Salud y tebeos

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Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

lunes, 16 de marzo de 2020

Desertores dibujados


La figura del desertor que abandona su puesto de combate es el reverso en la historia de la figura del héroe, como ocurre con el haz y el envés de las hojas. En el contexto bélico, el desertor siempre estuvo asociado a la cobardía o a la traición (por no entrar en la evidencia de que los desertores eran considerados al final como tales según el bando al que hubiesen renunciado y en función del que ganase la guerra). Sin embargo, al menos en el ámbito de la ficción, cuando aún predominaba el espíritu de la gesta como inspiración y como estímulo, se podía concebir la figura del desertor heroico, o del héroe desertor. Un ejemplo lo proporciona Tadeo Isidoro Cruz, el personaje del Martín Fierro de José Hernández. Otro, El Sargento Kirk, creado por Oesterheld y dibujado inicialmente por Pratt. Cercano a este planteamiento, aunque no del todo coincidente, queda "el tema del traidor y del héroe", relatado por Borges en una de sus ficciones e inspirador de una de las historietas del mismo Hugo Pratt. No es extraño, por tanto, que la caída de la épica militar, con Céline a la cabeza, haya supuesto una nueva representación de los desertores, en virtud de la cual nos encontramos ante personajes plenamente humanos y no ante arquetipos. La ficción, trasunto de lo real, da cuenta de que tal vez haya más desertores al estilo del escribiente Bartleby que héroes declarados. Es una larga historia.

Estos días han caído en mis manos tres cómics protagonizados, los tres, por sendos desertores: La guerra del profesor Bertenev (2006), de Alfonso Zapico; La prórroga (1997-1999), de Jean-Pierre Gribat, y Mambrú se fue a la guerra (2020), de Juste de Nin. Cada uno de ellos tiene, por supuesto, concepciones y texturas diferentes. Los tres, cada uno a su manera, suscitan reflexiones acerca de la figura del desertor en los tiempos que corren.


El marco bélico de la historieta de Zapico es la Guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX. El profesor Bertenev abandona las filas rusas y es capturado por un oficial inglés que lo adopta como su secretario. El problema es que el destacamento ruso del que huye Bertenev es hecho prisionero por la tropa inglesa y llevado a la misma fortaleza en que se aloja el profesor. El personaje de Zapico es un hombre culto y capaz, completamente ajeno a la violencia de una guerra a la que fue llevado como castigo por su desavenencia con el régimen zarista. Una hermosa edición actual conmemora el veinticinco aniversario de la aparición en el mercado de La guerra del profesor Bertenev. Lo mejor de esta obra, en mi opinión, es la concepción de la figura del desertor ilustrado, ni héroe ni traidor, que huye de la sinrazón.


La Francia ocupada del régimen de Vichy es el escenario en que transcurre La prórroga (Le sursis), tebeo publicado en dos tomos que fueron reunidos en 2008 en una edición integral de Dupuis. Ese mismo año, en 2008, Futuropolis publicó Mattéo 1 Primera época (1914-1915), primer álbum de una serie en la que Gibrat también introduce la deserción de su personaje, aunque forzada, esta vez en el contexto de la Gran Guerra. Julien, el desertor de La prórroga, es un joven francés que salta del ferrocarril que lo conduce confinado a un campo de trabajo en la Alemania nazi, regresa a su pueblo y por azar es dado por muerto. La historia que con estas premisas construye Gibrat combina la belleza plástica que caracteriza sus obras con un final sorprendente que da un giro inesperado al relato y lo coloca a la altura de la buena literatura fantástica a la vez que realista.


Juste de Nin, por su parte, prosigue la construcción de su gran novela gráfica catalana con el reciente álbum titulado Mambrú se fue a la guerra. Se trata de una continuación de La Muntanya Màgica (2011), el tebeo en el que Juste de Nin se basa en la obra homónima de Thomas Mann para apuntalar su proyecto gráfico. En esta ocasión, De Nin imagina qué sucede tras el abrupto final de la novela de Mann, pero dentro del imaginario de su anterior versión en clave catalana de La Montaña Mágica. En las últimas planchas de esta versión, Jan Castres, personaje inspirado en el Hans Castorp del escritor alemán, es llamado a filas, al inicio de la Gran Guerra, por culpa de su casual nacionalidad francesa debida a un capricho de su padre. Ya en Mambrú se fue a la guerra, Castres no tarda en desertar en plena batalla de Charleroi. El resto de la historia es una sucesión de avatares que se desarrollan primero en París, luego en Davos y finalmente en Lyon. El desertor dibujado aquí por De Nin es sin duda el de menor calibre moral de los que aparecen en esta entrada; sin embargo, sobresale en todo caso la capacidad del brillante ninotaire para hacer literatura gráfica a partir de la literatura sin más. 

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Desertores, en fin, siquiera de papel, a los que conocemos en plena época de la gran sustitución. 


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