Una manera quizás burda y esquemática de referir una
diferencia entre la novela gráfica y el tebeo tradicional es que la primera no
está constreñida por el imperativo de divertir a toda costa, que es lo clásico
de las historietas de siempre. Peleas, aventuras, gags, slapstick, héroes y
superhéroes, misterio, hazañas, etc., articulaban en exclusiva los contenidos
del cómic hasta el momento en que, hace unas décadas, irrumpió un nuevo modo de
entender la producción de viñetas. Todo cabe en este medio secuencial. Y lo que
era comprendido y practicado poco menos que como producción industrial de
entretenimiento, comenzó a entenderse como un medio abierto de expresión, sin
otras barreras que las establecidas por la especificidad de ese medio: dibujos
y texto interconectados. Este fue el momento decisivo en el que el cómic
ingresó por fin en el espacio de la literatura. Fue también el momento en el
que, dadas sus características formales, el cómic vino a ser aceptado como el
noveno arte.
De este modo, historietas tradicionales y novelas gráficas
conforman especies de un género mayor: la literatura dibujada. Y exactamente
igual que ocurre en la literatura no gráfica, no hay limitaciones de estilo para
estas formas de expresión.
Pero la transformación no se produjo de la noche a la
mañana. Por el costado pragmático que concierne a los formatos y a las formas
de edición, la nueva literatura gráfica continuó adaptándose mayoritariamente a
las publicaciones seriadas. A uno y otro lado del Atlántico (centrándome en el
cómic occidental, si bien el manga japonés ha seguido una evolución análoga),
comicbooks y revistas ilustradas ofrecían series de historieta diversas que
eran luego recopiladas y publicadas en formato volumen, bien a modo de novelas
o de álbumes. Son muchos los ejemplos de esta forma de "confeccionar"
obras gráficas y sería prolijo enumerar ahora siquiera unos pocos. Lo que importa
es que los autores se adaptaban a esta práctica editorial, lo cual tal vez
condicionaba a la vez su estrategia creativa y su manera de trabajar.
El gran cambio se dio, bajo esta perspectiva, cuando algunos
autores empezaron a dibujar y a escribir en lenguaje de cómic obras
"largas" (de hasta setecientas planchas o más) ya previstas y
realizadas como un texto unitario y sobre todo destinadas a ser publicadas de
una vez como una obra completa, no necesariamente en un solo volumen, acaso
formando parte de una antología de relatos; ya que si no hay un límite máximo
de planchas, tampoco lo hay mínimo a la hora de configurar un texto literario,
esté escrito este solo con palabras, con palabras e imágenes o solo con estas.
Ahora bien, lo del entretenimiento -imperativo u optativo-
tiene su miga. Una obra sin lector, sin espectador, es una obra fallida.
Cualquier tema o motivo es susceptible de ser tratado y en cualquier tono. Pero
si no conecta con el lector...
Aunque esta es otra historia. Y es ajena a Gipi, autor
valorado positivamente por un buen número de lectores.
06.11.2014
No es novela por entregas y no se limita a -ni siquiera lo
pretende- ser divertida:
Literatura dibujada es lo que Gipi escribe y pinta en
unahistoria.
Una historia personal que remite de algún modo a una obra de
Gipi anterior, esto es, Apuntes para una historia de guerra (2006).
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