Es un hecho el fenómeno de la creciente propagación del tebeo japonés (manga) entre el público lector de historietas occidental. Y entre la pública lectora, si se me permite una boutade lingüística que encierra una constatación: el manga ha conseguido atraer a un buen número de lectoras hasta ahora desconocido por el tebeo europeo y el americano (del norte y del sur). Es una evidencia, entonces, el fenómeno de la extensión (en el sentido de propagación) del tebeo japonés. Pero es a la vez un fenómeno analizable desde muy diversas aproximaciones. Por ejemplo: ¿El manga? ¿Todo tipo de manga?
Desde un punto de vista lógico, el significado de la expresión 'la extensión del manga' se refiere a cuáles son las historietas que caen bajo el término 'manga', a qué clase de historietas se aplica. Pero desde un punto de vista lógico, también, el problema se desvanece cuando aceptamos que manga es la palabra japonesa que designa exactamente lo mismo que entre nosotros cómic, o historieta, o tebeo (así, un mangaka es cualquier dibujante de cómic japonés, independientemente del género que cultive o de la demografía a que esté dirigido). En realidad, con esta equivalencia terminológica no es que la cuestión se desvanezca, sino que se afina su planteamiento. ¿La extensión ―ahora en el sentido de propagación― del manga significa que el creciente número de lectoras y lectores de esta modalidad de cómic se interesan por toda clase de tebeos o historietas japonesas? Esa es la cuestión.
El doble proceso de aculturación inicial (respecto a EE. UU.) y de transculturación posterior (respecto al resto del mundo) que se dio en Japón una vez terminada la II GM constituye un caso singular y complejo, pero las historias paralelas del cómic y del manga iluminan ese intrincado proceso. El "efecto Disney" en Osamu Tezuka o la concepción cinematográfica del gekiga dan cuenta de lo primero; la nouvelle manga, de lo segundo. Es esta una historia, la del cómic y el manga, que muestra cómo los conceptos y lo subsumido por ellos se encuentran sujetos a evolución. A fecha de hoy, la transculturación del manga se observa, además de en los festivales y tiendas de cómic de por aquí, en la cualidad misma de muchísimas historietas de factura occidental. Es uno de los aspectos de la globalización que incluye, más allá del manga, otras formas de cómic asiático en interacción.
Es pronto aún, me parece, para valorar el famoso cambio de actitud del dibujante Moebius respecto al manga, que pasó de admirarlo a odiarlo. Pero es un cambio llamativo. «El manga es una plaga. La invasión ha sido total, como demuestra las cuotas de mercado que ha conseguido. (...) El problema es que el manga llega a Europa, pero el cómic europeo no va a Japón. Eso es lo injusto», afirmó Jean Giraud en una entrevista [aquí], una vez culminada su colaboración con Jiro Taniguchi (Ícaro) y siendo perceptible la influencia de Katsuhiro Otomo en ciertos trazos de Moebius. El del dibujante francés, por cierto, es otro de los rostros de la globalización en el seno del cómic.
Un tercer sentido de 'la extensión del manga' alude al número de páginas de las historietas y sagas del tebeo japones, muy superior al de los cómics occidentales. Tiene que ver con la puesta en página, con la secuenciación, con el estilo, aunque no es independiente de las condiciones de producción. Lo dejaremos para otro día.
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