A propósito de la historia de Los Protocolos de los
sabios de Sión, me ha venido a la memoria un poema de Jorge Luis Borges.
Habla también de una conjura, pero en este caso es benéfica, a favor del
entendimiento futuro de toda la humanidad. Es una antítesis de lo reflejado en
La conspiración, de Eisner. Dejo aquí como testimonio el poema de Borges.
Los conjurados
En el centro de Europa están conspirando.
El hecho data de 1291.
Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan
diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.
Han tomado la extraña resolución de ser razonables.
Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus
afinidades
Fueron soldados de la Confederación y después mercenarios,
porque eran pobres y tenían el hábito de la guerra
y no ignoraban que todas las empresas
del hombre son igualmente vanas.
Fueron Winkelried, que se clava en el pecho las
lanzas enemigas para que sus camaradas avancen.
Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero
también son Paracelso y Amiel y Jung y Paul Klee.
En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa,
crece una torre de razón y de firme fe.
Los cantones ahora son veintidós. El de Ginebra,
el último, es una de mis patrias.
Mañana serán todo el planeta.
Acaso lo que digo no es verdadero, ojalá sea profético.
Jorge Luis
Borges
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