobles de la realidad y de su
contrapartida, el absurdo.
La novela, entonces, tiene que suscitar movimientos y
momentos en la interioridad del lector.
Finalmente, no es menor la función de entretenimiento que
compete a una novela. El lector de novelas es un fruidor y como tal busca
satisfacerse cuando accede a sus páginas. Del arte y la pericia del autor (del
escritor y dibujante en las novelas gráficas), pero también de la disposición
del lector, dependerá el logro de esta función de entretenimiento.
Pues bien, bajo estas premisas Alicia en Sunderland es una novela gráfica. Tiene un tema y un estilo definidos. Es narrativa. Está
construida con relatos sometidos a una cierta unidad. Participa del género
documental. Transcribe hechos objetivos combinados con situaciones ficticias y
aderezos subjetivos del autor. Establece un espacio de la representación de los
hechos y también le suscita un espacio poblado a la imaginación del lector. Y
en fin, Alicia en Sunderland es un magnífico entretenimiento que absorbe
por completo a sus fruidores.
Quizá sea un entretenimiento ante todo, a pesar de
ese cierto aire en ocasiones enciclopédico que lo atraviesa. Y a pesar de que
presenta insistentemente, ilustrándola de mil modos, algo así como una tesis. O
varias.
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