Seguramente, cuando Hugo Pratt en sus conversaciones con Dominique Petitfaux dijo aquello de que uno de los cometidos del cómic podría ser el de crear los grandes mitos contemporáneos, sabía qué se traía entre manos. Ahí está, sin ir más lejos, su Corto Maltese.
Otro asunto es discernir si es posible crear nuevos mitos o si, por el contrario, los mitos contemporáneos -procedan estos del cómic o de otras narrativas- remiten a arquetipos universales presentes en la mitología clásica. (Aunque no estoy seguro de que esto último sea lo más importante en cuanto a desbrozar una fenomenología y hasta una pragmática de los mitos contemporáneos.)
Quizás donde mejor se aprecia una estrecha relación entre el cómic y la mitología es en el ámbito de los tebeos de superhéroes. [Valga como muestra este artículo de Natalie Haynes.] Pero creo que si hablamos de mitos y cómic en sentido pleno, el asunto no se reduce a encontrar conexiones más o menos simbólicas entre (super)héroes de tebeo y personajes mitológicos clásicos. Lo que importa, insisto, es el valor de los mitos contemporáneos, su importancia en el imaginario de nuestra época, su calidad en cuanto espejos no tanto de lo que somos, sino de lo que podríamos ser.
Recientemente, Elisa McCausland ha dedicado un ensayo a uno de los mitos superheroicos más pregnantes o plenos de significado en nuestra contemporaneidad: Wonder Woman. Es este un fenómeno, el de WW, nacido en 1941 y que tiene ya cumplidos 75 años de presencia ininterrumpida en comic book (y otros medios). Y de entrada, uno de los aciertos de Elisa McCausland en su libro Wonder Woman. El feminismo como superpoder (2017) ha sido presentar ampliamente en nuestro país a un personaje cuyas vicisitudes muchos desconocíamos en detalle.
Recientemente, Elisa McCausland ha dedicado un ensayo a uno de los mitos superheroicos más pregnantes o plenos de significado en nuestra contemporaneidad: Wonder Woman. Es este un fenómeno, el de WW, nacido en 1941 y que tiene ya cumplidos 75 años de presencia ininterrumpida en comic book (y otros medios). Y de entrada, uno de los aciertos de Elisa McCausland en su libro Wonder Woman. El feminismo como superpoder (2017) ha sido presentar ampliamente en nuestro país a un personaje cuyas vicisitudes muchos desconocíamos en detalle.
No obstante, la cosa no se queda ahí. Solo desde la fascinación es posible escribir un tratado como el que Elisa McCausland dedica a Wonder Woman. Una fascinación, claro está, por el personaje en principio. Pero esa misma fuerza atractiva lleva a esta autora a trascender el ámbito de la representación del personaje y sus aventuras para adentrarse en el espacio de sentido que el fenómeno WW porta. Más allá del ámbito de la figuración y sus características, McCausland recrea en su libro el título de Joseph Campbell: El poder del mito, aplicado esta vez a sugerir el poder emancipador que aun hoy el mito de Wonder Woman conlleva. Un poder que es, ya en el título del libro, un superpoder. Y este no es otro que el del feminismo.
Pero no hay opinión sin información, dice un viejo eslogan. La información que proporciona en su libro McCausland es pertinente y valiosa, máxime teniendo en cuenta la ya dilatada vida de Wonder Woman y su diferentes trayectorias en manos de unos y otros guionistas y dibujantes. Y hablando de trayectorias... la historia de los tebeos, como la de cualquier otro arte, es inseparable de la historia de la época en que se producen, en cuanto no dejan de ser un reflejo, bien que elaborado, de esta. El "efecto Wertham", por ejemplo, producido a raíz de la publicación en 1954 del libro Seduction of the innocent, escrito por el psiquiatra estadounidense de origen germano Fredric Wertham, tuvo unas consecuencias cifradas en la creación del CCA o Comics Code Authority, una práctica de autocensura editorial dirigida a regular el contenido de los comic books de la época y de la que no se libró, ciertamente, Wonder Woman. De igual modo, los vaivenes éticos, estéticos, sociológicos, etcétera, que han afectado a la sociedad civil de EE. UU., acaso ahora global, han tenido su (in)conveniente reflejo estético, ético, etc., en las historietas de nuestra heroína. El women's lib, p. e., bien que edulcorado y domesticado.
La autora deja claro que entre todas las etapas habidas por WW, se queda sin duda con la primera. Es la que se dio entre los años 1941-1947, esto es, la que corresponde al periodo que oscila entre el momento fundacional del mito de Wonder Woman y la muerte de su principal demiurgo, W. M. Marston.
(Elisa McCausland, como el resto de estudiosos del fenómeno WW, se refieren al "clan Marston" (compuesto por William Moulton Marston, su esposa Elizabeth Holloway Marston y la compañera de ambos, Olive Byrne) como artífice genuino de Wonder Woman. La muerte de William M. Marston en 1947 marcó el final de la etapa fundacional del mito. Harry George Peter, por su parte, fue el dibujante de Wonder Woman en ese periodo.)
McCausland aporta datos suficientes en su ensayo para encontrar vínculos entre el nacimiento de Wonder Woman y la primera ola de feministas, las sufragistas. Fueron estas las que iniciaron la revolución efectiva más importante del siglo XX, cuyas esperanzas y anhelos perviven en el XXI. La primera etapa de la heroína, la específica del "clan Marston", sería según la autora la que preserva esa fuerza revolucionaria, sus esperanzas y anhelos.
Con todo, Elisa McCausland acoge como perspectiva y enfoque de su mirada la posición de Simone de Beauvoir, inspiradora de la segunda ola de feministas etiquetadas ahora como representantes del feminismo de la igualdad. De hecho, Wonder Woman. El feminismo como superpoder se inicia con una cita de la filósofa parisina:
(Como curiosidad histórica, cabe señalar que El segundo sexo, el libro de Simone de Beauvoir considerado impulsor de la segunda ola de feministas que floreció en los sesenta pasados, es del año 1949. Justamente cuando la primera etapa de Wonder Woman, la más pregnante a los ojos de Elisa McCausland, concluía.)
Terminaré observando que las ilustraciones de Carla Berrocal y de Natacha Bustos enriquecen con mayúsculas el texto de Elisa McCausland Wonder Woman. El feminismo como superpoder.
Pero no hay opinión sin información, dice un viejo eslogan. La información que proporciona en su libro McCausland es pertinente y valiosa, máxime teniendo en cuenta la ya dilatada vida de Wonder Woman y su diferentes trayectorias en manos de unos y otros guionistas y dibujantes. Y hablando de trayectorias... la historia de los tebeos, como la de cualquier otro arte, es inseparable de la historia de la época en que se producen, en cuanto no dejan de ser un reflejo, bien que elaborado, de esta. El "efecto Wertham", por ejemplo, producido a raíz de la publicación en 1954 del libro Seduction of the innocent, escrito por el psiquiatra estadounidense de origen germano Fredric Wertham, tuvo unas consecuencias cifradas en la creación del CCA o Comics Code Authority, una práctica de autocensura editorial dirigida a regular el contenido de los comic books de la época y de la que no se libró, ciertamente, Wonder Woman. De igual modo, los vaivenes éticos, estéticos, sociológicos, etcétera, que han afectado a la sociedad civil de EE. UU., acaso ahora global, han tenido su (in)conveniente reflejo estético, ético, etc., en las historietas de nuestra heroína. El women's lib, p. e., bien que edulcorado y domesticado.
La autora deja claro que entre todas las etapas habidas por WW, se queda sin duda con la primera. Es la que se dio entre los años 1941-1947, esto es, la que corresponde al periodo que oscila entre el momento fundacional del mito de Wonder Woman y la muerte de su principal demiurgo, W. M. Marston.
(Elisa McCausland, como el resto de estudiosos del fenómeno WW, se refieren al "clan Marston" (compuesto por William Moulton Marston, su esposa Elizabeth Holloway Marston y la compañera de ambos, Olive Byrne) como artífice genuino de Wonder Woman. La muerte de William M. Marston en 1947 marcó el final de la etapa fundacional del mito. Harry George Peter, por su parte, fue el dibujante de Wonder Woman en ese periodo.)
McCausland aporta datos suficientes en su ensayo para encontrar vínculos entre el nacimiento de Wonder Woman y la primera ola de feministas, las sufragistas. Fueron estas las que iniciaron la revolución efectiva más importante del siglo XX, cuyas esperanzas y anhelos perviven en el XXI. La primera etapa de la heroína, la específica del "clan Marston", sería según la autora la que preserva esa fuerza revolucionaria, sus esperanzas y anhelos.
Con todo, Elisa McCausland acoge como perspectiva y enfoque de su mirada la posición de Simone de Beauvoir, inspiradora de la segunda ola de feministas etiquetadas ahora como representantes del feminismo de la igualdad. De hecho, Wonder Woman. El feminismo como superpoder se inicia con una cita de la filósofa parisina:
"No se trata de que la mujer le arrebate el poder al hombre. Eso no cambia el mundo. Se trata de demoler la concepción establecida del poder."La palabra clave en esta cita de Beauvoir es poder. Es el quid. El poder es el núcleo que conforma las realidades sociales. Tal vez sea insoslayable en cuanto tal, en cuanto poder (existe, sin más). Pero acaso sí se pueden disolver (demoler, dice la filósofa) determinadas concepciones establecidas de poder. Nuevas olas de feminismo y sus derivados apuntan en esta tarea.
(Como curiosidad histórica, cabe señalar que El segundo sexo, el libro de Simone de Beauvoir considerado impulsor de la segunda ola de feministas que floreció en los sesenta pasados, es del año 1949. Justamente cuando la primera etapa de Wonder Woman, la más pregnante a los ojos de Elisa McCausland, concluía.)
Terminaré observando que las ilustraciones de Carla Berrocal y de Natacha Bustos enriquecen con mayúsculas el texto de Elisa McCausland Wonder Woman. El feminismo como superpoder.
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