Malas ventas (1996-2001) es un novelón en sentido
lato. A lo largo de sus varios cientos de páginas (el volumen en castellano las
trae sin numerar), Alex Robinson (n. 1969) teje una trama sencilla en su
planteamiento -pero compleja en su realización- en la que el lector se sumerge
un poco a la manera en que lo hace ante los tochos elegidos para distraer las
vacaciones de verano.
Lo primero que a uno le parece mientras lee Malas
ventas es que está ante una sitcom o comedia de situaciones (o de
costumbres, en castizo español) al estilo de la serie televisiva
Friends, ya que pueden establecerse entre ambos productos varias
similitudes: vivienda compartida por jóvenes veinteañeros blancos de clase
media en la ciudad de Nueva York durante los noventa pasados y confluencia o
sucesión de diferentes arcos narrativos que involucran a unos u otros
personajes según episodios. Y así es, sin duda. Pero solo en parte. En la parte
que atañe en concreto al momento de la fruición del lector. Pues es tal la
precisión de Alex Robinson al definir y dibujar a sus protagonistas, al
encuadrarlos en sus escenarios y al construir sus diálogos, que uno acaba por
familiarizarse con los contenidos de esta novela como si de una serie de
televisión se tratase.
No obstante, Malas ventas va un poco más allá. A
diferencia de lo que ocurre en las sitcoms juveniles noventeras -ausencia de
risas enlatadas aparte-, lo que Robinson entrelaza en esta obra es el
desarrollo de unos personajes en un momento clave de la vida de estos. No
parece que estemos ante una mera comedia de entretenimiento, donde el paso
dramático del tiempo apenas se nota. Y es el mismo Robinson quien nos deja
vislumbrar su propósito cuando en una página leemos el siguiente diálogo entre
Ed y Sherman, los dos personajes centrales de la novela. En efecto, al salir de
un cine, Ed comenta:
--Oh, vamos, no ha estado tan mal. Esperabas
demasiado.
A lo que Sherman responde:
--Sí. Tengo la extraña idea de que las pelis deberían
tener tonterías como argumento y desarrollo de personajes.
Uno de los arcos narrativos principales de Malas
ventas tiene que ver con la historia del cómic como medio. Mediante una
acertada guionización actual, Alex Robinson
saca a la luz la injusticia de las grandes editoriales que en la
denominada Edad de Oro (1938-1945 o tal vez 1954) se apropiaban por contrato de
los personajes e historietas de aquellos dibujantes y guionistas que cobraban a
tanto por página y quedaban sin derecho a participar de los jugosos royalties
de sus creaciones. Es la historia, sin ir más lejos, de Jerry Siegel y Joe
Shuster, quienes en 1938 vendieron a Detective Comics, Inc. (la poderosa DC)
trece páginas, a razón de diez dólares cada una, con una historieta
protagonizada por un superhéroe llamado Superman. Todo un caso de
enriquecimiento injusto y no solo a los ojos de hoy.
La presencia del cómic como medio en un cómic es muy del
momento al que corresponde Malas ventas. Otros son también los aciertos
gráficos y narrativos de esta más que aceptable novela gráfica coral de Alex
Robinson.
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