En un mar de mentiras es el subtítulo del cómic que Léonie Bischoff dedica a un periodo de la vida de Anaïs Nin. Por su parte, el tebeo de Ken Krimstein sobre Hannah Arendt ―referido en una entrada anterior de este blog― se subtitula La tiranía de la verdad. Hay (o así lo veo yo) una especie de relación inversa, de tipo especular, no ya solo entre estos dos subtítulos, sino en cierto modo entre lo que ambos tebeos proyectan. La vida de estas dos escritoras se desarrolló en unas fechas semejantes (Anaïs Nin: 1903-1977; Hannah Arendt: 1906-1975), y las dos se guiaron por algo así como un proyecto de emancipación personal paralelo a la sucesiva producción de sus obras. Sin embargo, una y otra configuran dos mesetas divergentes, aunque extrañamente comunicadas, que se ubican en ese vasto espacio poblado por la inteligencia cultural y artística del siglo XX. En un mar de mentiras / La tiranía de la verdad.
Anaïs Nin ocupa un lugar en la literatura del siglo pasado en virtud de sus Diarios. Se trata de una serie de volúmenes que recogen una selección de lo vertido por la escritora en sus cuadernos personales a partir de los doce años de edad, cuando su padre, el pianista Joaquín Nin, abandonó a la familia. Léonie Bischoff se basa en una parte de esos Diarios para dibujar y escribir un fragmento de la biografía de la escritora, concretamente la correspondiente a los años 1931-1934, bajo el título Anaïs Nin. En un mar de mentiras¹.
Un juego de espejos es lo que se proyecta en este cómic de la ilustradora ginebrina. En primer lugar, la propia Anaïs se refiere a su diario como siendo un espejo de sí, y así Léonie dibujará a la escritora conversando con su doble, ella misma, en distintos pasajes del libro. En segundo lugar, los textos que componen el cómic se alternan entre los que están en buena parte extraídos de la escritura de Nin (de sus Diarios correspondientes a la etapa narrada) y los que la propia dibujante aporta para su relato. De este modo, la obra según avanza refleja gráficamente distintos contenidos textuales, pero a la vez en su conjunto el cómic viene a ser un espejo del diario de Nin. En tercer lugar, la propia concepción de los Diarios revela una escritura, la de su autora, en la que la frontera entre lo verdadero y lo falso no juega un papel decisivo, de donde se deriva el sentido extramoral que atraviesa todo el texto. No hay nada que objetar. Se trata de una literatura en la que, a diferencia de lo que ocurre en las ciencias, en la historia o en el periodismo, el compromiso con la verdad se encuentra del lado de la autenticidad de quien escribe, no del de la correspondencia con los hechos. La heterogeneidad gráfica que Léonie Bischoff aplica a ciertos episodios del relato de Nin es un reflejo de esta posición literaria en la que el texto es un espejo de la intimidad, un mar de mentiras por el que navegar libremente. («El Arte no expresa nunca otra cosa que a sí mismo», escribió Oscar Wilde en La decadencia de la mentira. «Me siento inocente. Mis mentiras y mis disfraces son mi libertad»: son palabras de Anaïs Nin que leemos en el cómic de Bischoff.) Finalmente, imagino que las representaciones contenidas en Anaïs Nin servirán de pantalla de proyección para ciertas ideas, sentimientos y afectos de quienes contemplen la obra, si bien ahora no se trata de un rasgo particular de este tebeo, sino que es esta una característica universal de la contemplación estética.
Podemos incluir esta obra en la línea de las vidas cruzadas del arte del siglo XX que vamos trazando con motivo de otros cómics. En este caso, además, Anaïs Nin se inscribe en la amplia saga familiar relatada gráficamente en Els Nin. Memòries a llapis d'una família catalana por Lluís Juste de Nin, el gran ninotaire fallecido hace poco.
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(1) Existen dos ediciones o series publicadas de los Diarios de Anaïs Nin, las "versiones originales" y las "versiones inexpurgadas". El cómic de Léonie Bischoff cubre el periodo recogido en los dos primeros volúmenes de las versiones inexpurgadas y en el primer volumen de las versiones originales.
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