Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

miércoles, 25 de junio de 2014

La perdida

No todo en el movimiento de la novela gráfica es experimentación formal vanguardista. Hay ejemplos de autores que, aunque eligen escribir empleando el lenguaje del cómic, se ciñen a la narración lineal de una historia y realizan una obra que, a la postre, puede resultar más interesante en cuanto novela que no por sus características gráficas.

La perdida (2006), de Jessica Abel (n. 1969), es una buena muestra de este tipo de novela gráfica.


La impronta literaria que predomina en La perdida se percibe inmediatamente al ver el epígrafe introductorio de la novela:

La frase está tomada de Malcolm Lowry, Bajo el volcán.

Metáforas y alegorías aparte, el volcán bajo el que transcurre la novela de Lowry es "el Popo", esto es, el Popocatepetl, el mayor de los que están en activo en Mexico. Y es México, concretamente el D. F., el lugar donde se desarrolla La perdida, la novela gráfica de Jessica Abel.

El planteamiento, la disposición argumental y el desarrollo de esta novela gráfica son también literarios.

La sombra de otros dos escritores está presente en La perdida: Jack Kerouac, que además de On the Road escribió  Mexico City Blues; y William Burroughs, autor de El almuerzo desnudo. Son dos escritores de la beat generation y en ese sentido cercanos a Lowry. Todos ellos anglosajones.

Los autores beat aportaron una concepción de la literatura hermanada con la vida. Una vida en el límite, fronteriza, en la que el viaje exterior se compagina con un viaje interior.

Así, la protagonista de La perdida es una joven de Chicago que emprende un viaje de búsqueda de sus raíces e identidad por México. Jessica Abel, la autora, también de Chicago, combina en su novela elementos autobiográficos con otros imaginarios.

Finalmente, otro referente explícito (e implícito) en La perdida, si no literario sí literaturizado, es la pintora mexicana Frida Kahlo. Es esta un símbolo femenino mezcla de sufrimiento, libertad y creatividad con el que se identifica en principio la protagonista de la novela.


El tiempo en que transcurre La perdida es el final del siglo XX. El México de la novela es un escenario urbano, en cierto modo similar al reflejado por el universo de Roberto Bolaño (Los detectives salvajes). Los idiomas español e inglés se alternan en una narración plagada de términos específicos del habla de los mexicanos, con frases como:

¿Es el mismo güey que estaba discutiendo con el pinche pendejo este sobre política cuando fuimos a Xochimilco?

El libro se cierra con un glosario que ayuda mal que bien al lector ajeno a entender esos términos.

No obstante, a un lector que conozca la literatura de Bolaño y los cómics de Beto Hernández (Sopa de gran pena), por ejemplo, esta especie de inmersión en la cotodianidad mexicana pretendida por Jessica Abel queda un poco distante, es decir, desubicada exactamente por la distancia que media entre el lado norte y el lado sur de Río Bravo o Grande. Es una distancia estrecha, pero a la vez enorme. La protagonista es una gringa y como tal es percibida en México, por mucho que ella se empeñe en no serlo. Es uno de los motivos centrales de La perdida.

Y así, el filtro cultural de la estadounidense Jessica Abel conduce a que en La perdida, pese a su valor literario, la vena mexicana que trasparece en la novela esté como descolorida en comparación con la perfilada por Beto Hernández en el cómic Río Veneno.

La autenticidad de La perdida hay que buscarla por otro sitio.


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