El Capitán Escarlata (2000) es un excelente resultado
en factura francesa de esa "irrupción salvaje del cómic en la
literatura" propugnada en 1978 por Jean-Paul Mougin, editor de (À
Suivre).
Esta obra es fruto de la colaboración entre David B. en el
guion y Emmanuel Guibert en la parte gráfica. Uno y otro son dos artistas
completos por sí mismos, como demuestran sus respectivas obras (por ejemplo,
La ascensión del gran mal o Epiléptico, de David B. y La
guerra de Alan, de Guibert). En esta ocasión, el reparto de papeles llevado
a cabo en la elaboración de El Capitán Escarlata conjuga la imaginación
del primero con el talento plástico del segundo.
Esta unión accidental de dos creadores no es extraña, ya que
este tipo de colaboraciones son habituales entre los miembros de esa generación
de autores que despuntó en Francia en los noventa pasados. Así, p. e., David B.
y Joann Sfar escribieron y dibujaron a cuatro manos La Ville des
Mauvais Rêves (2000). Y Emmanuel Guibert dibujó en La hija del profesor (1997) un guión de Joann Sfar.
Vino a ser esta generación noventera de autores de bande
dessinée, vinculados a L'atelier des vosges y a
L'Association, la que recogió de un modo creativo y sumamente eficaz los
postulados programáticos de la revista (À Suivre).
Y una prueba de lo que digo se encuentra en El Capitán
Escarlata.
Suele ser una experiencia de impacto conocer la escritura de
Marcel Schwob (1867-1905). En consecuencia, hay esparcida por el mundo una
legión oculta de lectores influidos por este escritor francés que supo combinar
sabiamente la inocencia con la ironía y la erudición con el enjuague vital. Se
diría que su prosa seduce y a la vez inquieta.
El Capitán Escarlata es un ejemplo notable del modo
en que el cómic puede irrumpir (salvajemente) en la literatura. Pues es el caso
que David B. en el guión y E. Guibert en "el arte" se inspiraron en
la obra y la persona de Marcel Schwob para realizar este álbum. De una forma o
de otra, encontramos en El Capitán Escarlata la influencia directa de
textos fundamentales de Schwob como El libro de Monelle y El rey de
la máscara de oro. Acaso también "El capitán Kid", de Vidas
imaginarias y la pasión del escritor por La isla del tesoro, de
Stevenson. Y destacan en esta influencia, sobre todo, los dos protagonistas
principales del cómic El Capitán Escarlata: El fabulador Marcel Schwob:
y la joven Monelle.
Por no hablar de la máscara de oro del Capitán.
Lo que importa es el resultado. Y a pesar de su apariencia y
de su título, El Capitán Escarlata es un cómic tan hermoso y tan lúcido
como la extraña literatura de Marcel Schow en la que irrumpe. Quizás sea menos
perturbador. Pero es que me parece que es ahí, en su llamémosle levedad, donde
el lenguaje del cómic encuentra uno de sus límites.
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