Buena parte de los cómics o tebeos de que vamos dando cuenta
aquí tienen que ver con asuntos que rozan o directamente tocan las fibras
sensibles más íntimas. Arrugas trata del Alzheimer, de la vejez, de la
soledad compartida en una residencia. Maus cuenta la biografía de un
judío en la época del Holocausto y los campos de concentración. Fun home es la historia de una indagación de la autora acerca de la posibilidad de que
su padre se hubiese suicidado por causas debidas a una insinuada
homosexualidad. Píldoras azules, en fin, describe una intensa historia
de amor en los tiempos del sida.
Lo que tienen en común estos relatos es el modo en que sus
respectivos autores evitan ceder a eso que yo denomino la pornografía de los
sentimientos, la ensalada sentimental. A pesar de que se trata de historias que
involucran a personajes muy cercanos a quienes las escriben (la autobiografía
como sustancia de la novela), predominan en ellas un distanciamiento vital, una
pretensión objetiva y una sinceridad en la exposición tales que convierten su
escritura y la experiencia de quienes las leen en serias apuestas por el
vitalismo. Todo ello articulado artísticamente. Y nada que ver con la frialdad.
La emoción es una cosa. El sentimentalismo otra. Lo difícil
es transmitir la primera sin caer en lo segundo. Con llamadas a la inteligencia
y a la comprensión.
Y a mi modo de ver, los tebeos que cito lo consiguen.
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