A Sento Llobell le gusta decirnos que Jacques Tardi es un historietista de la Escuela Valenciana porque nació en Valence (Francia). En mi opinión, es una broma afortunada. Creo que Sento acierta en más de un sentido.
He recordado esta anécdota a la vista de Esperaré siempre tu regreso, un relato (bio)gráfico del alcoyano Jordi Peidro (n. 1965) que narra, a partir del superviviente Paco Aura, la suerte de los republicanos españoles prisioneros en Mauthausen durante la segunda guerra mundial.
Una conexión entre Tardi y otros autores valencianos (lo de "escuela valenciana" es solo un rótulo) se observa al considerar ese enfoque antibélico, compartido por uno y otros, basado en mostrar los horrores de las guerras vividas por nuestros mayores. Es la guerra contada desde el bando de los que la padecen, que son mayoría y los que más suelen perder.
En cierto modo, este planteamiento lo inició Art Spiegelman con Maus. A la veta hallada por Spiegelman al otro lado del Atlántico se sumó en Europa el trabajo del francés Jacques Tardi, específicamente con La Guerra de las Trincheras, seguido de ¡Puta guerra! y los dos álbumes dedicados a la experiencia de su padre en un Stalag (cabe aquí también citar a Emmanuel Guibert y La guerra de Alan). Posteriormente, Paco Roca (Los surcos del azar), Sento Llobell (la trilogía Dr. Uriel) y ahora Jordi Peidro (Esperaré siempre tu regreso), por ceñirme a tres autores valencianos, han seguido esta línea. Y lo han hecho con un estilo en el trazo, en la ambientación y en la atmósfera general que resulta más afín a Tardi que a Spiegelman.
Pero esta recuperación de la guerra -para al tiempo desactivarla- adopta en el caso español unos tintes peculiares, relacionados con las anomalías históricas enquistadas en nuestro país desde los tiempos acaso de la Contrarreforma.
[No hay que ser muy ducho en psicoanálisis para comprender que las experiencias traumáticas del pasado, mientras permanezcan reprimidas o en estado de latencia, generan disfunciones en el presente. Esto es, cuando en el escenario actual se perciben todavía tensiones cuyas fuentes se encuentran instaladas en sucesos traumáticos anteriores, revivir aquel pasado doloroso no es "remover heridas" porque sí, por el placer de hurgar. Parece mentira que haya que insistir tanto sobre esto. De lo que se trata es de ventilar las úlceras para evitar que se pudran o incluso gangrenen. Y entonces, si es posible, procurar experiencias catárticas que sustituyan a las dolorosas.
Todo esto sin obviar el principio según el cual debemos conocer exhaustivamente el pasado para que el horror no se repita de nuevo. Es este un principio historiográfico que casa con aquel otro analítico que afirma que lo reprimido vuelve.]
Por fas o por nefas, por razones de índole política o de control del poder, por inercia, por abandono, por una especie de síndrome de Korsakoff colectivo, por anhelo de un presente instantáneo, por temor... El caso es que en España quedan fosas de dolor y de historias sepultadas, ocultas, vinculadas a nuestra guerra del 36 y a su continuación en Europa (todas las guerras son una y la misma, pero la española y la mundial lo son más). La llamada Transición fue lo que fue (¿una Restauración?), pero el hecho es que esas fosas continúan tapadas.
El espacio de la representación es un marco privilegiado para trasponer experiencias vividas. Es idóneo para expurgar la Historia. En los primeros años del cambio de régimen, muerto el general Franco, se intentó esa tarea de expurgación a través del cine. Pero el establishment consiguió anular la eficacia de las "películas de la guerra civil". Unas décadas después, ahora mismo, el arte del cómic parece haber recogido el testigo de la recuperación terapéutica de un pasado traumático. (Las Nuevas Hazañas Bélicas de la editorial Glénat que fueron guionizadas por Hernán Migoya son otra historia que merece un capítulo aparte.)
El espacio de la representación es un marco privilegiado para trasponer experiencias vividas. Es idóneo para expurgar la Historia. En los primeros años del cambio de régimen, muerto el general Franco, se intentó esa tarea de expurgación a través del cine. Pero el establishment consiguió anular la eficacia de las "películas de la guerra civil". Unas décadas después, ahora mismo, el arte del cómic parece haber recogido el testigo de la recuperación terapéutica de un pasado traumático. (Las Nuevas Hazañas Bélicas de la editorial Glénat que fueron guionizadas por Hernán Migoya son otra historia que merece un capítulo aparte.)
He citado arriba a tres autores valencianos: Sento, Roca, Peidro, afines a la línea de Tardi con motivo de la representación de experiencias de la guerra de nuestros ascendientes. Sin embargo, son más los autores de tebeo de aquí que van acometiendo la misma empresa. Por ejemplo, Jaime Martín, José Pablo García, Antonio Altarriba, Ramón Boldú, Carlos Giménez, Miguel Gallardo, Carlos Guijarro...
"Memoria Gráfica" es una nueva colección inaugurada por Desfiladero Ediciones. El nombre es un acierto. Memoria Gráfica. El arte del tebeo se apoya en imágenes, más o menos como la memoria. Juntar esos dos órdenes -el del cómic y el de los recuerdos- no en términos oníricos (los sueños también constan de imágenes), sino al servicio de una representación narrativa de hechos reales, puede ser tan reconstituyente, tan purgativo, como lo requiere la normalidad democrática en un país con suturas y cicatrices no del todo extinguidas. Salud y larga vida para esta nueva colección.
El primer título aparecido en "Memoria Gráfica" es Esperaré siempre tu regreso, un tebeo escrito y dibujado por Jorge Peidro que vale como carta de presentación de este proyecto editorial, El autor aúna en lenguaje de cómic la veracidad de la historia oral con la verosimilitud de la narrativa gráfica. El resultado viene a ser, entonces, un relato verdadero y auténtico,
La memoria y la historia de Esperaré... son las de Paco Aura. Solo que, en virtud de la secuencialidad intelectual y gráfica de la representación de Peidro, Biografía e Historia van aquí de la mano. El tebeo no se agota en sí mismo, sino que se inserta en ese vasto e inacabado proceso, largo y lento como las terapias saludables requieren, de recuperación de la memoria histórica. La terapia, decimos, no es solo de índole personal. La vivencia de Paco Aura nos afecta a todos. Y es así como adquiere actualidad y relevancia aquello de que hemos de conocer bien la historia para que el horror no se vuelva a repetir.
Tantas son las potencialidades del arte de los tebeos.
("La canción del horror" es el nombre del texto de Jordi Peidro que cierra el volumen Esperaré siempre tu regreso. Por mi parte, me ha parecido más que idóneo para titular este post.)
El primer título aparecido en "Memoria Gráfica" es Esperaré siempre tu regreso, un tebeo escrito y dibujado por Jorge Peidro que vale como carta de presentación de este proyecto editorial, El autor aúna en lenguaje de cómic la veracidad de la historia oral con la verosimilitud de la narrativa gráfica. El resultado viene a ser, entonces, un relato verdadero y auténtico,
La memoria y la historia de Esperaré... son las de Paco Aura. Solo que, en virtud de la secuencialidad intelectual y gráfica de la representación de Peidro, Biografía e Historia van aquí de la mano. El tebeo no se agota en sí mismo, sino que se inserta en ese vasto e inacabado proceso, largo y lento como las terapias saludables requieren, de recuperación de la memoria histórica. La terapia, decimos, no es solo de índole personal. La vivencia de Paco Aura nos afecta a todos. Y es así como adquiere actualidad y relevancia aquello de que hemos de conocer bien la historia para que el horror no se vuelva a repetir.
Tantas son las potencialidades del arte de los tebeos.
("La canción del horror" es el nombre del texto de Jordi Peidro que cierra el volumen Esperaré siempre tu regreso. Por mi parte, me ha parecido más que idóneo para titular este post.)
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