Ciudad de cristal sintetiza literariamente un buen número de motivos de la filosofía del siglo XX. Esa es una parte de la riqueza de esta novela: conseguir que el lector internalice con solo palabras (en la versión de Auster) y con imágenes secuenciales (en la de Mazzucchelli-Karasik) un haz de tópicos (existenciales, pero también intelectuales) entrelazados narrativamente. Es la polisemia característica de los buenos relatos y, en definitiva, del arte.
Uno de los motivos filosóficos presentes en Ciudad de cristal concierne, en versión académica, al propósito de encontrar un lenguaje ideal, lógicamente perfecto, y al posterior 'giro lingüístico' que trastocó ese ideal sustituyéndolo por una indagación acerca de los usos lingüísticos. La primera parte de este aserto, la búsqueda de un lenguaje ideal, conecta con la antigua ensoñación de una lengua originaria anterior a la leyenda bíblica de la Torre de Babel, correspondiente a un estadio en el que las palabras se identificarían con la naturaleza o esencia de las cosas. Es esta la posición que Borges expone en los primeros versos de su poema El Golem:
Si (como el griego afirma en el Cratilo)Esta lengua originaria es, para uno de los personajes de la novela de Auster, la lengua del Paraíso o la lengua de Dios.
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
[Desde luego, el atomismo lógico de Bertrand Russell y del primer Wittgenstein no proponía esa concepción metafísica, transparente, del significado de las palabras. Iba por otro camino (el de la proposición). Pero sí participó de la concepción de un lenguaje perspicuo a través del cual trasparece la realidad (los hechos en este caso).]
Según este planteamiento, 'la ciudad de cristal' puede aludir a una construcción lingüística cuyos edificios se componen de ladrillos transparentes, palabras cuya naturaleza corresponde o se identifica con lo que significan. No es ya que el significado representa la realidad, sino que es la realidad misma.
La caída postbabélica habría supuesto una rotura, la confusión de las lenguas, la pérdida de la unidad del significado, de los objetos, de la realidad...
Este es el discurso del personaje aludido de la novela. Una pura ensoñación. Lo que hay es otra cosa.
La posición de partida, el escenario y los personajes, la situación del relato de Auster, su historia, tienen más que ver, en términos académicos, con el giro lingüístico sobrevenido tras las dos guerras mundiales. Ambas guerras, si se quiere, pueden ser imaginariamente concebidas como una rotura, una caída, la pérdida de un mundo ("el mundo de ayer" que describiera Stefan Zweig). En el ámbito de la filosofía del lenguaje, ese giro se manifestó por ejemplo con la denominada 'filosofía del segundo Wittgenstein'. Lo que importa no es ya el ideal de una lengua unificada, lógicamente perfecta, sino la constatación de unos usos lingüísticos asociados a específicos juegos de lenguaje e inherentes a determinadas formas de vida.
La historia de Ciudad de cristal da cuenta de ese giro filosófico, el cual no es sino una versión académica del giro existencial sobrevenido tras las dos guerras mundiales, etc. Lo que se narra es inseparable del mundo desde el que se narra. El relato deviene metarrelato. La literatura, metaliteratura...
(Continuará.)
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