Estuve el otro día en la presentación del libro Viñetas
de posguerra. Los cómics como fuente para el estudio de la historia:
En su origen es una tesis doctoral de Óscar Gual que, previamente
adelgazada por su autor para el público en general, ha editado la Universidad
de Valencia.
La inspiración del libro se apoya en extender a los tebeos
el modo en que Román Gubern entendió el cine, esto es, como un "Espejo de
fantasmas".
Los tebeos en general, y los de la postguerra en particular,
son así como un espejo en el que se reflejan los fantasmas de una época; los
fantasmas del autor, por un lado, y muy especialmente los fantasmas del lector,
por el otro lado. Unos fantasmas todos estos que son inseparables de un
contexto y una situación determinada.
Este modo de entender las historietas, a manera de
artefactos culturales, da pie a considerarlas como fuentes cuyo análisis revela
concepciones conscientes e inconscientes de los individuos de una sociedad en
concreto. Y son así valiosas para el estudio y desarrollo de la denominada
"historia cultural".
El análisis de Oscar Gual se centra en dos de los tebeos más
populares del momento que se estudia. Los dos fueron publicados en Valencia.
Son:
Roberto Alcázar y Pedrín
y El Guerrero del Antifaz
06.11.2013
Uno de los casos más flagrantes de instrumentalización del
tebeo al servicio de la formación política de conciencias, en este caso de
conciencias fascistas, fue el de Flechas y Pelayos (1938-1949).
Era cuando aún se entendía que los cómics o tebeos eran
"una cosa de críos".
Este uso propagandístico de la historieta latía también en
publicaciones como Vidas ejemplares, al servicio del catolicismo.
Más en general, lo que yo apunto es que en la medida en que
los cómics son artefactos culturales nacidos cada uno en un espacio y un tiempo
específicos, están sujetos, lo mismo que cualquier otro producto de una
determinada cultura, a interpretaciones y lecturas políticas. Incluidos los
tebeos de Ibáñez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario