Tus ganas de vivir me horrorizan es el título de un
volumen que recopila cincuenta cartas escritas por R. Crumb entre 1958 y 1977.
Están dirigidas a dos amigos suyos: Mikel Britt y Marty Pahls. Y de hecho, el
título del libro es una frase que Crumb escribe tal cual a su amigo Marty en
una carta de 1961.
Las epístolas están ordenadas cronológicamente, de modo que
al lector se le ofrece una auténtica novela narrada en primera persona. Y es
que si una de las constantes o marchamos de Crumb es que el sujeto y el objeto
de sus obras coinciden con él mismo, estas cincuenta cartas, creaciones
originales suyas al cabo, ratifican lo dicho. Crumb emplea el término
"autoexpresión" para referir este proceder suyo.
Si nos pusiéramos metafísicos, diríamos que es el alma de
Crumb lo que emerge a través de sus cartas. Aunque no es preciso parecer
enfáticos. Los buenos lectores entienden.
Cabe constatar que de las cincuenta, cuarenta y tres cartas
abarcan los cinco o seis años que median entre los quince y los veinte o
veintiún años de edad de Crumb, esto es, de 1958 a 1964. Su escritura es tan
intensa como lo pueda ser la de un joven inquieto y artísticamente ambicioso
sumido en la culminación de su adolescencia. Las siete cartas restantes ofrecen
una perspectiva certera de la evolución de Robert Crumb ya en su periodo
californiano y públicamente re-conocido.
Tus ganas de vivir me horrorizan tiene varios valores
añadidos. Uno de ellos es la información de primera mano que obtiene el lector
acerca de la vida cultural y cotidiana estadounidense entre finales de los
cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado.
A mí me han llamado mucho la atención las referencias que
hace Crumb en algunas de sus cartas al fantasma de "la Bomba" y de
"los jinetes amarillos". En realidad, más que un fantasma era un
peligro realmente sentido por la población del país en los años más crudos de
la guerra fría, si bien ese peligro pudo ser inducido en gran medida por el
gobierno y por los medios masivos de información de aquel país. No hay que
trivializar el asunto. Ciertamente, hubo un clima de terror contagioso en
aquellos años. Y una generación entera se crió en aquel ambiente. La última
anotación al respecto por parte de Crumb es en una carta a Pahls de 1962:
Como dije en Ohio, creo que simplemente me he vuelto
insensible al tema de la Bomba... Solía preocuparme por ello hasta ponerme
enfermo cuando tenía once, doce, trece años... pero poco a poco dejas de
preocuparte por algo sobre lo que no puedes hacer nada al respecto, y que no me
está causando ningún daño, así que me preocuparé sobre ello cuando suceda si es
que sucede.
Se me ocurre que las flores sesenteras de Berkeley fueron
una liberación psicológica -y vital, por supuesto- de unos jóvenes ya hartos
del horror, el horror.
13.07.2014
También llaman la atención en el epistolario de Crumb las
referencias de primera mano acerca de la
cuestión de los derechos civiles, un asunto que estalló en Estados Unidos al
empezar los años sesenta. Leemos, por ejemplo, un apunte acerca del día de
inicio de curso en el instituto al que él iba en el que entraba en vigor por
vez primera una de las leyes de integración racial y asistían a clase blancos y
negros en las mismas aulas. Fue vivido por el joven Bob, a lo que parece, con
naturalidad.
Pero hay más, mucho más, en Tus ganas de vivir me
horrorizan, la correspondencia de Crumb.
Sexualidad aparte, dos han sido las pasiones culturales y
artísticas en la vida de Crumb: los cómics y la música. Y de ambas pasiones dan
repetida cuenta estas cartas. A Crumb le interesaba un cierto tipo de cómics:
los de Disney, Kurtzman, la revista MAD, la editorial EC, nada de
superhéroes... Y le interesaba un cierto tipo de música, en sus primitivas
versiones: jazz, country, blues, ragtime, nada de rock and roll...
Hablamos, entonces, de cómics y de discos; dos
manifestaciones artísticas populares, asequibles, que fomentan la adquisividad
y se prestan al coleccionismo. Y así, encontramos en las epístolas de Crumb
unmontón (es este, 'unmontón', un estilema recurrente del autor) de
listas de discos, grabaciones, historietas, tebeos. El intercambio de
ejemplares era una práctica común entre los aficionados o fans. Y gracias a
estas listas, el lector interesado obtiene información relevante acerca de la
historia de la cultura popular norteamericana, además de cotillear sobre las
fuentes de la formación de Crumb.
De alguna manera, la vida y obra entera de Crumb, incluidas
estas cartas, condensan el título que él mismo puso a una historieta suya
dibujada magistralmente: Una breve historia de América.
Lo cual viene a ser uno de los rostros de la historia del
siglo veinte en Occidente.
Finalmente, ante las cartas de Crumb, lo que se muestra no
es una conciencia pura, en sí, independiente y autónoma. Los lazos familiares
subyacen. Y en particular, sobresale la presencia constante del hermano mayor
de Robert: Charles Crumb. Fue Charles un personaje trágico, imprescindible en
esta novela familiar y primer interlocutor en los años de aprendizaje de R.
Crumb. Acaso fue su único colaborador íntimo antes de Aline.
Es posible que de no haberse torcido la vida de Charles, los
hermanos Crumb habrían supuesto en la historia del cómic un magnífico
precedente de lo que luego han llegado a ser los hermanos Hernandez.