Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

miércoles, 15 de julio de 2020

Un par de inquietantes relatos de anticipación

Con pocas semanas de diferencia nos encontramos con la adaptación autorizada en historieta de Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury (1953) cuya versión gráfica publicó Tim Hamilton en 2009, y con Preferencias del sistema (2019), un cómic de anticipación en formato de álbum escrito y dibujado por Ugo Bienvenu.

Lo más inquietante de los relatos de anticipación (en literatura, cómic, cine, radiofonía o televisión) es que realmente anticipen, no ya el pleno en cada uno de los detalles de las respectivas historias que cuentan, lo cual sería absurdo, sino alguno de los elementos escénicos que intervienen en ellas. Resulta inquietante. En Fahrenheit 451, Ray Bradbury describe un mundo en el que la presencia de libros en los hogares ha sido sustituida por paneles y monitores de televisión. Los detalles del relato de Bradbury, aunque plenos de significación, forman parte de la historia particular que concibió el escritor; sin embargo, en el marco de esa historia se anticipa un escenario en el que los libros son clandestinos, y en el que la gente conecta o simplemente se distrae a través de dispositivos audiovisuales. En nuestro presente desde luego los libros no están prohibidos ―esa prohibición, por cierto, es la circunstancia que inspira y justifica la narración de Bradbury―, pero sí vemos hoy que el papel impreso va siendo sustituido progresivamente por la telemática. Y en este preciso sentido, la anticipación de Fahrenheit 451 acertó. 

Una de las huellas que encontramos en Preferencias del sistema es precisamente Fahrenheit 451. Pero es una huella que se manifiesta mediante diferentes marcas. En lo que ahora nos interesa, pues no se trata de destripar el tebeo, ni tampoco es mi intención reseñarlo, Bienvenu desarrolla su historia en un escenario en el que toda la información (cultural, política, artística, científica, histórica) es procesada en archivos de datos informáticos que se almacenan como tales en “la nube”. Pero la capacidad de almacenamiento en esa nube no es ilimitada, y un poder judicial al efecto, de lo más peculiar, debe decidir regularmente qué archivos han de ser suprimidos con el fin de dejar espacio libre para otros archivos. El asunto tiene su miga, su alcance político, pues en una situación así bien se podría elegir eliminar los archivos de las películas de Dreyer, pongamos por caso, en favor de los vídeos de un (o una) youtuber sumamente popular. En la era de la computación y de los big data, la cantidad se sobrepone a la calidad. Pero a diferencia de lo que ocurre en el relato de Bradbury, en el que los libros están prohibidos con la excusa de que impiden la felicidad individual, aunque es evidente que su aceptación resultaría nociva para el sostenimiento del sistema de vigilancia establecido, en Preferencias del sistema no es que esté prohibido el acceso a determinados contenidos, sino que simplemente se eliminan los archivos en los que se encuentran. Este procedimiento recuerda al que es llevado a cabo por el Ministerio de la Verdad en 1984, de George Orwell, donde la información registrada en periódicos y libros de historia es falseada permanentemente en función de los intereses de los gobernantes y donde la posverdad se encuentra protegida por la neolengua (y viceversa, la neolengua por la posverdad). Se trata de relatos de anticipación en los que, de un modo u otro, los ciudadanos adolecen de una pérdida de información  muy valiosa, una pérdida propiciada por las fuerzas del poder establecido con la connivencia de poderosos medios de comunicación. ¿Presentificación del futuro? ¿O futurización del presente?

Tim Hamilton: Fahrenheit 451

Todo esto no es óbice, sin embargo, para reconocer que Preferencias del sistema es un tebeo que, como los buenos relatos de anticipación, nos infunde la sensación de que nos encontramos ante un cuento maravilloso


plagado de guiños. 



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