En el proceso de agotamiento o abandono de la imagen de sí
mismo que Robert Crumb había ido estableciendo durante años, una imagen esta de
sí mismo tal vez cosificada en exceso, fue determinante el estreno de la
película documental Crumb (2004), de Terry Zwigoff.
Digamos que a los habitantes de la pareja Crumb no les gustó
nada la peli. En la historieta de 1995 titulada: "¡Huyendo a las colinas!
Intentando escapar del 'Tema R. Crumb'" (incluida en ¡Háblame de amor!), realizada entre ambos, leemos al
final de una conversación con Aline las siguientes palabras de Robert:
R.: Pero este documental, "Crumb", es la gota
que colma el vaso. Voy a inventarme un nuevo yo para que nadie me reconozca. El
'Tema Crumb' c'est fini, kaput... ¡Y va en serio!
Se da la circunstancia de que Terry Zwigoff, el realizador
del documental, es un viejo amigo de Crumb y fue integrante también del grupo
de música The Cheap Suit Serenaders. El caso es que su película sobre los
hermanos Crumb (Charles, Maxon y Robert; las dos hermanas Sandra y Carol se
negaron a comparecer en el filme) presenta unos personajes sombríos, dignos
ejemplares de un manual de psiquiatría. Y en efecto, en la historieta que cito
Robert declara:
Desgraciadamente, la mayoría de espectadores nos
encontrarán siniestros y perturbadores...
En España se ha comparado a menudo el documental
Crumb con El desencanto (1976), la película de Jaime Chávarri que
mostraba a otros personajes, los componentes de la familia del poeta Leopoldo
Panero, también como materia según muchos de frenopático. Pero eso es lo de
menos, creo yo. El que esté libre de la locura, que tire la primera piedra.
Ambas películas, Crumb y El desencanto son
notables no tanto por lo que muestran, sino por el imaginario que sugieren.
Agarran por el cuello al espectador y lo llevan a una zona arrebatada, sombría
aunque no exenta de luminarias. Aciertan los dos filmes en su peculiar
registro, en su cadencia, en su tenue iluminación, en su voz pausada, en la
adecuación entre su tejido, su confección y su trama. Pero también representan
por añadidura escenarios que son el reverso de un mundo feliz. Se entiende
entonces que ambos filmes fascinen a un buen número de espectadores, al tiempo
que repugnan a otros tantos. Del Crumb de Zwigoff hay que decir, sin
embargo, que ganó unos cuantos premios prestigiosos.
A los Crumb desde luego, como ya he dicho antes, no les
gustó nada la película Crumb (Charles no llegó a verla, pues se suicidó
antes de que la estrenasen). Y a Robert, según da a entender él mismo, le llevó
a replantearse seriamente su imagen y el contenido de su trabajo.
No obstante, el documental muestra algo importante en mi
opinión. Me refiero a cómo desde el principio del film queda claro que Robert
Crumb se salvó a sí mismo mediante el dibujo y la creación de historietas. Sus
dos hermanos, con los que empezó a dibujar siendo los tres pequeños, no
tuvieron la misma suerte y sucumbieron a la devastación. Robert, en cambio,
dibuja y ríe.
Una cierta asociación de ideas ha llevado a algún crítico a
hablar de un priapismo de la pluma en el caso de Robert Crumb, un exceso de
actividad gráfica incesante por su parte. Sería en todo caso, pienso yo, un priapismo
terapéutico. Los dibujos de Robert revelan por sí mismos un sentido más o menos
redentor, a diferencia de las libretas repletas de rayitas de su hermano
Charles, quien habría tenido el mismo impulso gráfico que Robert, la misma
pulsión aunque desbaratada.
Dejo enlace para ver si se quiere y se puede la película
Crumb (2004), de Terry Zwigoff.
Y ya puestos, dejo enlace también para ver si es posible,
que en este caso no está tan claro, El desencanto (1976), de Jaime
Chávarri.
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