De hecho, las aventuras del teniente Blueberry son una
muestra de tebeo de alta calidad en formato 48CC, con todas las características
propias de este tipo de álbumes: sus episodios constituyen una serie que es
adscribible a un género (el del oeste), estaba dirigida en principio a un
público adolescente y es a la vez enormemente popular.
Hay quien considera que Blueberry es algo así como el
western más perfecto de los realizados en cómic. A ello contribuye sin duda la pericia del
dibujo de Giraud, de un extremo detallismo de corte tan realista que fuera como
si el polvo de los caminos, el sudor de los personajes y los relinchos de los
caballos sacudieran la retina del lector.
Pero no cabe duda tampoco de que no es solo el dibujo de
Jean Giraud lo que determina la calidad de Blueberry. Y es que las mejores
aventuras de esta amplia serie son aquellas que fueron escritas por el belga
Jean-Michel Charlier, es decir, las recogidas en los veintitrés álbumes
publicados con la firma de ambos entre 1965 (Fort Navajo) y 1990
(Arizona Love).
La colaboración entre el guionista Charlier y el dibujante
Giraud comenzó en 1963 mediante la publicación en la revista Pilote,
bajo el sistema "Continuará", de las aventuras del Teniente de
Caballería Mike S. Donovan, alias Blueberry.
Dicha colaboración terminó abruptamente con la muerte de
Charlier en 1989.
04.09.2014
El guionista Charlier y el dibujante Giraud se compenetraron
tan perfectamente en la elaboración de la serie de Blueberry como lo hicieron a
su vez Goscinny y Uderzo en su serie de Astérix. Se trata de dos grandes éxitos
internacionales del cómic europeo en el formato 48CC, cada uno en sus respectivos
géneros.
El estilo narrativo (Charlier) y figurativo (Giraud) de las
aventuras de Blueberry corresponde al momento de auge del llamado western revisionista
o incluso western crepuscular, que no viene a ser otra cosa que un western con
rostro humano. En esta nueva concepción, los héroes planos y sin fisuras dieron
paso a los antihéroes. El maniqueísmo de buenos y malos ("el único indio
es el indio muerto") se vio sucedido por un nuevo relativismo en el que no
siempre las cosas son como parecen y donde las cualidades humanas están
repartidas entre unos y otros indiscriminadamente. Los valores absolutos a la
hora de explicar los móviles de las acciones de los personajes se diluyeron en
nombre de realidades tangibles y determinantes de comportamientos diversos. Los
estereotipos de cartón-piedra tradicionales fueron superados por una
representación realista de ambientes, actores y situaciones. En definitiva, del
mito inicial acerca del salvaje oeste se pasó a una nueva expresión artística
que añadía la reflexión psicológica a la fidelidad histórica.
La historia del cine, que es inseparable de la historia del
género del oeste, dio buenas muestras entre los años sesenta y setenta -tal vez
un poco antes (John Ford)- de esta nueva concepción de un género que mostraba
ya señales de acartonamiento. Películas como Pequeño Gran Hombre (1970)
de Arthur Penn -por no extenderme demasiado-, sirven como ejemplo de lo que
digo. En el medio cinematográfico hubo también, dentro de este movimiento
revisionista del western tradicional, versiones caricaturescas del género, si
bien aportaron también nuevos aires de renovación. La película de 1964 Por
un puñado de dólares, del italiano Sergio Leone, es una buena muestra de
esta variante renovadora del género del oeste.
Todos estos aires se encuentran presentes en la serie de
Blueberry. El realismo figurativo de Giraud se vio complementado con un
tremendo trabajo de documentación y de fidelidad histórica por parte de
Charlier. Los marcos de la
Guerra Civil o de Secesión estadounidense, de la Guerra del Indio y hasta de la Revolución mexicana
aportaron escenarios y tramas para los sucesivos arcos narrativos que conforman
las aventuras de Blueberry creadas por Charlier y Giraud.
Todo ello se dio, sin embargo, sin dejar de lado el factor
de entretenimiento que es seguramente consustancial a los cómics desde su
nacimiento.
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