Son muchos los atractivos de la serie Pin-Up, del tándem Berthet-Yann. Atractivos plásticos y visuales, por un lado, pero también -y esa es en cierto modo la sorpresa de esta serie, si se traspasan su título y sus portadas- atractivos conceptuales y de guión. No creo que exagere cuando afirmo que la elegancia formal y la brillantez intelectual van de la mano en Pin-Up inteligentemente.
Uno de los recursos poéticos (de poíesis) que dan valor a esta serie, más allá de sus hallazgos intraartísticos (el arte como materia del arte), es su anclaje o conexión con la realidad, lo cual vendría a ser su valor extraartístico.
Dicho anclaje lo realizan Yann y Berthet de dos modos.
En primer lugar, situando los episodios protagonizados por Dorothy Partington (la heroína de la serie) en escenarios históricos fácilmente identificados y reconocibles de sobra. Y además, alimentando o amueblando esas escenografías mediante iconos incardinados en las retinas de al menos dos o tres generaciones de los actuales lectores. Son imágenes procedentes del cine bélico, la publicidad, las fotografías, la televisión, las historietas de la época... Todo ello con el inconfundible aroma genuinamente americano, como veíamos en un post anterior, pese a estar ante un cómic de factura francobelga.
En segundo lugar, no menos interesante, los autores de Pin-Up utilizan un recurso escénico y narrativo que enriquece el anterior y le da pleno sentido. Me refiero al procedimiento de incluir en el dramatis personae de cada historia que nos cuentan un personaje históricamente real. Y lo hacen de un modo tal que viene a ser este personaje el que singulariza o simboliza por sí toda la época retratada. Normalmente son personajes que juegan un papel secundario -unos más, otros menos- en las historietas protagonizadas por Dottie: Milton Caniff, J. F. K., Weegee, Howard Hughes, Frank Sinatra, Hugh Hefner, Jane Fonda, el doctor Fukushi, Alfred Hitchcock...
Este último, Hitchcock, llena por completo (y no solo por su orondez) toda la trama de la última de las historias publicadas hasta ahora de la serie Pin-Up: "El dossier Alfred H." (2011). No comento más, por no incurrir en spoiler.
Sí se puede comentar, sin embargo, el juego más o menos irreal, pero en todo caso ocurrente, a que Berthet y Yann someten a varios de estos personajes reales, al sugerir situaciones que trascienden la mera información histórica usual de los mismos pero conectando perfectamente dichas situaciones posibles con el imaginario del lector común respecto a ellos.
Es esta una manera sutil de conectar lo intraartístico con lo extraartístico.
Y es por eso que he titulado este post así: Pin-Up. Entre bromas y veras.
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