Pero que no cunda el pánico. En los guiones de Oesterheld
se encuentran aventuras, acción, fantasía, misterio, el tipo de entretenimiento
específico de la historieta. Esa fue la excelencia de Oesterheld, identificar
el aliento de su escritura con la médula del tebeo.
Lo que ocurre es que, desde el lado del espectador, el
lector no es una tabula rasa con la mente en blanco. La mirada no se
enfrenta vacía a la contemplación de lo que se le pone delante, sea este un
objeto natural, sea un artificio cultural. Oesterheld era geólogo de formación
y sabía muy bien que en la naturaleza hay capas, formaciones, estratos visibles
solo para quien sabe encontrarlos. En cuanto a los artefactos culturales, cada
uno accede a deletrear una obra con su personal bagaje (o equipaje, mejor). Y
lo bueno de las grandes obras es que son accesibles para prácticamente todos,
disfrutándolas cada uno según su saber y entender.
Así, se puede disfrutar a placer leyendo por ejemplo Mort
Cinder sin tener ni idea de Jorge Luis Borges ni de sus obras (Historia de la eternidad, p. e.). Sin embargo,
es inevitable que quien conoce a Borges encuentre su huella en Oesterheld.
Huellas concretas, perceptibles, identificables.
He aquí materia suficiente para un trabajo académico, un
informe postgrado, una tesis doctoral. Pero he aquí también, sobre todo,
materia para el goce personal e independiente de las academias.