Creo que era Oscar Masotta quien decía algo así como que no
es que nos interesan los cómics porque somos modernos, sino que es que los
cómics son modernos per se.
Supongo que esta modernidad inherente a los cómics es
inseparable de las condiciones de producción, de distribución y disfrute de los
mismos. Ya que en tanto que productos del noveno arte, los cómics se inscriben
de plano en aquello que Walter Benjamin caracterizó como la obra de arte en
la era de la reproductibilidad técnica. Y no solo por lo que a la pérdida
del aura de la obra de arte moderna se refiere.
Propiamente hablando, la inscripción de los cómics en esta
esfera no se corresponde con aquel sentido estricto -establecido por Benjamin-
referido a la necesaria mediación de aparatos tecnológicos que se da en el
cine, tanto para la producción de películas (mediante la cámara) como para su
posterior reproducción (a través del proyector).
Pero la mediación requerida para acceder a una historieta no
se limita a las técnicas de ilustración, impresión y edición de textos e
imágenes, pues los cómics, por su naturaleza original, pertenecen también al
ámbito de los medios de información de masas.
Una comprensión cabal del fenómeno de la historieta no
habría de limitarse, entonces, al análisis estilístico de las viñetas junto a
su concatenación secuencial o narrativa (dimensión morfosintáctica), así como
tampoco habría de limitarse al análisis de las relaciones de significado
establecidas por ellas (dimensión semántica). Los tebeos son por su propia
naturaleza artefactos de difusión masiva. Un acercamiento a la realidad de los
mismos no debería excluir, por tanto, los análisis de sus procesos de producción
y distribución, así como el de las relaciones económicas y jurídicas
-contractuales y de propiedad- establecidas entre guionistas, dibujantes,
impresores, editores, comerciales... incluyendo el análisis y comprensión de
los tipos de soporte y de formato en que se plasman las historietas, hasta
llegar a vislumbrar las condiciones en que estas son percibidas por el fruidor
(dimensión pragmática).
Y es que el giro pragmático que en las últimas décadas del
siglo pasado afectó a los estudios de índole filosófica y cultural, acabó
extendiéndose también a la consideración intelectual de los cómics.
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