Salud y tebeos

Salud y tebeos
Mantened los ojos bien abiertos.
(Winsor McCay)

martes, 7 de febrero de 2017

Ante La grieta

Una grieta bordea y al cabo atraviesa no solo el territorio, también el corazón de la Unión Europea y, en última instancia, de Europa.

La imagen de la grieta puede ser metafórica; su pertinencia, en cambio, es tan real como reales son las grietas que deshacen el hielo del Océano Ártico.



El fotógrafo Carlos Spottorno (n. 1971) y el periodista Guillermo Abril (n. 1981) han realizado La grieta, una suerte de cómic-reportaje publicado a finales de 2016. Se trata de un álbum que mediante imágenes y texto construye un fotorrelato cuanto menos inquietante. La grieta insinúa, sugiere que hay un más allá de la realidad de los refugiados, un lugar que apunta hacia un más acá tembloroso, como en terreno volcánico. 

Se ha montado un cierto debate en torno a la clasificación de La grieta. En concreto, acerca de si estamos ante un cómic, ante periodismo ilustrado o, en el límite, ante una fotonovela. En el comentario que dediqué en este blog a Judenhass, del canadiense Dave Sim, abordé la cuestión [aquí]. Tanto Sim en Judenhass como Spottorno y Abril en La grieta utilizan una técnica fotorrealista, si bien el tratamiento gráfico de las fotografías es en ambos casos diferente y su ordenación discursiva también. (Fotorrealismo y cómic.)

Como vimos a propósito de Judenhass, el asunto de la consideración de La grieta -esto es, sobre si es galgo o es podenco- involucra diferentes aspectos. Remite por ejemplo al problema de la distinción entre el medio y el mensaje, por un lado, y al de su identificación, por el otro. Remite también a la intención del autor o autores; a la posición del lector; a la finalidad de la empresa; a la discriminación, si la hay o debe haberla, entre tebeos puros e impuros; a qué es en fin un tebeo... y al valor alternativo de la definición ostensiva.

La grieta es un libro compuesto de fotografías sometidas a tratamiento, sobre todo cromático; están separadas entre sí en cada página, a manera de viñetas, mediante calles; la disposición de las fotos así tratadas sigue un orden secuencial con sentido. La significación plena de este sustrato gráfico la completa una serie de textos lingüísticos distribuidos en cartelas o cajetines por las viñetas. No hay globos de texto, pero no son necesarios. Tiene así este libro apariencia de cómic.

Por otra parte, en términos ostensivos, La grieta es un libro editado por Astiberri y se vende, como tal, en secciones y tiendas de cómic. Se habla de él, aunque no solo, entre los aficionados al cómic. Sus críticas y comentarios aparecen mayormente en páginas dedicadas al cómic.

Podemos aceptar, entonces, que La grieta es un cómic.

No obstante, lo que cuenta La grieta no es una historieta (sé que mezclo los planos). Tal vez habrá que inventar nuevos vocablos, no por ello excluyentes.




Parece inevitable la interposición de los reportajes de Joe Sacco (no así los de Guy Delisle) en la lectura de La grieta. Supongo que será entre otras razones por la dimensión abiertamente política de un discurso sustancial y formalmente periodístico en sentido estricto.

Igual que los tebeos de Sacco, La grieta es un ejemplo de periodismo político (a pesar de las diferencias notables). Con la seriedad correspondiente. Su alcance compete a la esfera pública.

Si bien la imagen de 'la grieta' puede ser muy productiva en escenarios y contextos existencialistas (mi corazón agrietado, etc.), hay escasa o nula dimensión solipsista, yoica, en este tipo de cómics. Se sustentan en la no ficción, independientemente de la construcción del relato. Y la no ficción, por ser lo que es, apela a la existencia del otro.

Mientras haya muros habrá grietas. La lectura política de esta realidad sugiere que si la política es el ámbito de lo posible, el problema ha de tener una solución también posible. Ojalá fuese así.

(Continuará)


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