Un par de observaciones a propósito de Louis Riel.
Ante todo, cabe decir que se trata de una historieta
biográfica muy documentada que trata de un personaje real e influyente en una
parte de la historia de Canadá.
La primera observación se refiere al tratamiento o
acercamiento del personaje Louis Riel que nos proporciona el autor del cómic,
Chester Brown.
No estamos ante una biografía hagiográfica, al modo de las
edificantes "Vidas ilustres" a que me refería en un post anterior.
Brown se ha centrado en ciertos aspectos políticos de la
vida de Riel, así como en su juicio y ejecución final en la horca, según lo
atestiguan la historia y multitud de documentos consultados.
Pero este tratamiento llevado a cabo por Brown está
realizado desde una perspectiva narrativa en la que destaca la sucesión de
acontecimientos con un cierto aire épico ligado a las estructuras y naturaleza
del cómic. La finalidad viene a ser, ante todo, entretener al lector relatando
acciones. Y eso requiere, cómo no, simplificar tanto el número de personajes
como las características de esos mismos personajes.
Se puede, si se quiere, convertir la biografía de Louis Riel
en una historia de buenos y malos. Es una simplificación retórica. Y en todo
caso, Brown ha simplificado siguiendo un soporte interpretativo textual. No
tiene desperdicio el siguiente párrafo de Chet Brown que copio a continuación
extraído del cuerpo de notas que acompañan al libro:
... He creado mi historieta en base a las teorías de
McLean y Sprague, no porque esté convencido de que sean ciertas (sinceramente
no tengo formada una opinión sobre el asunto), pero esta hace a Macdonald [el
Primer Ministro de Canadá, contra el que se enfrentaría Riel] más mezquino. Los
villanos hacen las historias divertidas y yo estoy tratando de contar esta
historia de una manera atractiva.
Por cierto, aunque piense que Macdonald era capaz de abusar
de su poder, no creo que fuese de hecho un villano. No estoy de acuerdo con
mucho de lo que hizo y defendió, pero admito que intentó hacer lo que
consideraba que era lo mejor para el país. Y, francamente, preferiría vivir en
un país gobernado por John A. Macdonald que en otro gobernado por Louis
Riel.
Así pues, no estamos ante una biografía hagiográfica, sino
ante un cómic que da que pensar.
La segunda observación sobre Louis Riel se refiere al
tratamiento (o más bien ausencia de él) por parte de Chester Brown acerca de un
aspecto relevante en la biografía de Riel: su discutible locura.
Lo cierto es que Louis Riel estuvo ingresado unas temporadas en un par de manicomios de la época. Y es cierto también que se percibía a sí
mismo como un elegido por Dios a manera de un nuevo profeta en la Tierra.
Pues bien, ante este asunto Chester Brown es fiel a sus
propias concepciones acerca de la denominada "locura"; unas
concepciones que lo acercan al movimiento psiquiátrico en boga en los años
sesenta y setenta del pasado siglo conocido como "antipsiquiatría".
De hecho, en 1995 Chet Brown publicó un pequeño y mordiente
cómic titulado My Mom was a Schizophrenic que recoge los puntos de vista
de antipsiquiatras como Laing y Sazasz, según los cuales la esquizofrenia no es
una enfermedad, sino una manera de etiquetar a ciertas personas en base a sus
creencias y comportamientos socialmente inaceptables.
Este punto de vista antipsiquiátrico lo mantiene Chester
Brown en su tratamiento de la biografía de Louis Riel, aunque es eludido en
aras de ofrecer una historieta orientada hacia otros fines.
Escribe el autor en una nota final sobre este respecto:
No creo que los comportamientos que la gente asocia con
"enfermedades mentales" estén causados por anormalidades biológicas o
disfunciones en el cerebro. Para hacerlo más claro: las "enfermedades
mentales" no son enfermedades. Estuve tentado de elaborar largamente por
qué los comportamientos y creencias de Riel a finales de 1875 y principios de
1876 no eran síntomas de ninguna enfermedad, pero todo hubiese sido un refrito
de lo que escribí en mi historieta "My mom was a
schizophrenic"...
Unas líneas después, Brown cita un pasaje del historiador
Thomas Flanagan que refuerza su tesis:
Mucho de lo que sorprende al lector contemporáneo como
incomprensible y por lo tanto perturbador, cobra sentido en la visión
ultramontana del mundo que tenía Riel, la cual incluía a un Dios que controlaba
los asuntos humanos, castigaba el mal y recompensaba el bien, hacía milagros en
la vida diaria y hablaba directamente a los hombres a través de la revelación y
la profecía. Un recurso precipitado a etiquetas médicas se arriesga a quitar
sentido a esta fase de la vida de Riel, cuando de hecho es clave para entender
su carácter y, de este modo, el patrón global de su carrera.
Así pues, Louis Riel, de Chester Brown, es un muy
entretenido cómic basado en serias claves de interpretación de una biografía
peculiar y políticamente relevante. De alguna manera, la lectura política en
clave de acción prevalece en detrimento de otras lecturas y claves. Y estoy por
decir que afortunadamente para el resultado final.
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