de la vivienda contada a través de historietas, conforme se avanza en el libro y se llega al siglo veinte se da cuenta
el lector de que el autor de Roco Vargas y demás y el de La casa no puede ser otro que el mismo.
La elegancia visual y narrativa es una constante común a los autores de lo que se dio en llamar Nueva Escuela Valenciana, sea esta una escuela o un simple grupo generacional. Es la elegancia en particular de Daniel Torres, de Sento Llobell y de Mique Beltrán, la cual se sobrepone a la materia o asunto tratado en cada uno de sus cómics.
Otra marca que identifica a estos autores, lo veíamos al comentar Un médico novato y Atrapado en Belchite, de Sento, es la importancia que ha tenido el tebeo tradicional (junto al cine) en la formación estilística y sentimental de este grupo. Centrándome en la obra que nos ocupa ahora, es puro tebeo lo que destilan las páginas de La casa. Daniel Torres tuvo y retuvo el lenguaje del cómic. Y ahí está esto, La casa, para corroborarlo.
Ya sé que habrá quien opine que La casa no es un cómic. O que su lugar natural está en las bibliotecas públicas y en los centros educativos, por su valor didáctico. No se trata en realidad de dos objeciones distintas. En ambas subyace un mismo a priori -limitado y estrecho- acerca de qué es un cómic y qué no lo es. Una suerte de esencialismo visual y narrativo incapaz de apreciar que el cómic es un medio secuencial inclusivo, en el que caben manifestaciones tan diversas como las que se encuentran, por no citar a nadie, en cualquier tienda de tebeos. Baste recordar, a propósito, cómo eran las primeras revistas ilustradas y el antiguo tebeo, con sus misceláneas, biografías y "de todo un poco". Sin entrar aquí en mayores disquisiciones, se me ocurre que otro criterio (extensional también) para decidir si La casa es un cómic sería comprobar si esta obra es admitida para optar al Premio Nacional correspondiente, en el caso de que fuera como tal presentada a concurso. Yo pienso que sí lo sería.
Antes que defender la condición de tebeo de La casa, mi intención en este post era otra. Pensaba destacar el arte de Daniel Torres señalando algunas cosas, como por ejemplo lo bien que ilumina sus páginas. O lo bien concebidos que están el conjunto y cada parte de la obra. Esta se compone, en efecto, de capítulos sucesivos, cada uno de los cuales narra mediante texto, ilustración e historieta un momento decisivo en la concepción, desarrollo y consolidación de la vivienda a través de la historia de la humanidad de Occidente. Mucha tela para cortar. Y mucho arte el logrado por Torres. Cada uno de los capítulos tiene tratamiento y factura específicos. Y son, en la mayoría de los casos, sorprendentes. Torres domina el arte de la historieta y así lo demuestra. Hasta el punto de que es este, La casa, un cómic de cómics, esto es, una larga historieta integrada por veintiséis historietas diferentes, una por capítulo. Que sea uno de los rostros de la Historia, en fin, lo que a la postre se muestra en el libro no es sino el resultado del arte y del buen hacer de Daniel Torres.
Crónica de una conquista es el subtítulo de La casa. La conquista, veo yo, de un derecho. O mejor, de un conjunto de derechos que se plasman en algo tan íntimo y social a la vez como es la vivienda que cada uno ocupa y a todos ocupa.
Muchos son los motivos que ofrece esta crónica gráfica. Por presencia o por ausencia. El sonido que emite el rumor de los desarraigados es uno de ellos.
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