La guerra de las trincheras es una obra brutal y
demoledora; siendo como es, a su vez, una obra de arte. Ese es el privilegio de
algunos artistas: mostrar el horror innombrable. Y hacerlo, como lo hacen unos
pocos, de un modo tal que resulta singular y estéticamente significativo. En mi
opinión, esta obra sola justifica de por sí el ingreso de Jacques Tardi en
el panteón de los grandes.
La Guerra de las Trincheras, la Gran Guerra, la Primera
Guerra Mundial fue un conflicto tan estúpido como los son todas las guerras.
Pero a esa estupidez común se añadieron otras circunstancias que la convierten
en paradigma de los despropósitos. Me refiero a circunstancias de tiempo: marcó
el final de un siglo todavía orgulloso y el inicio de otro siglo mucho más
desquiciado; circunstancias de espacio: fue una guerra continental desplegada
interminablemente sobre una tierra hostil, sin apenas avances ni retrocesos en
las posiciones; circunstancias de índole psíquica: el fervor nacionalista se
impuso irracionalmente sobre los contrincantes, si bien ese fervor desapareció
de inmediato entre la tropa; circunstancias ideológicas y trágicas: más allá de
las patrias, se desveló que los soldados, especialmente los de infantería, son
solo carne de cañón al servicio de intereses industriales y obedientes al
delirio de unos generales reos de frenopático. De un modo específico, esta
guerra acabó con el orden pretendidamente racional de "el mundo de
ayer" y dejó expedito el campo para la irrupción de las fuerzas
irracionales que propiciaron el tremendo conflicto siguiente, esta vez como
reacción al nazifascismo.
Estas circunstancias tienen algo que ver, desde luego, con
el hecho de que un buen número de los mejores alegatos antibelicistas que se
han realizado en los últimos tiempos encuentran su escenario en la Primera
Guerra Mundial. Aunque hay también circunstancias de otro tipo: estéticas o
artísticas, biográficas, imaginativas, políticas, conmemorativas, etc., que
afectan a la elección de esa guerra como marco de desarrollo de obras
claramente o no antibelicistas.
Supongo que es un cúmulo de razones no solo generales, sino
particulares en especial, el que favorece que uno de los campos temáticos y
marcos de referencia preferidos por Jacques Tardi sea precisamente este, el de
la Guerra de las Trincheras.
12.11.2014
Qué más da dónde se encuentren las razones o motivos que
apuntalan la fijación de Tardi con la Primera Guerra Mundial. Lo que importa
son los efectos de comunicación logrados al elaborar esa fijación
artísticamente. Que el padre de Tardi fuese militar y que la abuela le contara
al pequeño Jacques historias espeluznantes de su marido en el frente, son datos
que apuntan a imagos registrados en su infancia por Tardi. Pero en lugar de
generar padecimientos neuróticos en él, promovieron resultados artísticos
admirables. Acaso una vez más nos encontramos con la práctica del cómic como
terapia que trasciende el ámbito personal del autor. Y con resultados
admirables.
La hipótesis de que el interés de Tardi por la guerra
responde a fijaciones que conectan con imagos procedentes de su infancia se ve
reforzada al considerar su -de momento- última obra: Yo, René Tardi.
Prisionero de guerra en el Stalag IIB. Aquí es la imagen del padre del
autor, a partir de unas memorias paternas, la que protagoniza el relato.
También la novela gráfica Maus, de Spiegelman, está
elaborada a partir de una conexión por parte del autor entre la figura paterna
y la guerra. Tardi y Spiegelman son casi coetáneos (el primero es dos años
mayor) y ambos conocieron las secuelas de la guerra en sus respectivas
familias. Esta circunstancia biográfica afecta sin duda a las pre-ocupaciones
de estos dos autores. Pero son los resultados, la transmutación artística de
esas preocupaciones, lo que debe valorar el lector. Por sus obras los
conoceréis.
Por cierto, se ha dicho que La guerra de las
trincheras es "el cómic" de la Primera Guerra Mundial lo mismo
que Maus es "el cómic" de la Segunda. Me reservaré mi opinión hasta que lea Yo, René Tardi...
13.11.2014
Desde posiciones estéticas completamente diferentes a las de
Ernie Pike, Jaques Tardi presenta en La guerra de las trincheras una sucesión de breves episodios sin solución de continuidad protagonizados por
diferentes personajes con nombre y apellido. Aparentemente, entonces,
estaríamos ante una suerte de obra coral donde los protagonistas son
múltiples.
Sin embargo, a La guerra de las trincheras se le
pueden aplicar tal cual las palabras de Oesterheld recién citadas en otro post y que
marcaron la pauta de lo que sería Ernie Pike. En la obra de Tardi,
también lo que sobresale es un protagonista odioso, cruel e infame... más
que cualquier otro: ¡La guerra!
La maestría de Tardi estriba en que "literaturiza"
esta obra suya mediante un procedimiento puramente visual, esto es, mediante un
absoluto predominio de la imagen sobre el texto. Son imágenes que se leen. El
lenguaje icónico destaca en esta obra sobre el lenguaje verbal, siendo este
escaso pero excelente, con todo. Y así, la contemplación de las páginas y
viñetas de La guerra de las trincheras constituye un ejercicio de
lectura cuyo significado queda claro sin fisuras.
Lo dijo Julio Anguita en una circunstancia personal trágica:
"Malditas sean las guerras y malditos sean los que las provocan".
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