Antes de Dublinés, que ha supuesto el Premio Nacional
de este año para Alfonso Zapico, este joven autor (n. 1981) publicó Café
Budapest (2008).
De alguna manera, la juventud de Zapico se refleja tanto en
el planteamiento como en la resolución de Café Budapest. Pero esto no
significa que estemos ante una obra ingenua o asaz inmadura.
Hace falta cierta valentía para escribir una historia que
transcurre mayormente en el Jerusalem de 1947. El Holocausto era reciente y por
decisión mayoritaria de Naciones Unidas se produjo el "reparto" de
los territorios palestinos, con el bienintencionado propósito de otorgar a
Israel un Estado propio. Por aquel entonces, aquellos territorios estaban
controlados por las fuerzas del Reino Unido. En Jerusalén convivían católicos,
ortodoxos, judíos y musulmanes en relativa paz y armonía. La creación del nuevo
Estado de Israel dentro del mismo territorio se reveló de inmediato como una
suerte de caramelo envenenado. Las fricciones entre unos y otros fueron a más hasta
el punto de que en 1948 el ejército "inglés" abandonó aquella zona,
librando a su suerte a los habitantes de Palestina enfrentados según las
distintas confesiones respectivas. Un auténtico polvorín que perdura hasta
nuestros días.
Con este enmarañado trasfondo, Alfonso Zapico escribe y
dibuja una historia de relaciones familiares, amigables y sinceras. Describe así
un momento fugaz que plantea una convivencia posible entre distintos humanos,
una convivencia basada en la simpatía compartida antes que en otras instancias
religiosas o políticas. Es algo así como el buen vivir espontáneo a la sombra
de un café acogedor. Y animado por la música de un violín tocado por un joven
protagonista.
Café Budapest es la segunda obra importante de un
sorprendente autor asturiano que seguramente dará que hablar en el mundo del
cómic, el tebeo, la historieta.
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